El fundador de la Fraternidad San Vicente Ferrer, P. Louis-Marie de Blignières, habla de su espiritualidad

En 1979 el P. Louis-Marie de Blignières fundó la Fraternidad San Vicente Ferrer. En esta entrevista nos explica a grandes rasgos la historia y espiritualidad de la Fraternidad, institución aprobada por la Iglesia, que celebra la Santa Misa tradicional según el rito dominicano y vive conforme al espíritu fundacional de Santo Domingo de Guzmán. Esta espiritualidad les enraíza en la historia patrística y medieval por medio del trípode de las bellas disciplinas conventuales, de la liturgia y del estudio; y les envía en misión para tocar los corazones por todos los medios apropiados. 

Las decenas de miles de peregrinos que han acompañado, los tres mil fieles que han seguido la Retirada del Rosario, los lectores de su revista y de sus libros, los numerosos jóvenes que han participado en uno de sus campamentos de formación o en Aquinas, las cincuenta mil personas que siguen sus vídeos de Cuaresma, la ayuda prestada desde hace diez años a los cristianos de Oriente… son testigos del eco que puede encontrar en la sociedad posmoderna un «apostolado marcado con una nota doctrinal». 

¿En qué contexto nació la Fraternidad San Vicente Ferrer?

Nació del encuentro entre una miseria y una luz. La miseria: la de hijos perdidos, los hijos de un siglo nihilista. La luz: el rostro de un padre, santo Domingo. Mi generación, que llegó a la edad adulta hacia mayo del 68, estuvo marcada por la experiencia de unas «élites» que ya no sabían responder a las preguntas de nuestros veinte años. En el momento histórico del paso de los grandes totalitarismos a la «sociedad de consumo», buscábamos verdaderos padres. Sentíamos el vacío que provocaban la ausencia de Dios y el desconocimiento de esas razones para vivir que proporciona la verdad filosófica y religiosa. Constatábamos que el relativismo que resultaba de esa apostasía no hacía felices a nuestros contemporáneos. Nos conmocionaba la «miseria del error» (santo Tomás de Aquino), que lleva a caminar hacia el absurdo temporal y la pérdida eterna de las almas.

El padre dominico que me dio el hábito, el padre Michel-Louis Guérard des Lauriers, dirigió nuestra mirada hacia el rostro de santo Domingo. Nos sentimos fascinados por él, fuimos cautivados… nuestras vidas cambiaron. Los hijos perdidos habían encontrado un padre.

¿Qué le impresionó particularmente de ese padre?

La fuerza que irradia: la de la verdad, buscada, contemplada y amada. La ternura que transmite: la compasión por los que se pierden. Domingo, según una expresión del padre Gardeil, O.P., es un «sabio que llora», el santo de la «misericordia de la verdad». «Da la noche a Dios y el día al prójimo». Se flagela, se inclina, se postra, reza con un ímpetu plenamente castellano ante los altares de la iglesia conventual, y luego ruge: «¿Qué será de los pecadores?». Y recorre los grandes caminos cantando, «manifestándose en todas partes como un hombre del Evangelio, de palabra y de obra» (beato Jordán de Sajonia). Domingo se entrega por entero a esas dos facetas de la misericordia de la verdad: la angustia por la salvación de las almas y la gracia de la predicación.

¿Cómo se unen esos dos aspectos de la misericordia?

Una noche en la que Domingo dedica sus esfuerzos a ganar a su huésped maniqueo para la verdad de la encarnación, entre esos dos polos brota un arco luminoso. Tiene la certeza de que la palabra del contemplativo que él es —madurada en el silencio del claustro, al canto del oficio y de la santa misa, y en el estudio constante de la verdad sobre Cristo— es eficaz para tocar los corazones. De esta revelación surgió la intuición de una Orden de Predicadores: vida conventual, oración litúrgica y estudio al servicio de la predicación.

¿Cómo se organizó esa intuición en una vida religiosa?

