Engancharse a la misa dominical
Me parece que hay que entrar por el camino de la simplificación. Los planes pastorales de diócesis y parroquias me superan. Objetivos, contenidos, actitudes que fomentar, valores que proponer. Si hablamos de actividades, ya es que ni cuento. Entre catequesis, campamentos, liturgias varias, grupo de A, B, C y X, salidas, excursiones, Cáritas, cultura, vida ascendente, fiesta parroquial y encuentros a diversos niveles: parroquia, arciprestazgo, vicaría, diocesanos, alguna peregrinación… un estrés de padre y muy señor mío.
Todo esto me parece bien. Cuanta más vida una parroquia, mejor que mejor. Dicho esto, yo creo que lo que hay que lograr es que la gente se agarre a la misa dominical de forma que se convierta en algo tan consustancial, tan natural, como respirar, comer, caminar, dormir. Cuando me encuentro con una familia que, por ejemplo, al planificar un viaje, lo primero que se pregunta es dónde ir a misa el domingo, o cuando salir o regresar para no perderla, esa es una familia católica enganchada a la Iglesia.

Una de las “grandes estrellas” del pasado congreso de la Juan XXIII fue una tal Mary E. Hunt, que según el propio congreso es teóloga feminista, católica activa en el movimiento de mujeres-iglesia y en asuntos religiosos LGBTIQ, y Codirectora de la Alianza de mujeres para la Teología, Ética y Rituales (WATER). Ya dije en su momento que las siglas las carga el diablo, y que presentarse en España como codirectora de una cosa llamada WATER presagia las peores conclusiones.
Me lo contaron atribuyendo la frase al marqués de Santo Floro. Hay dos cosas por las que no se debe preguntar nunca: el peso y los hijos. Decía el marqués, y si no era él la cosa sigue siendo acertada, que engordar o adelgazar puede ser por régimen, enfermedad, llevarse bien o suponer un trauma para el sujeto. Por eso, mejor callarse. La otra cosa, lo de los hijos. Cuántas veces no hemos abordado a una pareja con este tema: ¿y vosotros para cuándo? cuando tal vez llevan tiempo llorando porque quieren los hijos y no vienen.
No es fácil decirnos cualquier cosa a los curas, y no digo ya a vicarios y obispos. Los curas, el gremio que mejor me conozco, somos muy nuestros y bastante remisos a que se nos lleve la contraria y nos pidan explicaciones. De hecho, hay gente que es que ni se atreve a preguntar temerosa de la reacción de su señor párroco. Si la cosa fuera de negociado superior (vicaría, diócesis) es que ya ni lo intentan, convencidos de que no merece la pena.
Sí. Hoy son dos cosas. Las dos cosas.





