La dictadura de los liberales

Cosas que le pasan a uno. Hace unos días un feligrés nos reprochaba la colocación de reclinatorios para comulgar en la parroquia con la cosa de que así se vuelve a lo antiguo. A mí es que ese argumento me da igual. Lo que me parece importante es creer en la libertad, apoyarla y defenderla, de tal manera que cada fiel pueda decidir con total autonomía su particular modo de vivir la fe, dentro de lo aprobado por la Iglesia.

No sé el sueldo que tiene asignado el P. Lombardi como portavoz de la Santa Sede ni me importa, eso es cosa de otros, no sé si de la secretaría de estado, si directamente del santo padre o de quien sea. Supongo que no demasiado, pero es un suponer porque sí.
Era don Matías cura entrado en años, de sotana, cara de entre pícaro y bonachón, gato a sus pies y vida atada a su parroquia hasta casi confundirse con el retablo, la torre, el confesionario y la imagen de Santa Teresa, de mucho mérito, según dicen, y muy especial arraigo en la feligresía.
Mira que es poco partidaria de pisar Madrid. Pero no ha quedado más remedio que ir “de médicos” y en eso sus sobrinos son inflexibles. Si hay que ir al médico, se va, y como al final siempre hay que hacer varias cosas, pues se pasa unos días con ellos en la capital, tan tranquila y así se mueve menos.
Muchos de los lectores de este blog, así como de los que me siguen en las redes sociales son compañeros sacerdotes, y lo que me sorprende de muchos de ellos, por no decir casi de la totalidad, es que me muestren su asombro por las cosas que digo, afirmando que están de acuerdo en muchas de mis apreciaciones pero que jamás se atreverían a decirlo en público, y mucho menos en un blog que cuenta con miles y miles de lectores.