Domingo es tradicional y a la vez innovador. Es un hombre de la Edad Media que ama su tiempo. Es también un hombre de estudio y de derecho, que comprendió los nuevos retos que su época debía afrontar. Siempre me impresiona el espíritu profundamente católico de su intuición. Según las palabras de Humberto de Romans, Domingo retoma de la antigua tradición canonical «lo que es difícil, lo que es bello, lo que es sabio», pero concede una importancia nueva al estudio. Por último, suaviza la dureza de esa vida mediante el uso de la dispensa «en todo lo que pudiera obstaculizar el estudio, la predicación y el progreso de las almas». Nos enraíza en la historia patrística y medieval por medio del trípode de las bellas disciplinas conventuales, de la liturgia y del estudio; y nos envía en misión para tocar los corazones por todos los medios apropiados: «Nuestro estudio —dicen las primitivas Constituciones dominicanas— debe tender por principio, con ardor y con todas nuestras fuerzas a esto: capacitarnos para ser útiles al alma del prójimo».

¿Es válida esta intuición de un hombre del siglo XIII para los tiempos modernos?

Ese es, en todo caso, nuestro desafío. Después de leer en 1975 la vida de nuestro Padre, me convencí de que lo que dio fruto a comienzos del siglo XIII lo daría también a finales del siglo XX: sencillamente porque lo gratuito es eficaz. Tras casi cincuenta años, los frutos de los retiros del rosario, las formaciones de jóvenes o familias, y nuestras publicaciones lo confirman: el secreto de Domingo no puede envejecer. Es la seducción irresistible de un ser totalmente cautivado por Cristo. «Cuanto más noble es una verdad —escribe Romano Guardini—, más ha de contar con la actitud caballeresca del espíritu». Hay almas a las que les ha bastado contemplar la mirada de Domingo sobre Cristo crucificado, abrazando los pies ensangrentados del Salvador, en el fresco de Fray Angélico, para sentirlo en lo más profundo del alma. Nosotros fuimos de esas almas.

¿Por qué fundó entonces un Instituto nuevo?

Nacimos en un contexto de crisis. Entre los propios religiosos se menospreciaba la virtud sobrenatural de «religión», que debe estructurar su vida. Las provincias dominicanas existentes se vieron afectadas por la ola de cuestionamientos: interpretaciones heterodoxas del concilio, crisis litúrgica, secularización, dudas sobre la eficacia (e incluso la verdad) de la doctrina de santo Tomás… Un padre dominico (que más tarde ocuparía altos cargos en la Iglesia) me escribía en 1977: «Ninguna de las opciones posibles ofrece una vida dominicana perfecta. La vocación dominicana debería ser lo bastante fuerte como para poder vivirla a pesar de ciertas miserias actuales; del mismo modo que hoy uno se hace sacerdote a menudo a pesar de los seminarios, pero porque busca el sacerdocio». Así que intentamos, en septiembre de 1979, una nueva fundación. Pero éramos conscientes del carácter provisional de nuestro proyecto. A la espera de una regularización, no pronunciamos votos perpetuos.

Nos parecía también fundamental profundizar en las cuestiones doctrinales en debate y trabajar por la unidad en la verdad. Desde 1980 multiplicamos los contactos con obispos y teólogos y redactamos trabajos sobre la crisis de la Iglesia, entre ellos investigaciones exhaustivas sobre la libertad religiosa.

¿Cuál fue el resultado de este trabajo?

En 1988 llegamos a un cambio de posición sobre esta cuestión. La Declaración del concilio sobre el tema era ciertamente «débil, equívoca, peligrosa, pero no errónea en su enseñanza principal». Al mostrar una posible continuidad con el magisterio anterior, señalábamos los límites de la Declaración y recordábamos los derechos de Cristo Rey sobre todas las sociedades humanas. Esto nos valió tantos enemigos como amigos. Los documentos magisteriales posteriores nos confirmaron en la certeza de que en el Vaticano II la Iglesia católica no había renunciado en el fondo a su enseñanza tradicional (como afirman opositores de uno y otro lado). Es posible, sin disidencia y también sin neomodernismo, estar en comunión lúcida con el magisterio auténtico de la Iglesia.

