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13.05.23

Dos secretos "confesables"

No hay nada como un niño de nueve años ante su primera confesión, antesala del gran misterio que días después le espera: su Primera Comunión. Mi hija pequeña pronto la hará y eso me ha dado pie para explicarle dos “secretos”. No me resisto a reproducir nuestro dialogo:

─Te voy a explicar dos secretos para tu primera confesión que seguro ni te imaginas: uno es sobre Dios; el otro, sobre el demonio

(Ojos como platos en la niña ante la palabra secreto)

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20.04.23

11.04.23

Señalados

Díganme si este diálogo que reproduzco a continuación no responde desgraciadamente a lo que por ahí (entre católicos) se piensa:

  • Oye, ¿tu cuál crees que es la señal del cristiano?
  • Pues… ¡la Cruz!
  • ¡No, hombre!, me refiero a la señal para reconocer que eres cristiano
  • Bueno…. (duda)…  ¿ir a Misa los domingos?
  • ¡Que no, hombre, que no! Me refiero a esa señal por la que Jesucristo nos dijo que los demás reconocerían que somos cristianos…
  • ¡Ah ya!  te refieres a lo de poner la otra mejilla y eso… ¿no?
  • Déjalo, anda…

 ¿No es verdad que es corriente esta manera de pensar?

Sin embargo, la respuesta a esta pregunta está en el Evangelio y la da el mismo Cristo.

Se lee en San Juan, capítulo 13, 34-35:

“Os doy un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros.
Así como yo os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros”

No es una frase cualquiera. Nos la dijo Cristo en su última cena antes de morir… y se comprende que Nuestro Señor, sabedor de ello, escogió sus mensajes esa noche para recordarnos lo más importante, lo fundamental, lo que no nunca deberíamos olvidar.

Y lo que dijo no fue “amad a la Humanidad”, ni “sed buenas personas”, ni tampoco “toleraos, sed solidarios…”

Lo que dijo a sus discípulos (estaba ya sólo con los once pues Judas se acababa de marchar) fue:

“amaos los unos a los otros…”

es decir, entre vosotros, los cristianos.

Y además nos indicó el nivel a alcanzar en ese amor:

“Así como Yo os he amado”.

Y nos lo remarcó diciendo:

“En esto todos reconocerán que sois mis discípulos: en el amor que os tengáis los unos a los otros “.

Esa habría de ser nuestra señal.

Ojalá que en esta feliz Pascua ¡se nos note!

4.04.23

La parábola de la Semana Santa

¿Cómo explicar a los niños la importancia de celebrar bien la Semana Santa?

Este es mi propósito inicial, aunque es también muy aplicable para los adultos. Y, desde luego, puedo asegurar que esta especie de “parábola” la entienden por igual niños y adultos.

Todo surge con una pregunta: ¿Papá, por qué en Semana Santa no vamos de vacaciones?

Un padre tenía cuatro hijos. Se puso muy enfermo con fuertes dolores y día tras día se sentía morir. Vivía con tres de sus hijos, pues el más pequeño de los cuatro hacía tiempo que se había ido de casa y no sabían nada de él. Los otros tres estaban con él cuidándole. Un día les llegó, por parte de un conocido de los hijos, una invitación para pasar una semana en una estación de esquí de los Alpes.

Al primero (vamos a llamarlo Juanito) enseguida le gustó la idea pues le encantaba esquiar y hacía tiempo que no iba a la nieve pero, aunque éste era su sentimiento, pensó y se dijo:“¡Cómo voy a irme a esquiar estando así mi padre! Yo lo quiero y no voy a dejarle en estas circunstancias”. Así que decidió que lo mejor era no pensarlo más y dedicarse a su padre, aunque de vez en cuando no podía evitar imaginar lo bien que lo pasaría esquiando. 

El segundo hijo (llamémosle Manolito) estaba también encantado con la posibilidad, pero enseguida pensó: “Si me voy, la gente va a decir que ¡vaya un hijo!, además a mi padre le daría un mal rato… y mis hermanos me lo reprocharían. Es una pena no aprovechar esta ocasión del esquí  ¡qué mala suerte!… habrá que fastidiarse y quedarse pero ¡ay! como envidio a mi hermano pequeño ¡ese sí que tiene suerte al no estar en casa!”. 

