Parece que monseñor Agrelo anda molesto con los de la angosta mirilla moral
Esto es ya un axioma: basta que alguien te hable de misericordia, respeto y no juzgar para saber que estás ante un inquisidor al lado del cual fray Tomás de Torquemada no pasaría de una hermanita de la caridad de las de antes.
Hace unos días fray Santiago Agrelo, arzobispo emérito de Tánger, se despacho con unas declaraciones sobre el aborto que me limito a calificar de desafortunadas. Decía fray Santiago, y en titulares vimos la frase, que “hasta un ignorante como yo sabe que hay abortos que de inmorales no tienen nada”. Digo que son desafortunadas porque al parecer de un servidor todo aquello que pueda ocasionar confusión e incluso escándalo, que así pasó, mejor callarlo o explicarlo suficientemente para no dar pie a interpretaciones erradas o tendenciosas.

Cuánto despistado o lo que sea, que no voy a entrar en ello, que aparece por cualquier blog con la vana pretensión de dictar sus normas y criterios sobre su funcionamiento.
La pastoral, como la buena cocina, es cosa lenta. Pobres de nosotros como nos pillen las prisas. Demasiadas veces nos ponemos nerviosos porque la gente no responde, no encontramos apoyo en lo que hacemos, toda actividad parece inútil. En la vida cristiana, en la vida pastoral, lo único que va con prisa es la destrucción de lo existente. Me explico.
Piénsenlo y verán como tengo mucha razón.
Mucho me temo que se nos estén confundiendo madurez con acomodación al sistema dominante establecido. Algo así como una rendición ante lo que se lleva, que se nos disfraza de sentido común, responsabilidad y un saber estar en los tiempos que corren. Madurez como resignación, como una opción por vivir como todo el mundo, no ser nota discordante en el actual estado de cosas y abandonar incluso principios, abandonar o posponer, para no desafinar en medio del más vulgar, perdido y chabacano acorde. Según los criterios de nuestro mundo actual nada menos que san Luis Gonzaga sería claro ejemplo de infantilismo.





