Carta de un hombre oprimido

Pues resulta que me pasa una cosa que quería compartir con vosotros. Desde un tiempo a esta parte tengo en mí sentimientos encontrados. A pesar de tener cuarenta años, mi interior me dice que tengo más de sesenta y cinco. Ya sé que mi DNI, mi partida de nacimiento, el sentido común y mi cuerpo (bien conservado y sano, por cierto), dicen lo contrario, pero es que yo creo que no es así, que algo en mi interior me hace sentir como un señor maduro de sesenta y cinco añazos.

De paso, sólo de paso, siento que ya no quiero trabajar más. Según mis sentimientos ya he llegado a la edad de jubilación y es hora de dejar atrás la fatiga, los agobios y los madrugones propios de la edad laboral. Eso sí, quiero cobrar mi pensión puntualmente, tener tiempo libre perpetuo, dar paseítos, leerme el periódico entero, tomar café a media mañana con tranquilidad, irme bien barato de vacaciones con el Imserso y supervisar las obras municipales. Mi interior me pide esto, me exige esto, quiere sacarlo de mí, manifestarlo al mundo. ¡Que se me oiga bien alto!

Ya he ido a la Seguridad Social, al Ministerio de Trabajo, a la Consejería y hasta al Ayuntamiento, pero me han dicho que me vaya a paseo. Desde luego son unos intolerantes, unos fascistas y unos talibanes. No dejan a uno que tenga derecho a vivir lo que siente en su corazón. También algunos amigos y familiares me han dicho que esto que siento no es normal, que me lo haga mirar, pero yo ni caso. Pienso luchar por lo que siento y creo,  a pesar de que es una irracionalidad absoluta y de que el mundo entero me dice que esto no tiene ni pies ni cabeza. Mi sentimiento es lo primero, oiga. La razón, dejémosla a un lado. Sólo la usaré para apuntalar y justificar mis argumentos, a pesar de que ni la historia, ni la sociología, ni la teología, ni ninguna ciencia me dé la razón.

Por suerte he encontrado otros en mi misma situación. Algunos tienen buena posición, otros tienen dinero, otros manejan algunos medios de comunicación y otros están metidos en el mundo empresarial o político. Juntos hemos formado una asociación para defender nuestros derechos ante el mundo. Seguro que nada se nos opone. Ya hemos comenzado a influir en la sociedad, a lanzar nuestras ideas, a ir concienciando a la gente que nuestro derecho a cobrar la pensión con cuarenta años es justo y legítimo. A cualquiera que nos argumenta en contra le llamamos intolerante, fascista, retrógrado, conservador, talibán, neocon o clerical. Es fácil: nos hacemos las víctimas, lanzamos algún mensaje con sentimiento (es lo que importa, ¿no?) y vamos, poco a poco, ganándonos a la opinión pública. Sólo somos el 0.1 % de la población, pero diremos que somos más para que todo cambie y se nos reconozca.

También la Iglesia se ha opuesto a lo que sentimos. Nos argumentan con numerosas citas de la Sagrada Escritura, los Santos Padres, la Tradición, la Teología moral, el Catecismo,… No nos importa. Nos pasamos todo ello por el arco del triunfo. Jesús quería que todos fuésemos felices, ¿no? Cambiaremos la Sagrada Escritura si es preciso para que ésta nos dé la razón. Estos curas, ¿qué se habrán creído? ¿Que son nuestros pastores?

También las ciencias nos dan la lata. Algunos expertos en psicología, escritores de varios libros de éxito, nos dicen que pueden reconducir la situación si queremos. Incluso alguno ha pasado por lo que nosotros y dice que ya está “sanado”. ¿Sanado? ¿Es que estamos enfermos? ¿Quién osa decir eso? Enfermos los miopes, los diabéticos o los que se creen Napoleón, pero ¿nosotros? ¡Qué falta de tolerancia hacia lo que sentimos! ¡Hay que hacer callar a esta gente como sea! Si es preciso con boicots de sus libros, de sus conferencias, de sus blogs, o persiguiéndolos hasta en su empresa o casa. Sabemos que algunos de los nuestros han cambiado, reconocen su verdadera edad, y ya no van con nosotros, pero eso, que quede claro, es fruto de su opción personal. Por si acaso, desacreditaremos a todo aquel que emita un estudio científico contra nosotros. No podemos permitir más disidencias o cambios en la opinión pública. ¡A por ellos! ¡Hay que silenciarlos!

