Martínez-Pinna: “La Iglesia fue elemento aglutinador y cohesionador de las sociedades medievales”

Javier Martínez-Pinna es profesor de Historia y escritor. Es autor de varios libros de divulgación histórica, entre ellos Eso no estaba en mi libro de historia de la Edad Media, Eso no estaba en mi libro de historia de la piratería y Muerte y religión en el mundo antiguo. Colabora habitualmente con distintos medios de comunicación, tanto en prensa (ABC-Historia) como en revistas especializadas (Clío Historia, Laus Hispaniae, Muy Historia, National Geographic, Vive la Historia, La aventura de la Historia y Revista Historia de la Guerra). También ha participado en programas de radio como La Rosa de los Vientos y Julia en la Onda (ambos de Onda Cero), Espacio en Blanco de Radio Nacional de España y Herrera en COPE.

En esta entrevista analiza su libro Eso no estaba en mi libro de historia de la Edad Media.

https://www.casadellibro.com/libro-eso-no-estaba-en-mi-libro-de-historia-de-la-edad-media/9788417954178/9855124

¿Por qué decidió escribir un libro sobre la Edad Media incidiendo en aspectos que no están en los libros de Historia?

Mi principal intención era escribir un libro sobre este periodo tan importante de nuestra historia, la Edad Media, porque estos siglos son fundamentales para poder entender lo que somos, nuestras formas de vida, nuestras creencias y una buena parte de los elementos que nos definen tanto en el plano material como en el espiritual. Desgraciadamente, en los libros de Historia sigue predominando la imagen de una época marcada por el inmovilismo, la barbarie y la represión; lo que yo pretendo es recordar las grandes aportaciones y los logros sobre los que se construyen las bases de la cultura occidental: el parlamentarismo, el origen del humanismo cristiano, la aparición de la universidad, la recuperación de la vida urbana y comercial o la difusión del libro.

¿A qué se debe esa idea tan negativa que tenemos de la Edad Media cristiana?

Esta visión negativa surge durante los siglos XV y XVI cuando los hombres del Renacimiento consideran la cultura medieval opuesta a la cultura antigua, grecolatina, que ellos pretendían recuperar. Tendremos que esperar hasta el siglo XIX para que los historiadores empiecen a valorar esta etapa de forma positiva, pero la consolidación del medievalismo no se produce hasta mediados del siglo XX gracias a la aplicación del método científico y al enriquecedor debate abierto entre distintas escuelas historiográficas. Lamentablemente, este proceso ha entrado en crisis en los últimos años debido al empeño de algunos autores de interpretar la historia a partir de un presentismo que pretende extrapolar las normas actuales con las del pasado, y esto nos ha llevado a aceptar planteamientos que poco o nada tienen que ver con la realidad. Personalmente, creo que la imposición de la corrección política y la idea del victimismo han resultado nefastas para comprender la esencia de esta etapa. En Eso no estaba en mi libro de Historia de la Edad Media, trato de escapar de esa visión que tiende a magnificar, incluso a mitificar los logros de otras culturas, como la civilización islámica, al mismo tiempo que mira con desprecio lo que ocurre en Europa durante casi mil años.

Las principales críticas se han dirigido a la Iglesia.

Debemos de tener en cuenta que la Iglesia, durante estos siglos, se erige como la gran institución que actuó como elemento aglutinador y cohesionador de las sociedades medievales, por lo que se ha querido interpretar como la quintaesencia del mal al centrar la atención en los aspectos más controvertidos como el de la Inquisición o su papel como legitimadora de un modelo socioeconómico que favoreció la existencia de lazos de dependencia entre los hombres. Efectivamente, la Inquisición fue Iglesia, pero la Iglesia, y es lo que trato de hacer ver en el libro, fue mucho más que eso, ya que en su seno surgieron, entre otras muchas cosas, las primeras universidades europeas, al igual que los copistas y traductores que realizaron una labor impagable para conservar la cultura clásica. También fueron Iglesia, durante la Edad Media, los pequeños párrocos y curas que llegaron a ejercer una labor asistencial digna de mención.

¿Qué hay de realidad en esos caballeros medievales que iban salvando a princesas de dragones y persiguiendo objetos míticos?

