Colectánea. Una cruzada contra el espíritu del siglo, un libro de Alonso Pinto que llama al combate

Alonso Pinto, antes incluso de su conversión era una persona inquieta intelectualmente y con sed de verdad, estudiando la doctrina de los Padres de la Iglesia….Aunque su formación ha sido autodidacta, no le gusta esa palabra y, afirma con el filósofo, que todo autodidacta es, precisamente por ello y en la misma medida, teodidacta. En esta entrevista analiza su primer libro: Colectánea. Una cruzada contra el espíritu del siglo.

Colectánea… ¿Por qué un titulo tan culto, cuando desgraciadamente a veces no favorece las ventas? ¿O no busca tampoco una venta masiva?

Es una palabra que encontré por primera vez leyendo la Carta al duque de Norfolk de John Henry Newman. Coincidió con el inicio o proceso de mi libro, y me pareció adecuado utilizarla. Después el editor me pidió un subtítulo para orientar al posible lector desde la misma portada, y entre otros propuse “una cruzada contra el espíritu del siglo". Todo escritor quiere que su obra se lea masivamente (lo que no siempre va en proporción al número de ventas), pero ciertamente las cuestiones que trato en mi libro, con independencia del modo en que sean tratadas, no son demasiado atrayentes para el lector moderno.

¿Realmente con qué objetivo lo escribe?

En un primer momento no tenía ningún objetivo, más allá de plasmar algunas reflexiones que se me habían presentado con motivo de mi conversión o vuelta a la Iglesia católica. Poco a poco y conforme fueron aumentando los textos, vi que todos guardaban entre sí cierta conexión, y que podían conformar un libro.

Un libro, fruto de una conversión, que puede ayudar a otros a llegar a la fe…

No hay instrumento demasiado inútil si quien se sirve de él es Omnipotente. De hecho, en el libro menciono cómo Dios puede servirse incluso de un libro antirreligioso para provocar la conversión de alguien, y puede que de hecho a mí me pasara algo parecido al leer el Anticristo de Nietzsche. No digo que su lectura me hiciera directamente católico, pero sí es posible que me sirviera de impulso para alejarme del ateísmo, ¿y quién sabe si esa misma fuerza inicial no fue la que me siguió empujando en la búsqueda de la Verdad?

Este autor era al menos coherente con su profundo error, y en vez de disfrazar su odio al cristianismo reivindicando de alguna forma los propios valores cristianos pero separados de la religión, como hacen la mayoría, confesaba al contrario que el cristianismo había introducido en el mundo la compasión, la fraternidad, la igualdad, el amor por los débiles, etc., y que era eso precisamente lo que le repugnaba de nuestra religión. Para alguien que todavía cree en esos valores, leer de un erudito enemigo del cristianismo que sólo esta religión es el fundamento real de todos ellos, causa verdadera impresión e invita a replantearse muchos falsos prejuicios sobre el cristianismo, y puede ser el primer paso para conocer su historia. Obviamente nadie debe leer libros así cuando ya se ha convertido, ni es recomendable para quienes quieren convertirse, pero si se da la circunstancia sin buscarlo con ese fin, Dios es capaz de usar incluso un libro y un autor tan enfermizos a su favor. En mi caso no sé si lograré provocar tantas conversiones escribiendo a favor de la religión católica como habrá provocado Nietzsche muy a su pesar escribiendo contra ella, pero sin duda puedo decir que mi intención es mejor que la suya.

¿Por qué tuvo la inquietud de estudiar a los Padres de la Iglesia?

Cuando descubres que muchas de las cosas que te habían contado para mantenerte hostil al cristianismo son falsas, y que han logrado hacértelas creer durante mucho tiempo a pesar de estar claramente desmentidas por la realidad de los hechos, comienzas a estudiar la historia de la Iglesia católica para cotejar otros errores concretos que te habían inoculado, y eso te lleva insensiblemente, por la misma vastedad del objeto de estudio, a encontrar otras verdades colaterales que no buscabas en particular, y a retroceder en la historia llevado por esa misma inercia. Por ejemplo, cuando un ateo o anticristiano descubre por primera vez que Galileo no murió quemado en la hoguera por la Inquisición, su primera respuesta suele ser la de ver un enemigo en quien le ha descubierto esa verdad, porque necesitaba esa mentira y siente que la echará de menos. Por eso en el libro escribo que «si hay algo que los enemigos de la Inquisición jamás le podrán perdonar, es el no haber quemado en la hoguera a Galileo». Pero cuando se da el caso de que el desengañado tiene un verdadero deseo de encontrar la verdad, considera que su enemigo es quien le había mantenido engañado hasta entonces, y comienza a investigar en busca de otras posibles falsedades. Si es tenaz en esa búsqueda, poco a poco el campo de estudio se irá expandiendo, y cada punto que toque, al estar conectado con otros mil, le llevará a abrazar la totalidad y, finalmente, a estudiar el origen del cristianismo y a concebir su posterior desarrollo a partir de ese núcleo.

