Joaquín Romero, enfermo de esclerosis múltiple muerto en olor de santidad, visto por un amigo

Joaquín Romero Salord nació en Barcelona el 9 de abril del año 1968. Fue bautizado dos días después en la misma Clínica Santa Madrona de Barcelona. Hijo de José María Romero y María Rosa Salord. Fue el segundo de cinco hermanos, y acabó los estudios de la carrera Arquitectura técnica. A los 22 años le diagnosticaron esclerosis múltiple, una enfermedad progresiva, degenerativa, e incurable. Desde joven fue una persona abierta, con muchos amigos, y aficiones. Pasaba los veranos con su familia en Menorca, donde le recuerdan como un chico normal, bromista y que se hacía querer. En 1983 pidió formar parte, como aspirante agregado, del Opus Dei.

En el trabajo profesional, empezó con su hermano Borja ingeniero de telecomunicaciones, y él mismo creo ya un poco limitado, una empresa con mucho prestigio profesional, orientada a la creación y desarrollo de tecnología de apoyo para personas con discapacidad que fue pionera en España. Nacieron así los Premios Romper Barreras en 2007 por un acuerdo de Toshiba Iberia y Microsoft España con B&J Adaptaciones que premian y fomentan la mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad, mediante el uso de la tecnología de apoyo. La enfermedad seguía avanzando y Joaquín cada año estaba más imposibilitado, pero no por esto perdía la paz. Sonreía habitualmente.

Murió postrado en una cama moviendo sólo los párpados. Incluso poco antes de morir hizo una broma a la enfermera de cuidados paliativos. Rechazó una primera vez la morfina, pues él lo que quería era ofrecer todos los dolores y molestias por la Iglesia, el papa, la Obra y por las almas. Finalmente, después de 28 años luchando contra esta enfermedad, murió con fama de santidad, poco después de cumplir los 50 años de edad, el día 6 de Julio de 2018. Están llegando numerosos testimonios de gente que le conoció explicando en que les ayudó su cercanía, y desean que se empiece pronto una causa de canonización.

Entrevistamos a Josep María Carrió i Grau, persona que lo conoció bien y nos cuenta al detalle como era.

¿Qué supuso en su vida conocer a Joaquín?

De entrada, capacidad de asombro. Desde la silla, desde la cama, desde una enfermedad que cada vez te deja más imposibilitado y la reacción normal es enfadarse, o como mínimo ir aceptando de manera seria, guardando las formas, pero él hizo todo lo contrario: sonreía de manera habitual, hacía bromas, tenía muy buen humor, rezaba muchopor los demás. También rezaba por tú cumpleaños, por los aniversarios de bodas en algunos casos, o simplemente te decía que había rezado por tú padre que hace tantos años que murió. Claro, ver una persona que sale continuamente de sí misma, pensando en los demás,te hace pensar: y tú: ¿qué haces por los demás?

¿Cómo trataba Joaquín a Dios?

Joaquín trataba a Dios de manera exquisita, y lo pude comprobar en varias ocasiones. Por ejemplo un Viernes Santo, nos dirigimos a los oficios de Semana Santa, y estando mal de respiración, quiso rezar el rosario en el coche en voz alta, como un sacrificio que ofrecer al Señor. Después del segundo misterio, estaba agotado, y ya me pidió que rezara yo todo en voz alta cómo otras veces, y él ya lo seguía mentalmente. También este Viernes Santo siguió los oficios con mucho recogimiento y se notaba que rezaba.

Lógicamente cuando yo vivía con él estos momentos de su intimidad con Dios, intentaba imitarle ycreaba en mí la necesidad de vivir de esta manera junto a Jesús. Me dio mucho ejemplo de hacer las cosas de trabajo profesional o encargos que le mandaban conmucho prestigio y bien acabados.En el trabajo profesional se codeó con los grandes, cómo Toshiba y Microsoft, para los premios Romper Barreras, que no escatimaban en esfuerzos. Pero yo viví más de cerca el nacimiento del club Juvenil Turoblau, aunque le ayudaron para sacarlo adelante, él fue el primer director técnico. Contaré sólo dos detalles que me gustaron, y uno de ellos lo he practicado.