El tercer hijo (llamémosle Antoñito) era también un entusiasta del esquí, pero al saber de la invitación no le dedicó ni un minuto. Él estaba dedicado a su padre cuidándole y atendiéndole porque le quería y para él no había otra cosa más importante que atenderle. Le quería tanto que lo que de verdad le hubiera gustado es estar con él (si estuviera sano) esquiando y disfrutando juntos. ¡Y qué pena le daba su hermano “el perdido”, y cuanto sentía su actitud hacia su padre! 

El cuarto hijo (el ausente) nunca se presentó.

En esta parte del relato conviene hacer una pausa y preguntar a los niños por la actitud y el amor de cada uno de los hijos. También sería bueno preguntarles después si encuentran alguna relación con los cristianos y la Semana Santa. Las respuestas seguro que serán muy ilustrativas.

A modo de ejemplo les dejo el paralelismo que creo se puede extraer de esta parábola. Como va dirigida a niños me parece adecuado ser simple en las conclusiones 

  • El primer hijo (Juanito) representaría a esos cristianos que pretenden ser auténticos pero con debilidades. Ama a su Padre, pero flaquea.
  • Manolito, el segundo hijo, más que quererle, finge quererle por eso podría representar a esos cristianos falsos.
  • Antoñito, el tercero es un cristiano auténtico y bueno. Ama a su Padre sin fisuras.
  • El hijo ausente. No es cristiano. No ama a su Padre.

Es importante también preguntarles qué piensan que debe hacer el hijo bueno pero débil (Juanito) para lograr ser un cristiano como al Padre le gustaría que fuera.

Prueben con la parábola.
¡Funciona!

30.03.23

Leyre, elogio de la vida monástica

Hace unos días recordaba en este blog aquella homilía  sobre la Encarnación que tanto me marcó. Hoy puedo contar que, por esas delicadezas que Dios brinda, tuve el privilegio de celebrar, precisamente ese día de la Encarnación, en compañía de la comunidad de monjes benedictinos de la Abadía de San Salvador de Leyre, acogido en su hospedería monástica en unos inolvidables días de reflexión y oración.

Aprendí de mi maestro, el padre Miguel de Bernabé, a admirar (sin idealizaciones) y a valorar (con objetividad) la vida monástica.

Él, que fue un extraordinario formador de seglares y que trabajó intensamente en pro de la fundamentación, definición, características, tarea y praxis del seglar, no perdió ocasión de mostrarnos la excelsitud del orden monástico (cuando se comporta como tal, no en su decadencia), el estímulo que un monje es para un seglar y el agradecimiento que de ello les debemos tener.  

Nos decía: ¡qué cosa más admirable que ver a unos hombres (o mujeres) que, llevados por el amor a Dios, frente al afán de dinero, la fama estúpida, el egoísmo feroz y luchando con la sexomanía más absorbente, la pérdida del sentido común y los clichés más estúpidos, no dudan en separarse de ese penoso espectáculo para ayudarnos con su ejemplo y hacernos recobrar un poco de razón!

¿Qué católico sensato no recibirá fuerza, ante esa conducta tan significativa? No para irse a un monasterio, sino para dar su justo valor a su permanencia en el mundo, trabajando heroicamente, hombro con hombro, con sus hermanos monásticos que tal ejemplo y ayuda le dan.

Y es que, si los seglares debemos trabajar cada día en las distintas facetas de nuestras vidas para construir un mundo ideal; los monjes, en la clausura de sus monasterios, construyen cada día una especie de pre-cielo en la tierra.

Cuando estos días admiraba la belleza del oficio divino en la voz del padre Ignacio o disfrutaba de la cristiana hospitalidad del padre Oscar; cuando recibía la fraterna bendición del padre abad en las Completas o me quedaba anonadado ante la piedad del padre Eduardo en la misa que oficiaba, este pobre seglar se beneficiaba agradecido de todos esos excelsos bienes espirituales que nos sirven de estímulo y aliento para no desfallecer en el deseo que Dios tiene sobre todos nosotros, pues…

Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único,para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga la vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para salvarlo  (Jn 3,16)

Nota.- Me he atrevido a mencionar en este post nombres que, por uno u otro motivo, he podido conocer, y facetas que, por alguna circunstancia, me han ayudado especialmente. Pero me hubiera gustado nombrar a todos y cada uno de los monjes pues a todos recuerdo con gran afecto y admiración.