Y los escritos de los Padres tocaron su corazón. ¿Por qué muchos católicos no conocen los escritos patrísticos?

Sí, particularmente san Agustín es quien más ha influido en mí y a quien más admiro. Fue uno de los mayores genios de la historia, y cuando uno conoce las ocupaciones que tenía durante el día, los sermones que predicaba diariamente, las cartas que debía responder cada día, y que llegaban de todas las partes del mundo para que resolviera alguna cuestión teológica o filosófica compleja, los opúsculos que debía escribir para rebatir a los donatistas, a los maniqueos, a los pelagianos; cuando uno considera todo eso, se admira todavía más al saber que en esas condiciones tuvo tiempo de escribir obras maestras como las Confesiones, La Ciudad de Dios o La Trinidad, verdaderos prodigios de sabiduría humana.

No es obligatorio para un católico leer a los Padres de la Iglesia, siempre que admita la Tradición que ellos transmitieron y los dogmas y doctrinas que contribuyeron a explicar o fijar. Lo lamentable es cuando un católico quiere condescender con la ideología del momento o la perversión de moda, y se niega a leer a los Padres de la Iglesia que condenan tales actos. Y si son sacerdotes, es todavía más lamentable por la confusión que puede crear en los fieles. Creo que muchos no leen a los Padres de la Iglesia por miedo a tener que elegir entre ellos y el mundo.

¿Cuál es el espíritu del siglo y cuáles son las principales falacias del mundo moderno?

El espíritu del siglo consiste principalmente en la negación de Dios, que es la falacia por antonomasia. Al principio las herejías negaban partes aisladas de la religión católica, pero como todas esas partes se comunican entre sí, siempre estaba latente en todas ellas la negación de las demás partes, y por supuesto la negación de la principal, que es la existencia de Dios. El mundo moderno es como el sumidero de todas las herejías y todos los errores acumulados, es el espíritu del siglo en su apogeo, y todas sus falacias pueden verse combatidas en estado anterior de desarrollo o paroxismo por los Padres de la Iglesia y otros grandes teólogos. Aborto, eutanasia, relativismo, depravación sexual, materialismo, liberalismo, fideísmo ideológico, racionalismo, etc. Todos los errores manifestándose al mismo tiempo y por supuesto combatiendo a un único enemigo: la Iglesia católica.

¿Por qué en estos tiempos irenistas usted plantea, de manera reaccionaria, una cruzada contra ese espíritu secular?

En realidad no hago más que insistir en la línea seguida ininterrumpidamente desde el origen de la Iglesia católica. A mí me parece que el hecho de que ese espíritu secular sea hoy más poderoso, más descarado y más influyente, no es una razón para dejar de combatirlo, sino al contrario, una razón para combatirlo con más fuerza. Otros tienen otra opinión, pero no la respeto.

¿Por qué lo hace a través de aforismos y reflexiones (sugiero textos breves)? Se ha puesto de moda ese estilo.

Creo que responde a la coyuntura especial en la que fue escrito. Después de mi conversión, y conforme fui alcanzando un mayor grado de coherencia respecto a la religión católica, fueron aumentando con ello los puntos de desencuentro con el mundo moderno. Había demasiados frentes abiertos como para escribir extensamente sobre cada uno de ellos, así que esa necesidad de sintetizar me llevó naturalmente a escribir en aforismos y en pequeños textos en prosa. Es cierto que desde hace años ha habido un cierto auge del género aforístico. Hay tres libros muy cercanos al mío en el tiempo y en el fondo, dos de los cuales comparten este género: El vaso medio lleno, de Enrique García-Máiquez, y Fragmentos, de Carlos Marín-Blázquez. El peregrino absoluto, de Armando Pego, no comparte el género, pero los cuatro libros tienen cierta afinidad en el contenido. Enrique García-Máiquez, además, fue el primero en leer mi manuscrito y me ayudó a editarlo. Siempre le estaré agradecido.

¿Qué es lo que aporta su libro de novedoso con relación a todo lo que se ha escrito al respecto?

Espero que nada. Al contrario, aspiro a que sea original, pero sólo en la acepción de esta palabra que hace referencia al origen. Si he aportado algo en la manera de decir la verdad, o si la he hecho ver desde algún lugar que no es habitual, es algo que no me corresponde a mí valorar.

¿Es un libro que invita a la conversión al que está alejado o a la entrega al que está convencido?