Se puso en marcha una actividad de zoología, a los chavales de 11 a 16 años les encantan los animales. Teníamos varios animales que se alimentaban de grillos, y de comprar tantos grillos se nos iba el presupuesto, ya que habían varios gastos extras. Joaquín, junto con su mejor amigo que era Jaime Solá, aprendieron la técnica para que el hábitat de los grillos, fuera tan parecido al que tienen habitualmente, que consiguieron que procrearan mucho, y se llegó a tener hasta 1000 grillos. Yo lo veo cómo un detalle para ahorrar dinero, porque llegaron incluso a vender. Los chavales disfrutaban en la actividad, estaban muy metidos.

El otro detalle, que no por ser pequeño deja de tener importancia, y que yo lo he copiado al 100 x 100 es dejar experiencias para los que vienen detrás. Cada vez que hacíamos una salida, (algunas, desplazamos todo el club, y eran muchos medios y coches). De regreso, cuando la mayoría de mortales quiere descansar, Joaquín, cogía papel y bolígrafo, y apuntaba todos los gastos generales, las cosas positivas, las cosas que no salieron bien y a tener en cuenta. Eran unas experiencias muy valiosas, ya que a la siguiente salida, se partía del punto que quedó la anterior. Recuerdo perfectamente que en su trabajo hacía lo mismo.

¿En qué momento y circunstancias le conoció?

Le conocí en la Escuela Deportiva Brafa, que está en Nou Barris (Barcelona) y es una Obra corporativa del Opus Dei. Corría el año 1990, él tenía 22 años, y yo tenía 28. Hacíamos deporte, sobre todo fútbol. Él jugaba bastante bien, como defensa izquierdo. Haciendo deporte, es cuando empezó a ver que al chutar el balón, no tenían la precisión correcta, y le daba con el empeine, y esto se repetía varias veces. También notaba un hormigueo por todo el cuerpo, y ya vió que no era muy normal, y que tenía que acudir al médico.

Tuve la suerte de ser uno de los primeros cuidadores, junto con José Luis y Sergio. Varios veranos le hacía de chófer con su coche. Se movía bastante. Durante los 28 años que le duró la enfermedad, le pude seguir en varios acontecimientos muy diferentes.

¿Cómo encajó la enfermedad inicialmente?

Yo pienso que inicialmente, cómo todo el mundo le costó bastante, En los primeros síntomas de la enfermedad, (Esto lo cuenta él en su libro autobiográfico.) decía “…Me costaba mucho subir a la tercera planta, donde estaba nuestra clase. En mi rebelión contra la enfermedad, rechazaba tomar el ascensor y me arrastraba cogido a la barandilla”. (Invitado Imprevisto. Pag.34)

A medida que iba perdiendo la movilidad, fue aceptando la voluntad de Dios. Joaquín supo ver que Dios quería servirse de su enfermedad para ayudar a mucha gente a ser más generosos con Él. Se esforzó y le pidió a diario poder sonreír y tomar con buen humor su enfermedad, que de por sí fue muy dura, cada poco tiempo perdía una parte de su cuerpo; que quedaba inutilizada de por vida. Manos, luego un pie, otro pie, la respiración le costaba, se fue quedando cieguecito, y lo bueno es que casi nadie se dio cuenta.

Con todo este panorama, se fue acercando más y más a Dios, y lógicamente a todos los de su alrededor, también nos acercó más a Dios. La enfermedad, que de por sí era despreciable y mala, (un día llegó a decir que la enfermedad era una basura), la ponía mentalmente en la patena, en el ofertorio de la Misa, junto con el pan y el vino, y toda esta basura de enfermedad, sabía que si ponía buena cara, y se esforzaba por no quejarse, y la ofrecía a Dios pidiendo por alguien, el Señor hacía el resto. Tanto se llegó acercar Joaquín a Dios, que casi sin proponérselo, (que sí se lo proponía) nos acercaba a los demás, porque veíamos en él una felicidad que casi no se correspondía con todo el peso que llevaba en sus espaldas.

¿Cómo fue aceptando y ofreciendo la enfermedad a lo largo de los años?

La verdad, es que NO se le oía ninguna queja. Casi ninguna, porque sí que hacia el final de su vida, alguna vez decía que estaba a punto de tirar la toalla, o también que le había dicho a Dios que se buscara a otro.

