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3.01.13

La palabra que hiere

Se define al lenguaje como un conjunto de símbolos que, articulados, unidos o combinados expresan el pensamiento o el ser de las cosas, las ideas y el sentir de los pueblos; además permiten a las personas comunicarse a través del sonido de la voz por medio de las palabras, de los gestos o de la escritura.

El psiquiatra chileno Otto Dörr, a través de los medios, ha dado una dura batalla desde hace muchos años a la degradación de nuestro lenguaje, especialmente a la degeneración lingüística de las nuevas generaciones de su propio país. En junio 2010 escribía en El Mercurio una columna respecto de que quizás lo más impresionante sea que el 84% de los alumnos que han ingresado a primer año de la Universidad de Chile no entienden lo que leen.

Constata Dörr, que un tipo de lenguaje muy patológico, que en psiquiatría y neurología se denomina “coprolalia”, palabra que significa “lenguaje excrementicio”, propio de ciertas demencias secundarias a la destrucción de los lóbulos frontales del cerebro, en los últimos veinte años, ha experimentado un fenómeno de generalización.

Otro psiquiatra el Dr. Ricardo Castañón, boliviano, doctor en psicología clínica, especialista en medicina psicosomática, neuropsicofisiología cognitiva, converso del ateísmo y actualmente conferencista de fama internacional, ha escrito: Hábitos y actitudes. Cuando la palabra hiere, un trabajo científico de elevadísima profundidad.

Respondiendo a la pregunta: ¿Por qué herimos con las palabras? Señala entre otros aspectos los siguientes:

Se hiere para “tocar”, “impactar” al otro, lastimándolo. Propio de personas autoritarias, dominantes, déspotas, seguras de que pueden “tocar” al otro, porque éste no posee la misma autoridad o derecho para replicar…

Para gozar de aquello que se dice: satisfaciendo la antipatía y el odio acumulados; liberando la envidia, los celos, y muchos otros sentimientos de rencor y venganza. Personas con complejo de inferioridad, envidiosas y susceptibles entran fácilmente en esta categoría.

La envidia puede ser definida como la tristeza de una persona por la buena fortuna de los demás. Job menciona que el rencor mata al tonto, la envidia aniquila al necio.

La palabra puede construir o destruir, ensalzar o humillar. Con ella también puedes alcanzar riqueza o ser despedido de tu trabajo porque dijiste algo inoportuno sobre la esposa de tu jefe. El manejo especializado de la palabra se ha convertido para muchos en una profesión rentable. Algunos trabajan a plena luz, otros jamás dan la cara. La desinformación, un sistema pensado para distorsionar la verdad o mostrar la mentira como verdadera por medio de la manipulación de la palabra, ha pasado en ciertos momentos de instrumento a arma. Tampoco se puede olvidar el chisme, la calumnia, el insulto, el prejuicio verbalizado, hasta llegar al perjurio que se convierte en sacrilegio que condena la grave mentira pronunciada en nombre de la Divinidad. No sin razón escribía Platón: Las palabras falsas no son solamente malas en sí mismas, sino que también contagian al alma (Hábitos y actitudes. Cuando la palabra hiere, Ricardo Castañón Gómez).

Es muy curioso que quienes suavizan las palabras duras del Evangelio para evangelizar, usan palabras brutales para insultar a quienes no comparten sus teologías.

San Francisco de Sales siendo estudiante, casi llega a matar a un compañero de estudios en un duelo provocado por su temperamento. Eso moderó al santo y pasó 22 años tratando de aplacarlo. Tan bien lo logró, que siempre se mostró sereno y sonriente.

Otro santo que pasó momentos de angustia por su modo de ser fue San Jerónimo. Cuando falleció un monje con el que había tenido diferencias lo llamó alacrán muerto expresando su beneplácito por ese hecho. Cuando se enojaba, profería tal torrente de vituperios y abusos verbales que llegaron a llamarlo El azote del desierto, pero era consciente de su defecto e hizo todo cuanto pudo por corregirse hasta llegar a santo.

Así y todo hemos de evitar la palabra que hiere.

Y añadió: Lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre. Porque es del corazón de los hombres de donde salen los malos pensamientos, fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, perversidades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, soberbia y necedad. Todas estas maldades salen de su interior y manchan al hombre (Marcos, 7, 20-23).

31.12.12

De la nochevieja al nuevo año

Para los paganos, la historia es cíclica, una rueda de la fortuna, una serie de eventos que ocurren en círculos. Para el cristiano la historia avanza en línea recta hacia una meta muy concreta.

