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15.05.21

Agnus Dei presenta un libro sobre oración mental, ideal para los católicos que no saben meditar

La plataforma católica Agnus Dei Prod nos informa de la presentación de un libro para aprender a hacer oración mental. Les dejo con la nota informativa que contiene un número y una dirección de contacto para las personas interesadas en adquirir el libro, que se vende a precio simbólico de 3 euros (más gastos de envío).

La nota dice así:

Nos hemos decidido a realizar este libro de oración mental ante la necesidad que muchas almas tienen de hacer oración y por el desconocimiento que existe sobre el método de hacer oración mental. La tradición nos ha legado el método de oración de los Ejercicios de San Ignacio de Loyola, camino seguro y fiable para llegar al Señor, de intimar con Él, de ser ilustrado por Él. Insuperable método de oración donde el alma quedará del todo plena y satisfecha en sus ansias de Dios, si es constante en ella.

Se requiere un método, una forma concreta de oración para empezar; es necesario que el alma entre en un camino de disciplina y obediencia inicial, de fidelidad al método de oración, para que una vez adentrada en la vida de oración sea el Espíritu Santo quien “coja” al alma y la lleve por donde a Él le plazca; pero esto requiere un tiempo previo de oración, de fidelidad a la oración, de constancia diaria en hacerla, de superar todo obstáculo y apatía, de no sucumbir al desánimo, de vencer todo impedimento.

El libro se ha realizado lo más esquematizado posible, con una exposición sencilla, pero sin faltarle lo esencial; quien lo lea con detenimiento tendrá el conocimiento necesario para iniciarse en la oración mental y en los métodos que se describen en el curso.

Ahora sólo es necesario que surja en el alma el verdadero deseo de santidad, de amar al Señor con todas sus fuerzas: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente (Mt. 22, 37). Ese deseo es el motor que pone en movimiento al alma en su recorrido interior y espiritual de búsqueda de Dios.

Sólo nos resta recordar las disposiciones necesarias que deben acompañar al alma para que esté decididamente resuelta a emprender el camino de unión con Dios en la intimidad de la oración:

1. No ser tibio ni flojo, que es lo que caracteriza al perezoso, sino resuelto y eficaz como es el fervoroso.

2. Ser insaciable, esto es, que no se contente con lo poco que hace, aunque sea todo lo que puede hacer, que desee mucho más, mucho más deseo de santidad y perfección sin llegar a sentirse satisfecho.

3. Ser estable, es decir, que no esté cambiando de actitud, más firme unos días, menos otros; más decidido hoy, menos mañana. Mantener firmeza y estabilidad en la vida de oración y de santidad.

4. Ser constante y perseverante hasta la muerte, sin aflojar o entibiarse por las tentaciones, desánimos, por los malos consejos, manteniendo siempre una actitud de firmeza y viril, como el ciervo que con gran vehemencia corre buscando la fuente de agua en que hartar su sed (Sal. 31, 2 y ss.).

Estas disposiciones son las que acompañaron al Señor en el cumplimiento de hacer la Voluntad de Su Padre; esto debe animar al discípulo a seguir al

Maestro. Así como el Señor ocupó su tiempo en el provecho nuestro, así hemos de aprovechar nuestra vida siguiéndole e imitándole.

El Señor quiere ser amado con la perfección con que Él amó al Padre Celestial (Mt. 22, 37). El Señor dice a cada alma que se propone firmemente ser santo en el camino de la oración mental: Imitadme a Mí, como YO imité a Mi Padre.

Información y adquisición del libro:

[email protected]

Tf: 638.150.336

14.05.21

Último sermón de Mons. José Guerra Campos

ESPERANZA VIVA

Muy estimados superiores, profesores y alumnos de este Colegio del Inmaculado Corazón de María. También yo doy gracias a Dios porque me ha concedido pasar estos días de convalecencia, para mi corazón cansado y un poco desfalleciente, conviviendo con vosotros que sois la juventud emergente, portadores de ilusión y de esperanza. Un contemplador superficial podría decir que yo represento la caducidad, el agotamiento de la esperanza, vosotros representáis la esperanza creciente. Pero no es así, mi alegría profunda proviene de que he comprobado una vez más, que vivimos de la misma esperanza.

Yo tengo tanta esperanza como vosotros, y por tanto soy tan joven como vosotros, aunque con menos vigor y menos ganas de saltar, y menos capacidad de hacer cosas tangibles que se anoten en las crónicas temporales.

