Ayer celebré «ad orientem» en La Serna
Quise enfocar la liturgia de la transfiguración partiendo de una frase del evangelio que leímos en la misa, cuando tras haber contemplado a Cristo transfigurado y escuchar la voz de Padre “los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto".
Decía yo a mis feligreses, ayer creo que eran como quince en La Serna, que, aunque todo en teoría lo hacemos por Dios, a la hora de la verdad tengo la impresión de que todo lo hacemos por y para nosotros, y que lo que más nos preocupa son nuestras cosas: quien lee, qué cantamos, cómo pasamos el cestillo, qué tal las flores. Realmente, decía un servidor, simplemente entrar en el templo, contemplar las imágenes y, por supuesto, darnos cara a cara con el sagrario sabiendo que el mismo Cristo está ahi realmente presente, debería producirnos un nuevo estupor cada día, un espanto no por miedo, sino por la impresión de darnos de bruces con el mismo Dios.