El 31 de diciembre es una fecha importante. Quitar la última hoja del calendario, produce la sensación de que se ha cercenado algo, y es verdad, ya que el cambio de un nuevo calendario, lleva consigo la pérdida o la ganancia de un año que no retorna. Quitamos el calendario que nos ha servido de orientador durante 365 jornadas, y muchos lo quitamos con temor, porque en cada hoja que hemos retirado de él, se ha ido parte de nuestra vida.

El año viejo se va con un inmenso gozo para quien lo ha aprovechado con miras a la eternidad, para quien ha tratado de ser fiel a Dios en el cumplimiento de sus mandamientos, para quien se ha acercado continuamente al hermano desconocido para verter en él simpatía y ayuda, para quien ha luchado como buen soldado en cumplir sus obligaciones profesionales, humanas y sociales.

Y es estremecedor para el que no ha aprovechado cada una de las grandes oportunidades que Dios le ha concedido para que pudiera alcanzar el contenido de la invitación de Jesús: Amontonen los tesoros del cielo.

Escribió el beato Federico Ozanam:

Todos somos siervos inútiles, pero servimos a un Señor absolutamente económico, que no permite se pierda nada, ni una gota de sudor de nuestra frente, como tampoco se pierde una sola gota de rocío. No sé qué suerte espera a este libro; si lo terminaré o siquiera llegaré a terminar la página que oprimo bajo mi pluma. Pero sé bastante como para poner en ella el resto, grande o pequeño, de mi fuerza o de mis días.

Para muchos, el acto de cambiar de calendario ha sucedido sin inquietudes, como si nada trascendental ocurriera. El nuevo calendario trae novedad y nos anuncia que borrón y cuenta nueva, pero no debe ser así, porque quizás no tengamos oportunidad de cambiar muchos calendarios más, y cada substitución debe considerarse con mucha seriedad.

El año nuevo que recibimos supone un regalo de Dios que sigue tolerándonos, avisándonos, recibiéndonos, perdonándonos. Y, sobre todo, animándonos a aprovecharlo completamente, porque podría ser lo último que nos ofrece.

No es un juego de palabras: es un año nuevo que debería ser un nuevo año. Nuevo significa que nos vamos renovando, arrojamos toda la basura humana para substituir nuestro interior con la sala bien acondicionada. Nuevo, porque hemos adoptado el camino de la fidelidad con Dios, y cada hojita del calendario está llena de nuestros méritos por las buenas obras realizadas. Nuevo año, porque nos armamos de mayor fe y confianza en Dios a quien tratamos cada vez más íntimamente. Nuevo año, porque nos preocupamos mucho de qué tesoros podemos y debemos conquistar en nuestra existencia, sin perder un solo día para enriquecernos. Nuevo porque somos más amables y caritativos con todos, sobre todo con los que se hallan en una situación más deplorable que la nuestra. Nuevo año, porque no nos empujan en nuestro peregrinar sentimientos puramente materiales sino el impulso continuo de una gran esperanza de alcanzar la felicidad plena que Dios nos quiere regalar.

El año nuevo es un día más, pero debería no serlo, ya que la pérdida del año anterior y el comienzo de uno nuevo que podríamos desaprovechar con nuestras negligencias da mucho que reflexionar, hasta el punto de constituirse en una persistente preocupación que nos ayude a elevarnos un poco más de las realidades terrenas para sumergirnos en Dios como en una atmósfera normal y graciosa.

No se trata de cosas nuevas, sino viejas. Predicadas ya por los profetas, por Jesucristo y por sus apóstoles. Aunque quizás para alguien sean nuevas, por desgracia.

No se trata de cosas tristes. Aunque hay una tristeza que “se convierte en alegría” y engendra salvación (cf. 2 Cor 7, 10).

No se trata de dedicar algunos días a la piedad. Aunque sería justo dar días al alma, ya que damos meses y años al cuerpo. Escribía San Bernardo: Si no siempre, al menos con frecuencia; si no con frecuencia, al menos alguna vez.

Se trata de ordenar la vida, es decir resolver los problemas de nuestra existencia temporal y el negocio de la vida eterna.

Para ello necesitamos que Dios ilumine nuestro entendimiento y excite nuestra voluntad. (Un mundo que busca a Dios, Eduardo Arcusa, S.I.).

Dios nos ha dado un año. En él podemos conquistar la felicidad eterna del cielo, o, en este año podemos perder la última oportunidad. Solo depende de cada uno. Acostumbrémonos a ver en el calendario algo más que una colección de hojas que nos señalan tiempos; ver a través de ellos las oportunidades de enriquecerse para la eternidad. De nuestra parte hemos de guardar la consigna que daba Roothaan: Calla. Escucha. Reflexiona. Ora.