A mí me causa mucha alegría haber comprobado, que lo que os anima a vosotros, no es la esperanza que se consume, no es la esperanza de la edad, que ni siquiera merece el nombre de esperanza, porque cuando uno piensa en el joven portador de esperanza, esperanza para la Patria, esperanza para la Iglesia, la esperanza del futuro, tiene que ser franco consigo mismo y responder a una pregunta ¿De todos los sueños, proyectos, ilusiones, aspiraciones que constituyen esta especie de siembra y de germinación inicial, que es la etapa de la niñez, y la primera juventud. ¿Cuál es el resultado seguro, seguro para todos? Y la respuesta es implacable. Cuando los jóvenes de ahora lleguen a un tiempo en que se pueda hablar de logros, lo único seguro es que serán viejos, como lo soy yo. No hablo pues de esa esperanza, aunque es admirable esa especie de ración con que se nace y que desde el primer momento se va consumiendo, de suerte que según pasa el tiempo, y se acerca la hora de la muerte, esa esperanza prácticamente se da por agotada. A mí esa esperanza me interesa muy poco. Yo he visto que vosotros vivís cotidianamente de lo que San Pedro llama “la esperanza viva". Esa esperanza que no se consume, porque es más poderosa que la muerte. Esa esperanza que es capaz de responder a dos preguntas. ¿Es posible confiar en la victoria definitiva del amor sobre el egoísmo? Sí ¿Es posible confiar en la victoria definitiva de la vida sobre la muerte? Sí. Ésa es vuestra esperanza fundamental y es la que garantiza que según pasan los años y cualesquiera que sean las vicisitudes en vuestro curso de vida temporal, seáis siempre jóvenes.

ESPERANZA AUTÉNTICA.

Yo quisiera que alguien en el futuro cantase vuestra juventud inmarcesible a los 90 años, a los 120 años, si a tal nivel podéis llegar. La esperanza auténtica, la que se realiza precisamente al terminar el camino del tiempo. Esta esperanza que es imposible, como es lógico para todo cálculo, para toda técnica humana, es la que nos asegura nuestra condición de cristianos. Por eso como sabéis el Papa Juan Pablo II al referirse al paso del tiempo, acompañado por Jesucristo, al tercer milenio que va a comenzar enseguida, hace una observación preciosa, que los cristianos deberíamos no olvidar nunca, para apreciar la diferencia sustancial entre ser cristiano y no ser cristiano. Toda persona que quiera tener esperanza, necesita buscar la comunicación con Dios, todo lo demás es una engañifa y por eso en el fondo hay tanta melancolía y desencanto en el mundo actual, porque está de vuelta y sabe que no hay ni una solución satisfactoria con el paso del tiempo, en el futuro, porque el futuro será tan débil y tan fugaz como es el presente. Y por eso todo hombre, para ser hombre, para afirmarse como persona, para no ser una simple pieza de la biología, de la física, o un mero combustible de una hoguera colectiva, que luego se disipa y queda en nada, y por tanto es absolutamente vacía, necesita si no ha de renunciar a la esperanza, si no ha de renunciar a la juventud, al menos buscar a Dios. Y todas las formas de religión, incluso ciertas formas de inquietud, que no merece el nombre de religión, pero que refleja un corazón que no se cierra sobre sí mismo, aunque a veces parezca hasta ateo, son búsqueda de Dios.

COLEGIO REALMENTE CIENTÍFICO.

El Papa señala que nuestra condición de cristianos es absolutamente privilegiada. El que busca a Dios, lo busca a tientas. Ser cristiano consiste en haber reconocido que Dios mismo nos sale al encuentro, que el Hijo de Dios se ha hecho hermano nuestro, se ha incorporado a nuestra historia, se ha hecho partícipe de nuestra condición para que nosotros podamos participar de su filiación divina. Y entonces más que buscar nosotros a Dios, dice el Papa, es Dios quien nos busca a nosotros. Y por ser Dios quien nos busca a nosotros, precede su llamamiento. A nosotros nos toca seguirlo, dejarnos acompañar por Él, vivir en unión con Él que es el vencedor del egoísmo, del pecado y de la muerte. Y esto explica que en el Colegio, aparte de la labor de instrucción, de apertura al mundo, de descubrimiento progresivo de nuestra interioridad y de todo lo que nos envuelve, del universo, etc, etc, se considere como parte esencial, la comunión con Dios revelado en Cristo Jesús. Y es un acierto enorme, es la única manera de que un colegio sea realmente científico, si por científico entendemos una actitud de conocimiento, una actitud de corazón, que corresponda a la auténtica realidad del hombre, que lo trate como persona, como hijo de Dios. Y así en este Colegio del Inmaculado Corazón de María, se está cumpliendo y cumplís vosotros, que sois los que lo constituís fundamentalmente, la gran enseñanza del Concilio Vaticano II, muy descuidada por cierto, el cual acerca de la educación dice, refiriéndose a todos los responsables de la educación, no a los católicos solamente, a todos sean quienes sean, Stalin, Lenin, quienes sean: “Que tienen el deber primordial, de satisfacer un derecho primordial de los niños y adolescentes, de los jóvenes que están en edad de educación, los cuales necesitan, no solamente, libertad e información, sino ser estimulados en el conocimiento y en el amor de Dios, y en este caso en el conocimiento y en el amor de Dios, que se ha hecho hermano, se ha hecho accesible, vive con nosotros, a través de todas las generaciones, la Santa Eucaristía, en nuestro propio corazón.