¿Cuál fue la reacción de la Santa Sede?

En primer lugar, una acogida cálida y paternal. A pesar de nuestro reducido número, la Comisión Pontificia Ecclesia Dei nos erigió el 28 de octubre de 1988, apenas dos meses después de nuestra solicitud, en Instituto de derecho pontificio. Nuestras Constituciones fueron aprobadas definitivamente el 5 de abril de 1995. Luego vinieron los ánimos. En una audiencia privada en 1989, san Juan Pablo II nos felicitó por nuestros estudios. Posteriormente, fuimos agradecidos por el cardenal Ratzinger, y después por Benedicto XVI, por lo que habíamos hecho en la línea de la hermenéutica de la continuidad. Las relaciones con Ecclesia Dei y con otros Dicasterios de la Santa Sede estuvieron marcadas por la benevolencia.

¿Han abandonado toda reticencia respecto a los textos, su interpretación y su aplicación?

Los fieles y los teólogos tienen «el derecho e incluso el deber» (can. 212 § 2) de llamar, con espíritu constructivo, la atención sobre aspectos negativos de la práctica de los obispos y de la Santa Sede. Parte del discurso actual en materia de ecumenismo, diálogo interreligioso, relaciones con la sociedad civil, colegialidad o sinodalidad, liturgia, teología del matrimonio, contribuye a la crisis de identidad que atraviesa el catolicismo. Lo hemos hecho saber respetuosamente —mediante memorias, notas privadas, artículos en nuestra revista Sedes Sapientiæ— en relación con Asís, las peticiones de perdón, el estatuto de la misa tradicional, especialmente desde Traditionis custodes, los errores sobre la noción de comunión católica, la cuestión de la autonomía de la conciencia, las medidas perjudiciales para la vida religiosa de Cor Orans, el acceso de los divorciados vueltos a casar a los sacramentos. Cuando la confusión aumenta, la claridad doctrinal es más oportuna que nunca.

¿Cuáles son sus relaciones con los dominicos?

Durante sus estancias entre nosotros, algunos padres nos decían que reencontraban la vida de su noviciado anterior a la crisis de los años sesenta. Los contactos intelectuales o relativos a la vida religiosa son excelentes con muchos padres de Francia o del extranjero (Suiza, España, Italia, Alemania, Inglaterra, Polonia, Irlanda, EE. UU.…). Recibimos del antiguo Maestro de la Orden, Damian Byrne, la «participación de los bienes espirituales de la Orden», lo cual no es poca cosa. A menudo son dominicos quienes predican nuestros retiros comunitarios. Las autoridades de la Orden no acogieron bien, al principio, nuestro reconocimiento canónico. Posteriormente, se inició un intercambio con los Maestros de la Orden para estudiar la posibilidad de entrar en la «Familia dominicana». Pero las exigencias de la Orden, que no respetaban nuestra identidad, especialmente litúrgica, nos hicieron abandonar esa vía. Cabe destacar que mantenemos relaciones teológicas o universitarias estables, sobre todo con los padres dominicos de las Universidades de Friburgo en Suiza, de Toulouse en Francia y del Angelicum en Roma, donde nuestros padres obtienen diplomas canónicos.

¿Por qué su Instituto está bajo el patrocinio de san Vicente Ferrer?

Porque es un «apóstol de tiempos difíciles». En una época en que se acumulaban las catástrofes —guerras, peste y el Gran Cisma—, san Vicente (1350-1419) hizo brillar las tres facetas de la gracia única de santo Domingo: intelectual, espiritual y apostólica. A él debemos esta sentencia lapidaria, de una verdad candente en nuestros tiempos de miseria litúrgica: «La santa misa es el acto más alto que pueda existir en materia de contemplación». Su predicación de las grandes perspectivas escatológicas, su concepción de la cristiandad y su energía son una lección para la modernidad occidental, que se desliza hacia el suicidio de civilización por materialismo y desesperación.
¿Por qué celebran la misa según el rito dominicano?