27.12.12

La causa de la vida y la familia

Herodes combate la Navidad matando inocentes, en efecto, la Sagrada Escritura nos refiere la reacción del poderoso monarca, al escuchar de parte de los Magos que habían visto la estrella en  el Oriente y les había llevado a Jerusalén para adorar al Rey de los judíos.

Turbado e impaciente, esperaba el regreso de los Magos, y ya en trance de desesperación, al no haber retornado los Reyes por el mismo camino, viendo justificados sus temores, ya sabemos lo que hizo: ordenó a su guardia personal, la guardia beduina, el infanticidio de todo niño varón de dos años para abajo de Belén y sus alrededores, para sacar de escena al Cristo.

La liturgia católica recuerda el 28 de diciembre a esos Santos Inocentes. Los honra como mártires porque fueron los primeros en conocer el martirio por la causa del Rey de reyes, perseguido por un reyezuelo, caprichoso y sanguinario.

Hoy mismo se juega la vida, no por unos cuantos facinerosos, sino teniendo como contrincantes a los poderosos más importantes e influyentes del mundo.

La licitud del aborto es, sin duda, el drama más importante de la sociedad actual, porque se pretenden acuñar como leyes, sentencias y movimientos que atentan al fundamental derecho de toda persona: su vida, admitiendo la eliminación del ser humano por motivos que, aunque literalmente parezcan apabullantes, son meras excusas ante la solidez de la defensa de toda vida.

Leyes inicuas tratan de situar en el mundo espaciosos argumentos para bendecir y verificar el aborto, asesinato vil de inocentes. No son tontos los que defienden el abominable crimen del aborto, pero sí falsos disimuladores que tratan de eliminar la población de los países pobres, insuflando la conclusión de que, a más gente en el mundo, más hambre, más pobreza, menos desarrollo. Pero, situados en la atalaya del bienestar, no pretenden confesar que, si ellos distribuyeran con justicia los bienes que botan lamentablemente, no se necesitaría de tanta planificación asesina, porque la repartición equitativa de las fortunas llegaría a enjugar las lágrimas de la pobreza y el subdesarrollo.

Nuevos Herodes son los poderosos señores de poderosos países y organizaciones internacionales conculcadores del principal derecho humano, el derecho a la vida, derecho natural, sacrificado a menudo por un sin número de causas sociales.

Hoy por hoy, la ONU proclama la libertad humana, una libertad sin fronteras, de modo que toda persona queda muy por encima de sus gravísimas obligaciones familiares, en cuanto que se confunde con la descarada búsqueda de la felicidad. La familia no puede quedar a merced de un timonel que desconoce las exigencias del sextante o de la carta náutica, para ser dirigida por los caprichos amenazadores de un timonel embriagado por el ansia del placer y nada más.

En lo que respecta al aborto, el derecho a la vida prometido a “todos” en la Declaración Universal (Artículo 3) raramente se aplica a los no natos, mientras que el derecho a la salud o a un nivel de vida adecuado (Artículo 25) se ha ampliado considerablemente para incluir el presunto derecho de la mujer a acceder a los servicios de aborto.

En vísperas de la Navidad, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, presidida por el peruano Diego García-Sayán conocido en su país como el rey del aborto, en un lamentable ejemplo de la cultura de la muerte, ha condenado al Estado de Costa Rica por haber prohibido la fecundación in vitro (FIV) hace 12 años. Este organismo, arrogándose el poder de decidir cuándo comienza la vida humana, ha perpetrado el más grave mal contra la vida del niño por nacer y la defensa de la persona humana, introduciendo una peligrosa distinción entre ser humano y persona de manera tácita, abriendo las puertas al homicidio del aborto, la manipulación de embriones, etc.

Con razón la Beata Teresa de Calcuta expresó:

El aborto mata la paz del mundo. Es el peor enemigo de la paz, porque si una madre es capaz de destruir a su propio hijo, ¿qué me impide matarte? ¿Qué te impide matarme? Ya no queda ningún impedimento,

y con razón también el Papa ha remarcado una vez más que en la lucha por la familia está en juego el hombre mismo.

24.12.12

Con Jesús o contra Jesús

Luego del pecado cometido por nuestros primeros padres en el jardín, Dios dijo a la serpiente: Enemistad pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar” (Gn 3, 15). Este sagrado texto del protoevangelio, revela una lucha crucial, singular y absoluta, entre el tentador Satán y el futuro Redentor, Jesucristo, que resonó a través de los tiempos y los pueblos. Cuántas esperanzas no descansaron sobre esta profecía en espera del Redentor prometido del género humano, que terminará en triunfo para la descendencia de la mujer (cf Lumen Gentium, n. 55).

Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre (cf Lc 2, 6-7); unos sencillos  pastores son los primeros testigos del acontecimiento. En esta pobreza se manifiesta la gloria del cielo (cf Lc 2, 8-20).

Emociona contemplar la actitud de humilde fe de los pastores ante el mensaje que reciben de los ángeles la noche de la Navidad. Dejan sus rebaños a buen recaudo, toman algunos sencillos obsequios y se dirigen hasta la gruta donde adoran a su Dios, le expresan su gratitud y su amor y dejan en sus manos lo mejor que tienen entre sus pertenencias.

Un poco más tarde los Magos reciben el mensaje de la estrella, también ellos dejan su hogar y se embarcan a la arriesgada aventura de un largo viaje, llegan a Belén, adoran reverentemente a Jesús como a Dios y Señor. Le ofrecen, oro, incienso y mirra, y le manifiestan su admiración por su categoría, su sumisión por la dignidad, su amor por la delicadeza que mostró al venir al mundo y avisarnos de tan maravillosa noticia.

Pero hay un personaje desconfiado, diverso, enemigo de la realidad de la Navidad, es Herodes. La noticia del nacimiento de su Salvador no le alegra, disimula su estupor ante los magos y les pide que le manifiesten dónde lo han hallado para aniquilarlo.

Actitudes contrarias de la Navidad, que se repiten también hoy, y parten en dos a la humanidad: El egoísmo tanto del grupo como el individual, nos tiene prisioneros de nuestros intereses y deseos, que contrastan con la verdad y nos dividen unos de otros. Despertad nos dice el Evangelio. Salid fuera para entrar en la gran verdad común, en la comunión del único Dios (Benedicto XVI, 24-XII-2009).

Por una parte quienes necesitan a su Dios, se preparan íntimamente a recibirle, anhelan el encuentro personal con su Redentor en la cuna de Belén y gozan con el mensaje de su Dios, que desde la cuna les dirá: ¡no, yo no quiero la condenación del pecador, sino que se convierta y viva! Es un mensaje repetido por casi todos sus grandes profetas a través de los siglos.

Hay que elegir a tiempo. Interesa mucho la actitud que elija cada uno de nosotros ante el Dios Niño: lo aceptamos o lo rechazamos.

Lo adoramos y acogemos como los pastores y magos, o lo tratamos de degollar como Herodes. De este Niño no se ríe nadie, ya que Él juega la última carta y la última partida. Ante su tremenda y majestuosa presencia de Juez Eterno acudiremos todos, uno por uno, con tiempo suficiente para contentar nuestra vida con sus transgresiones y traiciones, y con actos generosos de bondad, nadie, ninguno se escapa de ese puente. El poderoso Herodes debería presentarse ante el Juez Jesús, lo mismo que el más modesto de los pastores. Como también pasaremos ante ese tribunal Usted y yo.

Importa mucho como conciba yo la Navidad, y como me prepare a celebrarla, como fiesta profana, o como encuentro gozoso, amistoso con mi Dios hecho Niño.

Herodes combate la Navidad matando niños. Es la ideología del mal encarnada en las estructuras sociales, que atenta contra la sacralidad de la vida humana, promoviendo la manipulación genética, esterilizaciones masivas, corrupción de la inocencia, eutanasia -ahora extendida también a los niños-, y, sobre todo el aborto que ataca la raíz misma de la vida.

Más que la lucha marxista de clases, lo que divide a los hombres en dos vertientes es la Navidad: o se acoge dignamente al Divino Niño en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y gozo en el cielo, o se la rebaja a una especie de carnaval.

Apresuremos con nuestro deseo el momento de su llegada; purifiquemos nuestras almas para que sean su mística morada y nuestros corazones para que sean su mansión terrenal; que nuestros actos de mortificación y desprendimiento “preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos”.

¡Feliz y santa Natividad del Señor!

20.12.12

Profetas de calamidades

Tres fuentes actuales de profecías irrumpen con fuerza la cultura religiosa: 1) la fuente protestante; 2) la proveniente del mundo secular, y, 3) la del mundo profético católico.