Entre los actos más sonados del año está nuestra “Cabalgata del Orgullo de la Ancianidad”. Es un acto público, festivo, dicharachero. En definitiva es hacer el payaso y llamar la atención. Nos sentimos orgullosos con nuestra edad sentimental. Públicamente reclamamos nuestra pensión, nuestros derechos de ancianidad, nuestro reconocimiento jurídico. Como la Cabalgata vende, reúne gente y da votos, ya se han sumado a ella numerosas marcas comerciales (hasta la Coca-cola, nada menos), partidos políticos y hasta instituciones públicas, que han exhibido nuestra bandera en sus edificios públicos. Todo un logro, oiga.

Incluso ya nos dan subvenciones, ¡cómo no! La lucha necesita fondos. Si le quitan dinero a otras ONGs, a los pobres o a las misiones, pues que se fastidien. Lo primero es lo primero, nuestros derechos. Pobres hay siempre. Además con estas subvenciones podremos seguir comprando medios de comunicación, editoriales (los libros de texto son nuestro objetivo número uno) o apoyando políticos o empresas que nos ayuden a cambiar la opinión pública. De la nada hemos creado un imperio. Sólo vendiendo un sentimiento. Pero que no se entere nadie que hemos conseguido tener una red mundial de grupos de presión o lobbys, que eso no es cool.

Pues bien, ya termino. Tenemos que seguir luchando, cambiando la intolerante, ruín, fascista, sectaria, fanática e intransigente sociedad. No entiendo cómo pueden pensar distinto de nosotros. La verdadera democracia es la que respeta las minorías, la que piensa en el desfavorecido y desamparado que sólo quiere cobrar su pensión con cuarenta años, la que respeta un punto de vista como el nuestro. Seguro que dentro de poco me telefonea el ministro diciendo que ya me conceden la pensión. ¡Y a vivir!

David Jiménez

8 comentarios

  
Pilar
Genial!!!!!
22/08/15 12:45 PM
  
Francisco Javier
Solo veo un fallo en el artículo: se muestra intolerante y falto de respeto hacia Mi persona y no da el debido trato hacia Mi condición.

Lo pagará caro. Yo, el Sire, soy un enemigo implacable.

Firmado: Francisco Javier Napoleón
22/08/15 2:44 PM
  
Maribel
Esto clarifica mucho el tema de hacernos comulgar con ruedas de molino.

Siempre con el temor a ser tachados de intolerantes, nos comemos ideas que el sentir de nuestra razon nos dice que no.
Felicitaciones.
23/08/15 9:49 AM
  
Eme
Tranquilo, no se sienta oprimido y sin apoyo; siéntase oprimido, pero con buen apoyo. Erich Fromm en "La Revolución de la Esperanza" estaba de acuerdo con usted en que la gente debiera pensionarse a la edad de usted.
26/08/15 6:19 AM
  
Conchi
Ja,ja,ja.!!!

02/09/15 7:59 PM
  
abuelajuana
Muy bueno su artículo.

Es verdad que han surgido verdaderos genios en cuanto a manipular la opinión publica y me parece que el mejor antídoto es el humor.
Felicitaciones!
20/10/15 3:45 PM
  
Néstor
Lo de los cuarenta años, ni uno menos, me parece discriminatorio...

Saludos cordiales
28/12/15 5:32 PM
  
Luis Piqué
La democracia fascista, con sus títeres políticos, está al Servicio de los Ricos Avaros, como todos los Regímenes, que les Tiran una Limosna a la Cara para que vivan Regiamente. Las Libertades democráticas ¡que no la Libertad, que es sólo Una y consiste en el Deber y la Felicidad que da! sólo sirven a los políticos democráticos para Robar y Tiranizar ¡Nos Votamos, periódicamente, un Tirano, no como en la Cristiandad o Edad Media que los Parlamentos tenían que sujetarse a unas Ordenes estrictas del Pueblo! La Tiranía democrática no nos deja ni Respirar, en su Infernal e Inhumano Totalitarismo ¡en el fondo el ateísmo y la Herejía de la Modernidad! y es Peor que la Dictadura de Franco y su Autoritarismo ¡Todos los Sistemas tienen defectos, pero me quedo ¡prefiero! el Franquismo! ¡Muera la democracia fascista, nazicomnista y nazifeminista! ¡Viva Franco! ¡Arriba España! Ja, Ja, Ja ¡Es Broma! ¡Viva la Libertad! ¡Viva Dios!
22/04/16 5:57 PM

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