El rito dominicano es una de las formas del rito latino vigente durante la Edad Media, antes de que san Pío V unificara las distintas variantes empleadas en las diócesis. Al promulgar la bula Quo primum tempore en 1570, dispuso que todos los ritos con más de dos siglos de antigüedad, como los ritos lioneses y ambrosiano (Milán), se mantuvieran. Gracias a ello, algunas órdenes religiosas —cartujos, cistercienses, carmelitas de la común observancia, dominicos— conservaron su rito propio, incluso en el ministerio parroquial. El rito dominicano es similar a la misa romana tradicional, pero se diferencia en los textos y gestos de las oraciones preparatorias, del rito de la oblación y de la comunión del sacerdote, así como por ritos como el cirio encendido al comienzo del canon, la apertura de brazos después de la consagración, el beso de paz. Es un rito muy hermoso en su nobleza y sobriedad. Las prácticas dominicanas son a menudo más antiguas que las de la misa tridentina. La misa solemne es espléndida. El conjunto forma parte de los grandes tesoros de la Iglesia de Occidente.

¿Por qué han emprendido obras de ampliación en su convento?

Se trataba de completar la base conventual de nuestra vida, lo que la tradición dominicana llama la «casa de la contemplación»: un lugar donde el silencio madura la palabra de la predicación, donde la búsqueda de Cristo se apoya en un estudio fervoroso, donde el santo sacrificio de la misa, en su marco que es el oficio divino, se celebra solemnemente. «No basta con decir —escribe el P. Calmel, O.P.— que la predicación dominicana deriva de la oración y del estudio, es preciso precisar aún más: hay que incluir en la oración lo que aquí abajo es su realización más alta, la expresión que supera toda oración, es decir, el santo sacrificio con la solemnización litúrgica que normalmente se requiere».

Desde el inicio de la fundación, no hemos dejado de acondicionar y ampliar los edificios existentes. Ya no cabíamos en el coro, los locutorios eran insuficientes, la capilla resultaba demasiado pequeña para los fieles los domingos; tuvimos que emprender la construcción de espacios de acogida y de una iglesia conventual, y completar el claustro. Tenemos, en efecto, una necesidad vital de un lugar donde «almacenar» en nuestras almas la luz que debemos llevar a otras almas. Para lanzarnos a nuestros campamentos para jóvenes, a pie, en bicicleta o en canoa; para evangelizar yendo de granja en granja; para catequizar en cafés o en calles peatonales; para intervenir en congresos científicos o filosóficos, o en el TGV con el vecino musulmán o budista que nos interroga; para predicar en Italia, Quebec, Líbano, Egipto y el Kurdistán; y, por último, para defender diplomas sobre temas a veces teológicamente delicados, sea en París, Toulouse, Roma o Friburgo.

La iglesia, bajo el patrocinio de Nuestra Señora del Rosario, fue bendecida en septiembre de 2018 por Mons. Guido Pozzo, secretario de la Comisión Pontificia Ecclesia Dei, de la que dependíamos; la cripta, con los altares necesarios para las misas matinales de los padres, se terminó en el verano de 2019; el bello altar mayor fue consagrado en septiembre de 2023 por Mons. Alain Castet.

¿Es, pues, un convento importante para predicar?

En la visión de santo Domingo, es un punto de apoyo necesario. La vida del convento nos permite dar la Palabra de Dios a las almas en dificultad; compartir, con empatía para todos, la misericordia de Cristo. Muy a menudo constatamos que aquellos con quienes hablamos en nuestros desplazamientos, quienes siguen nuestras enseñanzas o leen nuestros artículos, recuperan esperanza y paz. ¿Qué sucede? Que lo que damos no procede de nosotros, es «el milagro de nuestras manos vacías» (Bernanos).

