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5.01.22

De la Peña: “La compasión llega a su culmen con Cristo, con la misericordia como centro de la moral”

Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña es catedrático de Historia Medieval (Universidad CEU San Pablo) y doctor en Historia Medieval (Universidad Autónoma de Madrid, 1999). Ha sido Research Fellow en la Universidad de Cambridge y Profesor Invitado en varias universidades en Chile y Holanda. Autor de tres libros, editor de cinco obras colectivas. Ha publicado decenas de artículos de investigación en revistas especializadas. En esta entrevista analiza su libro Compasión. Una historia.

¿Qué le ha llevado a escribir un libro sobre el tema de la compasión?

Pues son varias las razones: en primer lugar, el hecho de que el actual abuso del discurso de la víctima y de la solidaridad, utilizado tanto en contextos de sufrimiento extremo como en situaciones banales, puede estar provocando una banalización y una desvalorización de la compasión. En segundo lugar, la constatación de que no es un tema que haya sido estudiado desde la perspectiva histórico-filosófica en la que yo lo he hecho. Finalmente, he querido poner en valor el papel del hecho religioso, el de algunas religiones en concreto, en el nacimiento de las éticas de la compasión, algo que en la actual sociedad secularizada conviene recordar.

¿Por qué empieza hablando de la genealogía de la compasión en el Antiguo Oriente…?

Porque es el lugar donde primero se detecta una actitud compasiva hacia personas ajenas al ámbito familiar y en particular hacia los pobres y necesitados. La compasión a mi juicio no es biológica, es fruto de la civilización. Y es en las civilizaciones del Antiguo Oriente donde la encontramos por vez primera.

¿Qué es la Era Axial y qué importancia tiene en este sentido?

Es un concepto del filósofo alemán Karl Jaspers que me parece válido para entender el surgimiento simultáneo de religiones con una mirada compasiva en un determinado momento de la historia humana en lugares como el antiguo Israel, China, India o el antiguo Irán. Se puede comprobar que hay un momento en que se produce un cambio de énfasis desde el sacrificio humano o los rituales propiciatorios hacia las divinidades hacia una nueva comprensión de lo que es la vida espiritual. Se comprende entonces que a la divinidad le resulta aborrecible el derramamiento de sangre en su nombre. La lectura de los Profetas del Antiguo Israel es significativa en este sentido. “Misericordia quiero y no sacrificio”. Esta nueva época estaba marcada por la mística (unión con Dios), la renuncia (ascetismo) y la compasión con el prójimo.

La tesis del libro es que la compasión alcanza su perfección en Jesucristo, como no podía ser de otra forma…una compasión basada en la verdad no en modelos buenistas de compasión que nos imponen las ideologías…

La compasión, en efecto, llega a su culmen con Jesucristo. Ninguna otra figura de la historia humana hizo de la misericordia el eje central de la moral, siendo el amor al prójimo, ya presente en el Antiguo Testamento, reformulado ahora de una manera nueva y radical: como amor al extraño e incluso al enemigo. Ahora bien, hay que tener mucho cuidado con interpretar esta compasión cristiana en un sentido político que reemplace el do ut des propio de la naturaleza social del zoon politikon por una utopía social que olvide que el amor cristiano parte de lo sobrenatural y no se entiende sin su dimensión espiritual. Como nos advirtiera en su día Henri de Lubac, todos los movimientos revolucionarios y sus horrores de ingeniería social han surgido de una gran falacia: olvidar el dato del pecado original que corrompe la voluntad humana, olvidar lo inevitable de la dialéctica ‘amigo-enemigo’ en todas las relaciones de poder, y obligar a una sociedad entera a ‘ser solidaria’. Las aberraciones del Jacobinismo (la guillotina como instrumento de la fraternidad universal) o del Comunismo (el Gulag como instrumento de la igualdad socialista) son un buen ejemplo de a donde conduce esto. La Verdad os hará libres. Sin libertad para amar u odiar, para compartir o retener, no hay compasión genuina. Hay política totalitaria.

