Católicos tan contentos con la reforma educativa
Sirvan estas líneas para mostrar mi perplejidad por la reacción que ciertas entidades educativas católicas han tenido respecto al Anteproyecto de Ley de Mejora de la Calidad de la Enseñanza del Partido Popular. Me refiero a Escuelas Católicas, institución que aglutina a los titulares de los colegios católicos; CONCAPA, la Confederación Católica de Padres de Alumnos y Padres de Familia; y CECE, la Confederación de Centros de Enseñanza, que agrupa a centros de iniciativa social (no sólo católicos).
Y es que la reforma educativa impulsada por el Ministro Wert no hace mención alguna de la clase de Religión, convertida en asignatura María por los sucesivos gobiernos –de izquierdas y de derechas- que ha habido en España. En absoluto se habla de impartir la Religión en condiciones equiparable a las demás materias fundamentales, como dicen los Acuerdos Iglesia-Estado.
Además, el Partido Popular no ha eliminado Educación para la Ciudadanía. Si bien desaparece en la Educación Primaria, se mantiene en Secundaria con el nombre de Educación Cívica y Constitucional.
Pues bien, en la valoración que Escuelas Católicas hizo del Anteproyecto de Ley, esta institución “reconoce el esfuerzo del Gobierno por la mejora de la calidad educativa” y no hace referencia alguna a la ausencia de la clase de Religión en el texto, ni tampoco a la continuidad del adoctrinamiento estatal en las aulas.

UNICEF predica la defensa y promoción de los derechos de la infancia y de la juventud. Su lema: “UNICEF protege a los más débiles. Colabora con nuestra labor”, propone que cualquier ley o política no debe contradecir el bien del niño, por ejemplo, su derecho a la vida. De ahí mi perplejidad al comprobar como esta organización invierte parte de las donaciones de los que de buena fe contribuimos con su causa, en comprar y distribuir máquinas de succión para realizar abortos, en apoyar el aborto terapéutico en Nicaragua y Méjico, o en la promoción de preservativos entre adolescentes.
Ya sé por qué no hay vocaciones al sacerdocio. La causa está allá donde no es fácil verla. A veces nos dejamos llevar por tópicos y tendemos a culpar de la falta de vocaciones a la secularización reinante, a la relajación de las costumbres, a Zapatero y sus secuaces si se tercia, a quien sea, sobre todo de fuera de la Iglesia.