Damos un poco del entusiasmo sentido al cantar los salmos de David; un poco de la esperanza que transmite el canto del Salve en completas; un poco del recogimiento vivido en la oración; un poco de la gracia recibida en el sacrificio de Jesús, con los gestos tan evocadores del rito dominicano; un poco del silencio saboreado en el claustro; un poco de las razones de creer estudiadas en santo Tomás de Aquino; un poco de la alegría sentida al leer a los Padres de la Iglesia; un poco de la caridad fraterna compartida en la recreación…

Experimentamos entonces con alegría la exactitud de las palabras del Padre eterno a santa Catalina de Siena: «Domingo quiso que sus hermanos no tuvieran otro pensamiento que mi honor y la salvación de las almas, por la luz de la ciencia. ¿A qué mesa ha invitado a sus hijos para alimentarse de esta luz de la ciencia? A la mesa de la cruz. Su religión es toda amplia, toda alegre, toda perfumada: es en sí misma un jardín de delicias».

¿Quiere decir unas últimas palabra a modo de conclusión?

Las decenas de miles de peregrinos que hemos acompañado, los tres mil fieles que han seguido la Retirada del Rosario, los lectores de nuestra revista y de nuestros libros, los numerosos jóvenes que han participado en uno de nuestros campamentos de formación o en Aquinas, las cincuenta mil personas que siguen nuestros vídeos de Cuaresma, la ayuda prestada desde hace diez años a los cristianos de Oriente… son testigos del eco que puede encontrar en la sociedad posmoderna un «apostolado marcado con una nota doctrinal». En el siglo XXI, como en el XIII, la verdadera pastoral está íntimamente animada por la doctrina, honra las aspiraciones más nobles de los hombres. «Cuanto más noble es una verdad […] más ha de contar con la actitud caballeresca del espíritu». Creemos que debemos hacer a nuestros hermanos en humanidad el gran honor de confiar en su sed de verdad, que solo Cristo puede saciar.

Por Javier Navascués

 

22 comentarios

  
Jaime D
Pero que hermoso y esperanzador esto! Gracias por compartirlo. ¿Como es que han sobrevivido a los últimos 12 años? Es un milagro!
11/08/25 8:41 AM
  
Urbel
El entrevistado afirma que la declaración conciliar Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa es "débil, equívoca, peligrosa".

Más que suficiente para rechazarla y atenerse a las enseñanzas fuertes, inequívocas y exentas de peligro del magisterio precedente.

En lugar de seguir intentando acrobacias intelectuales para reconciliar lo claro y preciso con lo oscuro e impreciso.


11/08/25 9:15 AM
  
Víctor Santiago
Que alegría ver que el corazón de la Iglesia que son esas almas contemplativas y activas en salvar almas sigue latiendo con buen ritmo.
Que bien que no hayan recibido ningún visitador apostólico en los últimos años.
Que bueno que se dé a conocer esta realidad que conserva la sana doctrina.
Que gozó ver vivo el celo apostólico de S. Domingo en el s. XXI.
Que pena que no estén cerca de mi casa pero me consuela saber que están cerca de la casa de alguien que tal vez aún lo necesita más que yo.
Ahora que los conozco voy a intentar seguirlos de cerca
11/08/25 10:19 AM
  
Urbel
Jaime D, han sobrevivido al último medio siglo.

Desde que, como cuenta el fundador en la entrevista recibieron el hábito dominico del padre Guérard des Lauriers. Redactor principal del "Breve examen crítico del Novus Ordo" firmado por los cardenales Bacci y Ottaviani. Profesor en la Universidad de Letrán hasta la hecatombe posconciliar y después en el seminario de Econe. Quien terminó sus días como obispo sedevacantista, opinión que también sostuvo el padre de Blignieres hasta que se acogió a la regularización canónica.
11/08/25 10:20 AM
  
Damaso
Nada que ver con los dominicos españoles que están secándose como higueras estériles.
11/08/25 1:08 PM
  