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3.01.22

Nuestra Señora de la Cristiandad organiza un curso de canto gregoriano en Toledo del 7 al 9 de enero

Daniel Rubio es músico; especializado en canto gregoriano; profesor de Lenguaje Musical en conservatorio; organista y director de la Schola Cantorum de la Ermita de Santa Lucía en Valencia. A su vez es miembro de Nuestra Señora de la Cristiandad-España y Juventutem Valencia. En esta entrevista nos habla del curso de canto de gregoriano que NSC-España impartirá en Toledo del 7 al 9 de enero.

¿Por qué han decidido organizar en NSC-España este curso de canto gregoriano y a quién va dirigido?

Hemos organizado el curso porque son muchos los peregrinos y amigos de Nuestra Señora de la Cristiandad que nos habían manifestado su interés en aprender nociones de canto gregoriano. Pensamos que es fundamental ofrecer esta formación a los fieles, más si cabe porque no existen muchos lugares en España donde sea posible aprender canto gregoriano desde cero. El curso está destinado a todos los que tengan interés en acercarse al gregoriano, independientemente de que conozcan o no la misa tradicional, o de que tengan conocimientos musicales o no. Es suficiente con querer empaparse del espíritu del canto gregoriano, tener ganas de cantar y, sobre todo, de rezar cantando (bis orat qui bene cantat).

¿Por qué es importante que los fieles tengan al menos unos conocimientos mínimos para poder cantar en la Misa?

Al contrario de lo que mucha gente cree, el canto gregoriano no es en absoluto un ornamento que se añade a la liturgia para hacerla más solemne o más bella. No: el gregoriano es el canto propio de la liturgia romana; ambos se originaron juntos y se desarrollaron de forma orgánica a lo largo de los siglos: son inseparables. Por tanto, el canto gregoriano es una parte integrante y fundamental de la liturgia romana, como también lo son el corpus de oraciones del misal, los ornamentos sagrados, o los diferentes signos de la liturgia. Por supuesto, si como fieles católicos queremos comprender mejor nuestra liturgia romana debemos, en primer lugar, entenderla desde un punto de vista teológico, con una profunda catequesis litúrgica. Pero la verdad es que todos y cada uno de los pequeños detalles, gestos y rúbricas de la liturgia nos hablan del misterio sacramental que celebramos. En ese sentido, también el canto nos habla de lo sagrado y nos ayuda a entrar en ese misterio de adoración y contemplación. Para cualquier fiel católico, formarse en el canto sagrado propio de la liturgia, significa entrar, desde otro punto de vista más, en las entrañas del rito. Conocer mejor el canto sagrado es también acercarse más a Nuestro Señor, a través de este elemento tan importante del culto que a Él le rendimos.

Se percibe un gran interés por el canto gregoriano especialmente entre la gente joven.

Muchos piensan que los jóvenes solo están interesados en músicas comerciales y que, por ello, es ese el tipo de música que debemos ofrecer en las iglesias «para atraer a los jóvenes». Hace mucho tiempo que ha quedado probado que esta estrategia no funciona. El mundo está lleno de banalidad, pero los jóvenes no vienen a la iglesia a buscar aquello que ya les ofrece el mundo, sino al contrario: los jóvenes tienen sed de la Verdad; y la Verdad se manifiesta a través de la belleza, como desde antiguo lo entendieron siempre los padres de la Iglesia. La experiencia demuestra que la gente joven busca la belleza y la autenticidad que se expresan en la liturgia romana y en sus diversos elementos, entre ellos, también el canto sagrado. Esperamos sobre todo muchos jóvenes en este curso, ¡y también niños! Algunos se sorprenderán de que los niños quieran cantar gregoriano: ¡les encanta! No privemos a los niños de este tesoro: démosles música de calidad y veremos cómo quedan profundamente marcados por ella, con ansias de buscar –en todos los aspectos de su vida– esa belleza que han experimentado en la música.

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