De todas maneras, cuando pronunciaba algún sentimiento de queja, al cabo de unos minutos, volvía a coger el peso, y seguía con fuerza y buen humor. Su lucha fue muy deportiva, ganando la mayoría de las veces, perdiendo en alguna ocasión. Si pensaba que con su queja podía haber escandalizado a alguien, enseguida pedía perdón y se confesaba si lo creía conveniente. Se confesaba todas las semanas. Tenía un alma fina.

¿Qué otras anécdotas edificantes recuerda de él?

Tu luchas, yo lucho era el lema seguido por él para ayudarnos a jóvenes y mayores a luchar. Inventó el pacto Chino, que era por un lado un recordatorio porque el Papa quería ir a China, y no lo consiguió. Nosotros rezamos para que algún día no lejano se cumpliera este deseo del Papa. A los jóvenes les daba chuches y les animaba con alguna asignatura del cole que estuvieran cojeando, o para que ayudaran en casa a las tareas del hogar. A los mayores, nos pasaba un trozo del vídeo del Papa, y nos invitaba a rezar por un millón de chinos. Hizo traducir el libro autobiográfico suyo al Chino para que nos sirviera de despertador para rezar por esta intención.

Se reía de su enfermedad, para no darle tanta importancia. Recuerdo al final de sus días cuando estábamos alrededor de la cama y para sacar un poco de hierro, muy al final hizo una broma con la enfermera de cuidados paliativos. El ya no podía hablar, pero con la mirada se fijó en un cuadro que tenía en la pared, para que la enfermera se apuntara a la recién comenzada Fundación Romper Barreras.

¿Cómo era su trato con los demás?

Rezaba y se preocupaba por todos, incluso en momentos que estaba en el Hospital, con infecciones y bastante malestar, para no pensar en sí mismo, pidió que le confeccionaran una lista para que nos apuntáramos todos los que pudiéramos. Más adelante supe que esta lista era para que no se quedara mucho rato sólo pensando en su enfermedad, si no para olvidarse de sí mismo. A veces a primera hora de la mañana, me decía: hoy he rezado por tí, porque sé que es tú cumpleaños. Igual hacía con todos, nos encomendaba por nuestros aniversarios se preocupaba por nuestros problemas. Tomó taxis dos días a la semana y en todos los que cogió, se preocupaba por sus conductores, por cada uno de ellos, y para acercarlos a Dios.

¿Cuáles fueron las principales virtudes que ejercitó?

La caridad, fue una de ellas, se desvivía por los demás. La virtud de la esperanza, viendo cómo luchaba por hacer cada día un rato de oración, o cómo luchaba en el rezo del Rosario. La humildad, intentaba pasar desapercibido, la templanza en las comidas, en los horarios, poniendo siempre antes al Señor. Vivía desprendido de las cosas materiales, tenía siempre lo justo. Siempre tenía alegría, sencillez, sabía escuchar.

¿Cómo vivió la hora de la muerte?

Con mucha paz, recibió pocos días antes la unción de enfermos, y le vino a visitar la última semana , mucha gente, porque era como si fueran a despedirse de un santo. Se fue quedando en una cama y sin poder mover nada, sólo podía mover los párpados, la cabeza la tenía hiper clara. Ofreció todo, todo por la Iglesia, el Papa, la Obra y por las almas.

¿Cuál es el legado que nos deja Joaquín?

El legado es grande, ya que después de 6 años de su muerte, todavía hay gente que nos va mandando su testimonio. Leyendo estos testimonios, ya se ve que dio ejemplo, y que a la gente nos ha ayudado a mejorar para vivir mejor nuestro “cristianismo” pues las palabras convencen, pero el ejemplo arrastra, y Joaquín vivió en cristiano, y a veces algunas virtudes en grado heroico.

¿Considera por tanto que vivió las virtudes cristianas en grado heroico?

Algunas de ellas sí, porque teniendo una enfermedad de este calibre, y estar habitualmente sonriendo y contento, humanamente NO es normal, por lo tanto se nota que estaba muy cerca de Dios, y quien está muy cerca de Dios, es porque vive la santidad.

El buen humor era lo que destacaba más, (a mi entender) pero era bastante limpio, muy ordenado, puntual (cuando era autónomo y funcionaba por su cuenta). Tenía una Fe grande, vivía la caridad de manera ejemplar. Ha habido gente que le ha pedido favores, pensando que seguro que está en el Cielo, y ya han ido saliendo algunos. Tenemos la ilusión de que algún día se pueda empezar un proceso de canonización.

Javier Navascués

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