Respecto del profetismo proveniente del mundo secular, hace tres años Carlos Eduardo Rodríguez Cañón, decía en una jornada de presentación de sus libros:

un abanico de futurólogos de distintas disciplinas, profesionales que estudiando las distintas culturas y hechos científicos, ecológicos y cosmológicos muestran que en muchas culturas y épocas ha habido un mundo profético que habla sobre una futura generación que ha de sufrir una serie de tribulaciones. Según ellos muchas de estas, dan épocas aproximadas de su cumplimiento y coinciden con la época actual: por ejemplo las llamadas profecías mayas; vemos este despliegue -desde hace ya varios años- en la llamada televisión cultural como History Chanel, Infinito, y NatGeo, que amalgamando un cientificismo y calidad técnico-comunicativa demuestran que se están cumpliendo todas las profecías de los mayas, de Nostradamus, etc…. ¡Hasta se atreven a poner fecha para el “fin del mundo”!: 21 de diciembre de 2012.

El fin del mundo es una trampa muy utilizada por los charlatanes del catastrofismo, para engañar a los ignorantes. Hubo varios falsos profetas que creyéndose especialmente inspirados por revelaciones particulares divinas señalaron fechas concretas en el calendario. Todos ellos fracasaron absolutamente porque llegaron dichas fechas señaladas con tanta solemnidad y Cristo no ha llegado aún en su segunda venida. Un elenco extenso de sectas fundamentalistas, anunciaron varias veces la cercanía del fin del mundo y del juicio final, pasaron las fatídicas fechas y el mundo sigue su curso, y consecuentemente, por ejemplo, los Testigos de Jehová, no se atreven ya a señalar una fecha concreta, no fueran a caer nuevamente en ridículo, si no volvieran a acertar.

Giorgio Bongiovanni, el falso estigmatizado que anuncia la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo en un platillo volador, predijo el fin del mundo para 1991, 1993 y 1996, y hasta  el afamado diseñador de modas conocido como Paco Rabanne en un repentino acceso de adivino,  anunció al mundo que la estación espacial rusa Mir iba a caer sobre París el 11 de agosto de 1999, en coincidencia con el último eclipse total de Sol del milenio, lo quesegún una peculiar lectura de las Centurias de Nostradamus— iba a suponer la aparición del Gran Rey del Terror.

Nuestro Señor Jesucristo manifestó que el fin del mundo y el juicio final eran dos enigmas, ya que Dios mismo no quiso manifestar a ninguno qué fecha sería. Ni al Papa de Roma por mucha categoría que tenga, ni al fundador de los Testigos de Jehová ni a ningún otro profeta. Lo dijo nítidamente Cristo: En cuanto se refiere a ese día y a esa hora no lo sabe nadie, ni los ángeles de Dios, ni siquiera el Hijo, sino el Padre” (Mc 13, 32).

Es cierto que Cristo ha de llegar en su segunda venida para juzgar a vivos y muertos, puesto que lo afirma Él mismo. Otra cosa y muy distinta es cuándo haya de venir. La fecha queda en el misterio, de ahí que la gran preocupación de Jesús en su predicación, es de que estemos preparados en todo momento (cf.: Lc 17, 26-28). Y ¡ay de aquél que no se haya preparado suficientemente!

Bien está que se aproveche de esta nítida verdad de la Escritura, de la venida definitiva de Jesús como Juez para excitar a las almas a la conversión. Si Jesús nos habló de esa su venida, nos habló con la intención de que en ningún momento olvidásemos que llegaría el Juez y que todos pasaríamos por ese juicio, y que podría ser hoy mismo, ya que la Biblia no se opone a esta posibilidad. Lo que quiere Jesús es que estemos atentos, vigilantes para que ese día no nos sorprenda como un ladrón (1Tes 5, 4).

Jesús recomendó vivamente que estuviéramos en estado de alerta ya que ignorábamos el día y la hora de su llegada. La actitud de los fundamentalistas tiene su explicación en la Biblia misma. Desean estar preparados a la venida del Señor, algunos abandonan sus bienes y se despojan de todo. En lo que se engañan es en señalar un día concreto para esta venida definitiva de Jesús ya que ese día lo ocultó expresamente el mismo Dios.

Así, esperar la Parusía de nuestro Señor Jesucristo, significa tomar en serio nuestra condición presente. Cada vez que se hace necesaria una decisión, el hombre compromete su destino eterno. Esto explica la afirmación que hallamos en el Evangelio de san Juan: Ahora es ya el juicio del mundo (12, 31).

El verdadero cristiano vive con esto la realidad del juicio en todos sus pasos. Su vida toda adquiere una terrible seriedad por su conexión con el destino eterno. Espera todavía el último día y exclama el Maranatha – el Señor viene-, pero sabe también que quien escucha la palabra y cree… tiene la vida eterna y no está sujeto al juicio (de condenación) sino que ha pasado de la muerte a la vida (Juan 5, 24).