Churrinche
Sin ánimo de desmerecer la labor de la fraternidad, cabe señalar que parte muy significativa de su no aceptación dentro de la familia Dominicana fue su negativa a tener una relación vinculante con el maestro de la orden. Haya sido prudente o justa o no esa decisión (ciertamente lo mismo te toca un fray Bruno Cadoré que un fray Timothy Radcliffe, aunque la organización de la OP siempre ha sido más de abajo arriba que de arriba abajo) del lado de la fraternidad, podemos estar de acuerdo que es un absurdo querer estar adentro de una familia religiosa sin tener relaciones vinculantes con ella. En definitiva lo que se quería era la participación en los frutos espirituales de la orden, lo cual les fue concedido (y considerando que al parecer la concesión del hábito y las constituciones fue dado por Ecclessia Dei o bien sin el parecer de la OP o bien contra el parecer de la OP, generosos han sido). Por si las moscas, la orden no es una villana en esta situación.
11/08/25 1:49 PM
  
Néstor
"En 1988 llegamos a un cambio de posición sobre esta cuestión. La Declaración del concilio sobre el tema era ciertamente «débil, equívoca, peligrosa, pero no errónea en su enseñanza principal». Al mostrar una posible continuidad con el magisterio anterior, señalábamos los límites de la Declaración y recordábamos los derechos de Cristo Rey sobre todas las sociedades humanas. Esto nos valió tantos enemigos como amigos. Los documentos magisteriales posteriores nos confirmaron en la certeza de que en el Vaticano II la Iglesia católica no había renunciado en el fondo a su enseñanza tradicional (como afirman opositores de uno y otro lado). Es posible, sin disidencia y también sin neomodernismo, estar en comunión lúcida con el magisterio auténtico de la Iglesia."

Aleluya. El sentido común al ataque.

Saludos cordiales.
11/08/25 3:43 PM
  
Caballero Jorge
Churrinche, solo para complementar sus buenas puntualizaciones:

Recibir el hábito de quien no está autorizado para conferirlo (El maestro de la Orden, el prior provincial, el prior conventual de la asignación, o sus delegados) es como no haberlo recibido de nadie.

Querían ser dominicos, y el maestro Damian Birne les dijo: sí, claro que sí.... cada uno de ustedes escriba al promotor vocacional, y si se les encuentra idóneos podrán hacer el postulantado, noviciado y formación en alguna provincia dominicana. Obviamente no lo hicieron y tiempo después la Orden tuvo la deferencia de darles la comunicación espiritual. No sé por qué razones.

Efectivamente el Vaticano autorizó a esta agrupación los libros de la OP para que los usaran.
11/08/25 3:51 PM
  
Caballero Jorge
Churrinche dice usted: "es un absurdo querer estar adentro de una familia religiosa sin tener relaciones vinculantes con ella". Pues fue lo que pasó con las monjas carmelitas con las constituciones del 90.
11/08/25 3:53 PM
  
Damaso
Pero que hábito,si los dominicos actuales no lo usan.
11/08/25 4:37 PM
  
Caballero Jorge
Damaso (que no Dámaso), si quiere adecuar su pensamiento a la realidad, le sugiero que vea las fotos del capítulo general que apenas concluyó el día 8. Llenas de dominicos actuales con hábito. Solo por citar un ejemplo autorizado, palmario y fehaciente.
11/08/25 5:18 PM
  
Hermenegildo
Urbel, es curioso que el P. Blignières haya pasado del sedevacantismo a salvar la ortodoxia de "Dignitatis Humanae".
11/08/25 6:36 PM
  
Damaso
Pues me alegra el cambio será de hace poco acá.Por ahí hay uno que dijo que antes desaparecer que volver a la observancia.
11/08/25 7:15 PM
  
Churrinche
Damaso: como en tantas cosas, la alegría va por barrios. Cambia mucho de provincia a provincia. La provincia argentina, por ejemplo, es observante; allí mandan a varios de sus frailes estudiantes a aprender español, los de las provincias este y oeste de EEUU que están muy bien (y la central, que no va muy atrás). Los ingleses, los irlandeses, los franceses, los polacos... también. Puede buscar y mirar.
11/08/25 8:06 PM
  
Giacomo Arlecchi
Que bueno y que hermoso... DEMOS GRACIAS A DIOS!!
11/08/25 9:26 PM
  
Cristián Yáñez Durán
Argumentos cono el que da el RP De Blignieres son los que contribuyen a mantener la confusión doctrinal, haciéndole el juego a los modernistas. Con tal de salvar el concilio, se hacen violencia intelectual, forzándose a entender de modo ortodoxo textos heterodoxos en su sentido obvio e inmediato.
11/08/25 10:11 PM
  
Urbel
Cierto, Hermenegildo, pero creo que esa evolución pivota sobre una premisa común y errada: una noción excesiva de la infalibilidad de la Iglesia.