Al menos en cuanto a la intención, creo que se invita a ambas cosas. Hay pasajes de Teodicea, donde se habla del problema del mal y se intenta explicar cómo se armoniza la existencia de Dios con la presencia del mal. Esto suele preocupar más a los que están alejados, y a menudo la ignorancia de los argumentos que se han dado en este sentido a lo largo de la historia les impide acercarse a la fe. Pero también hay otros textos dirigidos al convencido, para estimularle a vivir con mayor entrega su fe. Es bien sabido que en la vida espiritual, quien no avanza retrocede. Es imposible quedarse en el mismo lugar, porque el mundo cambia y se mueve continuamente, y quien no camina en dirección opuesta, es arrastrado por su corriente. En el camino espiritual, quien cree que ya es suficiente todavía no ha comenzado.

 

Por Javier Navascués

3 comentarios

  
Andrés
Es un libro sensacional. Extraordinario. El mejor libro de aforismos que he leído nunca. Es una maravilla. Lo recomiendo de manera entusiasta.
04/06/21 12:24 PM
  
Mundo Editorial
Cierto que a Galileo no lo condenaron a la hoguera, pero hubo miles que ardieron en ella. A veces cuesta aceptar que esas cosas sucedieron y que carecen de toda justificación. Juan Pablo II dio un paso importantísimo al pedir perdón por el daño que la Iglesia causó en el mundo. Es un gran paso, sí, pero solo el primero. La Iglesia debería particularizar esos daños, que en algunos casos fueron incluso genocidios. No son cosas banales, que pueden olvidarse con un simple gesto. Hay cosas terribles que cuesta reconocer, como las cruzadas, las guerras de religión por la Reforma o los poco ejemplares episodios de la conquista.

Entiendo que el autor es alguien que regresa a la IC después de un largo alejamiento. Nada que objetar a eso, salvo que a veces el regreso conlleva muchas veces un dogmatismo que ya no se lleva. Veo que muchos de los reconciliados, se aferran al pasado de la Iglesia, más que al presente. Algunos no parecen entender que el tiempo que ellos no estuvieron, ha habido cambios de mentalidad en los que se quedaron. Que ha habido un Concilio, y que ese Concilio ha supuesto un punto de inflexión. No vuelven a la Iglesia que dejaron. La roca de Pedro parece que tiene vida y se mueve.

Bien, espero que tenga mucho éxito con su libro, estimado amigo. Lo apunto en la lista de posibles. Un saludo y hasta la vista. Mucha Suerte.
04/06/21 9:12 PM
  
Alonso
Querido Mundo Editorial:
La Inquisición jamás quemó a nadie en la hoguera. Era un tribunal político que se servía de eclesiásticos para juzgar delitos contra la religión católica, a fin de evitar precisamente las guerras de religión que en otros países habían supuesto miles de muertes, algo que no se tiene en cuenta la mayoría de las veces cuando se habla de la Inquisición, pero que es esencial. La Inquisición sólo juzgaba y relajaba luego al brazo secular, que condenaba según las leyes vigentes. Sobre la Conquista, sólo recordarle que gracias a la Iglesia católica se pusieron fin a los abusos particulares y en ningún caso permitidos por la Corona de Castilla. Fueron los dominicos, comisionados por la Iglesia, quienes gracias a sus constantes viajes y a sus informes sobre la situación lograron convencer a los reyes, que finalmente crearon las Leyes de Burgos y la Ley de Gentes para la defensa de los indios.
En cuanto a su comentario sobre los tiempos, decirle que la Tradición lleva implícito el cambio, por supuesto, pero no a costa de suprimir dogmas y doctrinas esenciales que son inherentes y esenciales al mensaje que transmiten, sino en el sentido de un desarrollo que mantiene íntegro el depósito de la fe pudiéndose beneficiar de los tiempos en cuanto proporcionan indirectamente algún conocimiento que complementa o desarrolla lo ya revelado. El espíritu secular ha existido siempre y jamás ha formado parte de ese desarrollo, y por supuesto ningún Concilio ha llamado a asumir su mismo espíritu y su misma moral. Entiendo que a mucha gente le molesta el pasado de la Iglesia y quisiera prescindir de él, y a quienes tenemos respeto por los Padres de la Iglesia, cientos de Papas, Concilios, etc., se nos quiere presentar como personas que vivimos en el pasado. Quizá podríamos decir nosotros con más razón que quienes quieren pertenecer a la Iglesia católica sólo según determinado punto de inflexión viven en el aire, no en la Roca, y por ello mismo están expuestos al viento de cualquier moda pasajera. Están sobre un puente sostenido por colibríes, y no me parece un paso demasiado seguro.
Un saludo y gracias por leer la entrevista.
06/06/21 5:52 PM

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