Y todo ello porque podríamos resumiendo decir, que si la juventud meramente de edad, es una engañifa porque lo es, porque es una consunción progresiva de la esperanza hasta aniquilarla.

Los que vivamos con Jesucristo, y con la Santísima Virgen María, su madre, vivimos con el único joven que existe en toda la historia.

A los demás les llamamos jóvenes porque durante unos pocos años así se llaman, pero están de paso, estamos todos de paso. El único joven es Jesucristo, la única joven es la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, que en su mismo cuerpo, su vida humana está siempre joven. Sin ningún desgaste, sin ninguna consunción, fuente de esperanza plena y por tanto de vida y de amor. Por eso yo ante todo, y dejando aparte consejos particulares que podrían darse, pero esos os los dan vuestros padres, vuestros superiores, vuestros profesores todos, vuestros tutores, etc, no hace falta que yo insista en ello.

Os invito a que deis gracias al Señor por estar en un Colegio en el cual no se os engaña, no se os recorta, se atiende a la integridad de vuestra vocación, de personas que quieren tener un destino personal, y no diluirse en frases vagas colectivas, que no significan absolutamente nada valioso, y menos en el campo de la esperanza.

VACACIONES CON CRISTO

Y finalmente quisiera recordar, que en una ocasión, lo sabéis muy bien, los primeros discípulos, los apóstoles que vivían con Jesús, después de una faena, una especie de un curso de trabajo, una misión apostólica, oyeron de Él esta invitación tan humana: “Ahora venid conmigo a un lugar tranquilo y descansad un poquito” Unas vacaciones, pero atención a estas vacaciones. Ahora venid conmigo, ahora dejad ese trabajo, esa misión apostólica concreta que Yo os había encargado. Vamos a descansar un poquito. Pero vamos a descansar con Él. Venid conmigo, no hay vacaciones para la comunión con Él, para la oración, para la acción de gracias, para la re conciliación, para el alimento eucarístico. Más aún, aquellos discípulos se encontraron con la sorpresa de que en aquel supuesto lugar tranquilo, se agolpaba una muchedumbre necesitada al servicio de la cual se pusieron inmediatamente, ayudando a repartir los panes de la multiplicación, que eran como el anticipo y el signo del pan definitivo, que es el mismo Señor Jesucristo. Lo cual significa, y este es mi consejo fundamental, que durante el tiempo de vacación, además de mantener, quizá con otros horarios, pero substancialmente las prácticas de oración, de devoción al Señor, a la Virgen María, las prácticas de reflexión, la vida interior, etc, procuréis no olvidar que estáis en medio de una muchedumbre, de otro jóvenes o personas mayores, necesitados de luz, porque sufren un vacío tremendo, una gran desorientación porque han comprobado ya con amargura, que ese vacío no se llena con el permisivismo irresponsable, y mucho menos con formas de prosperidad pasajera. Les falta algo profundo, que es precisamente tener esperanza, tener comunicación auténtica con el que es fuente de victorias sobre el egoísmo y sobre la muerte.

Y entonces será inevitable que de algún modo, sigáis nuestra solicitud apostólica, tratando de señalarles la presencia de Cristo como manantial de esa esperanza.

LA ALEGRÍA DE LA DONACIÓN.

Siempre en virtud de vuestra condición de cristianos, y en vuestro contacto en cualquier ambiente, con las demás personas, trataréis de cumplir las exigencias auténticas del amor, que son tres: Compartir los bienes, preocuparse por buscar el bien de los demás, por evitarles males, darse a sí mismo, que es más bien que los bienes, disponibilidad fraternal, respetuosa, generosa.

Pero esto no basta, porque muchas veces, los consejos de ayuda, de solidaridad, etc, se quedan ahí, en una especie de fraternidad de huérfanos.

