Veinticinco entre los tres pueblos
De cuando en cuando les voy contando mis avatares por estos pueblos de Dios. Estoy bien y contento, y haciendo lo que buenamente se puede.
Este pasado lunes la Iglesia celebraba la solemnidad del buenazo de San Jose. Uno de esos días raros, a los que nos tendremos que acostumbrar cada vez más, que a la vez son laborables en lo del trabajo y de precepto en cuanto las cosas de la fe. Pues hay que facilitar a los fieles el que puedan cumplir con el precepto. Pregunté a una de las principales colaboradoras:
- ¿Qué horario de misas ponemos?
- No sé, pregunta a las chicas.

Hoy es para mí una mañana triste. Triste porque quiero a mi Iglesia y me duele mi Iglesia, y estos días de atrás, especialmente el de ayer, son de esos que te dejan tocado.
Es lo que siempre ha habido y sigue habiendo. Parto de mí mismo. Parto del hecho de que nos encantan los palmeros y nos rodeamos de palmeros, mientras que dejamos de escuchar toda voz medianamente crítica a la que tachamos de mala voluntad.
Esto es por aclamación popular, porque son muchos los que en comentarios o por mail me preguntan por el buenazo de Socio. Ante todo, presentaciones, que quizá no todos sepan quién es el tal “Socio”.