
Hay señales que ni los más escépticos pueden ignorar. En un momento en que la apostasía silenciosa se convierte en programa de Estado y las élites celebran la descristianización como un progreso, surge otro fenómeno, más profundo y arraigado. En los rincones discretos de la Francia eterna, la de los campanarios y los cruceros, una juventud se levanta. La Francia católica no está muriendo: se está levantando.
La creían muerta. La decían superada. Y sin embargo, está resurgiendo —como tantas veces, en la prueba, en la humildad, en la fidelidad. Este despertar, silencioso pero vigoroso, se ve en las cifras, en los corazones, en los sacramentos.
Durante la Noche Santa de Pascua de 2025, 10.384 adultos recibieron el santo bautismo en las iglesias de Francia. Una cifra sin precedentes, con un aumento del 45 % respecto al año anterior, y del 90 % respecto a 2023.
En algunas diócesis, los catecúmenos se han duplicado. En diez años, su número ha aumentado más de un 160 %.
Pero lo más llamativo es esto: la mayoría de los bautizados tiene menos de 25 años. No son nostálgicos, ni hijos de familias tradicionalistas. Son almas que, en su mayoría, vienen de un mundo sin Dios, que lo han probado todo, salvo la luz, y que al final de su búsqueda redescubren la verdad y la belleza de la Iglesia católica.
No se trata de conversiones superficiales, sino de compromisos profundos. Lejos del relativismo dominante, estos jóvenes abrazan la fe católica como una doctrina integral que da forma a la vida, a la inteligencia y a la moral. No vienen a buscar un sentimiento religioso vago, sino un camino de salvación.
Leer más... »