Sobre las maniobras de infiltración LGTB en la Iglesia
Después de confirmar el martes que no se trata de acoger al pecador sino de bendecir al pecado, decidí que tenía que acudir el sábado. La experiencia me confirmó muchas cosas de las que ya sabía.
Nos presentamos mi hijo pequeño (15 años) y yo en el lugar de la convocatoria, apenas 2 minutos después de la hora fijada para la «eucaristía en tierra de acogida». Tanto la puerta de la iglesia como la del convento estaban cerradas. Se acercan un anciano acompañado de un hombre relativamente joven. Con sólo ver al joven sé que viene a esto. Le dice al anciano «aunque esté cerrado, yo llamo y nos abren» mientras maneja el móvil. Y, efectivamente, la puerta se abre y aparece una mujer con una camiseta de la organización convocante.