Cuando el autor creía que Dignitatis humanae era errónea, como había sido aprobada por Pablo VI y confirmada por sus sucesores, forzosamente tenía que afirmar que ni Pablo VI ni sus sucesores eran Papas.

Cuando pasó a creer que Dignitatis humanae era en lo esencial ortodoxa, pasó a aceptar como Papas a Pablo VI y sus sucesores.

Que Pablo VI y sus sucesores sean Papas y que, sin embargo, Dignitatis humanae sea irreconciliable con el magisterio precedente, es una tercera posición posible pero excluida por su noción errónea de la infalibilidad de la Iglesia.



11/08/25 10:38 PM
  
Jordi
Son órdenes decadentes destinadas a la extinción los jesuitas y agustinos y benedictinos, los dos primeros del Papa Francisco y León XIV:

1. Jesuitas:
- Máximo: (1965) 36.038 miembros.
- Mínimo: (2024) 14.269 miembros.
- Decaimiento absoluto: -21.769 miembros.
- Decaimiento relativo: -60,4%.

2. Benedictinos:
- Máximo: (1962) 12.500 monjes.
- Mínimo: (2024) 6.900 monjes.
- Decaimiento absoluto: -5.600 miembros.
- Decaimiento relativo: -44,8%.

3. Agustinos:
- Máximo: (1967) 4.548 miembros.
- Mínimo: (2024) 2.340 miembros.
- Decaimiento absoluto: -2.208 miembros.
- Decaimiento relativo: -48,5%.

Con eso ya estás dicho todo, la Iglesia está en una profundísima crisis que ya veremos si León XIV la podrá revertir
12/08/25 12:30 AM
  
Jordi
Jesuitas, benedictinos, agustinos y dominicos son órdenes decadentes destinadas a la extinción, y son cientos de órdenes masculinas y femeninas. Francisco era de los jesuitas y León XIV de los agustinos. De seguir el ritmo las órdenes religiosas desaparecerán en conventos, monasterios y miembros.

1. Jesuitas:
- Máximo: (1965) 36.038 miembros.
- Mínimo: (2024) 14.269 miembros.
- Decaimiento absoluto: -21.769 miembros.
- Decaimiento relativo: -60,4%.

2. Benedictinos:
- Máximo: (1962) 12.500 monjes.
- Mínimo: (2024) 6.900 monjes.
- Decaimiento absoluto: -5.600 miembros.
- Decaimiento relativo: -44,8%.

3. Agustinos:
- Máximo: (1967) 4.548 miembros.
- Mínimo: (2024) 2.340 miembros.
- Decaimiento absoluto: -2.208 miembros.
- Decaimiento relativo: -48,5%.

4. Dominicos:
- Máximo: (1963) 10.136 miembros.
- Mínimo: (2024) 5.583 miembros.
- Decaimiento absoluto: -4.553 miembros.
- Decaimiento relativo: -44,9%.
12/08/25 12:35 AM
  
Pensamiento Serio
Una pregunta: ¿En Colombia están?

Saludos, Diego.
12/08/25 1:43 AM
  
Enrique Barrio
Por qué omiten siempre en decir que se formaron en el Seminario de Econe, de la Fraternidad Sacerdotal San Pio X y que fueron ordenados por Monseñor Marcel Lefebvre? Ingratitud? Miedo? Dios sabrá.
12/08/25 1:44 AM
  
Cristián Yáñez Durán
Me pregunto lo mismo que Enrique y la gratitud es una virtud fundamental, máxime en un religioso.
12/08/25 3:18 PM

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