En el siglo X la cristiandad se encontraba en una situación de emergencia debido a los ataques protagonizados por los vikingos, magiares y sarracenos que van a caer sin compasión sobre una Europa fragmentada y casi sin recursos para poder ofrecer una resistencia firme frente a un peligro que amenaza con destruirla, pero también por la violencia interna que provocó los enfrentamientos entre las clases privilegiadas que lucharon entre sí por aumentar su poder. Es en este contexto cuando tenemos constatada la aparición de una fuerza militar basada en la figura del caballero que pone su espada al servicio de su señor y de la Iglesia. Poco a poco, los cantares de gesta se fueron convirtiendo en unas manifestaciones literarias que narraban las hazañas de estos caballeros que, por sus virtudes, terminarán convirtiéndose en modelos de conducta para toda una colectividad, por eso no es extraño verlos luchar contra seres fantásticos para salvar a los más débiles o persiguiendo objetos míticos como el santo Grial.

¿En el libro también tiene tiempo para hablar de objetos de poder y tesoros perdidos de la Edad Media? ¿Por qué se suele ubicar en España, en varios puntos, el considerado verdadero Santo Grial?

En Parzival, Wolfram von Eschenbach aseguraba que un personaje llamado Kyot de Provenza conocía el lugar exacto donde se ubicaba el Munsalvaesche y, por tanto, el lugar elegido para cobijar el Grial. Kyot había escuchado, en primera persona, la maravillosa historia sobre este escurridizo objeto de culto por boca de un astrólogo judío llamado Flegetanis, vecino de la ciudad de Toledo. De esta forma, Eschenbach asegura que España fue el lugar desde donde se introdujo la leyenda griálica en Occidente. Curiosamente, desde el siglo XIII diversas iglesias y santuarios diseminados por una buena parte de la geografía española empezaron a rivalizar entre sí por considerarse los custodios de la gran reliquia del cristianismo. En el libro propongo realizar un viaje en el que seguiremos la pista del Grial. Visitaremos la iglesia de San Clemente de Tahull, Cebrero, San Juan de la Peña, Nájera, Sierra Salvada o la Colegiata de San Isidoro de León.

En el libro también se trata de desmitificar algunas ideas que tenemos sobre las costumbres y formas de vida de los hombres y mujeres en la Edad Media, tales como la represión sexual o la falta de higiene.

Exacto, durante la Edad Media existe una doble moral respecto al sexo ya que por una parte se considera el deseo sexual como una herramienta utilizada por el maligno para llevar al ser humano por el camino de la perdición, pero también se habla de una dialetio, o amor honesto y comprometido dentro del matrimonio, y una honesta copulatio con fines reproductivos. El problema es que en una sociedad tan jerárquica como la de la Edad Media, la única forma de tener sexo era aquella en la que el hombre estaba por encima de la mujer. Curiosamente, tenemos una obra del siglo X, el Item de fornicationes, en la que se establecen las penas y penitencias que debía de pagar el individuo por mantener relaciones poco apropiadas. En cuanto a la higiene, no es acertada la imagen de hombres y mujeres como unos seres sumidos en la inmundicia y sin ningún tipo de hábito de tipo higiénico. Bien es cierto que las costumbres higiénicas no eran como las que tenemos en la actualidad, pero cada vez más los historiadores presuponen, hablando en términos generales, una actitud positiva hacia la sana costumbre del baño. También es muy matizable la actitud de la Iglesia ante el baño. Es cierto que, durante los primeros siglos, algunos ascetas y eremitas renunciaran a lavarse como una forma de penitencia extrema y por considerar el baño como un lujo innecesario, pero esto no fue lo habitual durante la Edad Media. Para desmitificar aún más el tema de la falta de higiene, debemos de advertir que incluso existía una mínima higiene dental. Para la higiene dental se utilizaban pequeños palillos mientras que los dentífricos estaban hechos con elementos naturales como canela molida, carbón en polvo, romero o incienso, pero evidentemente esto no evitaba la existencia de todo tipo de problemas odontológicos por lo que se debía de recurrir a los servicios del sacamuelas, unos individuos que viajaban de pueblo en pueblo, arrancando sin ningún tipo de anestesia las piezas dentales que provocaban cualquier tipo de molestia.

¿Qué nos puede decir del monacato en la Edad Media?

Después de la muerte de los apóstoles y la desaparición de los primeros cristianos, el fervor de los creyentes empezó a declinar, especialmente cuando el cristianismo se abrió a pueblos extranjeros con arraigadas costumbres paganas. La austeridad de la Iglesia se fue relajando por eso, muchos creyentes que aún vivían el fervor apostólico abandonaron las ciudades y se establecieron en lugares apartados para buscar un contacto más estrecho con la divinidad. En el libro estudiamos las reglas, como la de san Benito, que guiaban a estos hombres de Dios, al igual que la importancia de los monasterios y las distintas órdenes que surgen en la Edad Media y cuyo papel, como dijimos, fue decisivo para conservar el saber antiguo y evangelizar a la población europea en contextos rurales.

Por Javier Navascués

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