El bien supremo no lo podemos dar ni dándole a los demás todos los bienes de este mundo, ni dándonos enteramente a nosotros, ni quemándonos en una hoguera como diría S. Pablo. El bien supremo es la esperanza y el amor de Dios, y eso nosotros no lo podemos dar, sólo podemos darlo anunciando a Cristo y ayudando a llevar a Cristo, a conocer a Cristo. Cosa en que nos ayudará maravillosamente, la Virgen María. Porque ese es su oficio, darnos a Cristo, llevarnos a Cristo, recordarnos que hemos de hacer lo que Cristo nos diga, intercediendo para que no nos desviemos estúpidamente de nuestra comunión con Cristo Jesús. Esto es lo que realmente podrá llenar de vida vuestro tiempo de vacación, para que en el futuro sigáis, los que volváis aquí, manteniendo este espíritu de familia con Cristo, o sea de familia de esperanza, o sea de familia de juventud. No hay más juventud que aquella que tiene esperanza. Y a mí que no me digan que tienen esperanza, los que sólo piensan planes que se van consumiendo según se intenta realizarlos.

Por eso volviendo al principio, os doy gracias porque con vuestra presencia y vuestro modo de ser y de querer ser, en cierto modo me habéis ayudado a mí mismo, a recobrar o reafirmar esa juventud que está por encima del desfallecimiento o del cansancio del corazón y de las fuerzas físicas, e incluso mentales.

Que el Señor, queridísimos hermanos, especialmente a vosotros queridos jóvenes, os conceda muchísima alegría, la alegría de la donación. Que os conceda muchísima libertad, la libertad del Espíritu Santo, que es la libertad de sintonizar con una voluntad, que es la de Dios, la cual nos hace realmente libres. Como diría S. Juan de la Cruz: “Después de hacer el esfuerzo de subir por los vericuetos a la montaña, conociendo nuestros fallos, tratando de encauzarlos, purificándonos, ya en lo alto es como si no hubiese ley, porque en cierto modo, hemos habituado a nuestra voluntad a identificarse con la voluntad de Dios, que es voluntad de amor y entonces todo lo que hacemos en actitud de servicio, de obediencia filial, equivale a libertad, porque brota espontáneamente de lo íntimo del corazón".

Feliz vacación, hasta vernos.

+ José Guerra Campos, Obispo

13.05.21

Juan Pedro Ortuño: “El Evangelio no se lee, se medita y se guarda en el corazón, como la Virgen”

Juan Pedro Ortuño Morente. Sacerdote diocesano de Madrid. Ordenado por San Juan Pablo II en el Congreso Eucarístico de Sevilla el 12 de junio de 1993. En la actualidad es Rector de la Ermita Virgen del Puerto de Madrid, Patrono de la Fundación COPE y Asesor del Consejo Editorial COPE. Licenciado en Estudios Eclesiásticos por la Universidad Pontificia de Salamanca, en Teología Dogmática por la Facultad de Teología de San Dámaso y en Filosofía por la Facultad de Teología de San Dámaso. Profesor extraordinario en la Universidad de Salamanca.

Publicaciones: El Silencio del Pesebre (Scire/Balmes. Barcelona. 2002). El aleteo de Dios (Scire/Balmes. Barcelona. 2004) Lañas I (Mater Dei. Madrid. 2010. Lañas II (Mater Dei. Madrid. 2011). A la Sombra del Evangelio (iTunes y Amazon). Artículos de filosofía, ética y nuevas tecnologías en distintas revistas y publicaciones. En esta ocasión nos habla de su libro A la Sombra del Evangelio, editado por Voz de Papel.

¿Por qué un libro a la sombra del Evangelio?

El Señor, en los evangelios, invita a sus discípulos a retirarse a descansar. Serían momentos de intimidad en los que Jesús aprovecharía para hablarles sobre cuestiones que debían de ir profundizando en sus almas. Pero, también serían situaciones en las que buscaba distraerles, animarlos, y a que repusieran las fuerzas después de largas jornadas del anuncio del Evangelio … ¿Por qué no imaginar, en los días de calor de Judea, que esas conversaciones tuvieran lugar bajo la sombra de un árbol, siendo Jesús esa floresta que iba llenando los corazones de sus apóstoles de aspiraciones humanas y divinas?

¿Es el Evangelio el mejor árbol para que le cobije una buena sombra?

El Evangelio es la Buena Noticia que, cada uno de nosotros, deberíamos emplear, no como un libro que hay que discutir o razonar de manera “sesuda”. El Evangelio ha de ser descanso y reposo del alma, donde descubrimos el corazón enamorado de Cristo por cada uno nosotros.

El Evangelio no hay que hacerlo atractivo, pues ya de por sí es muy atractivo, solo hay que difundirlo con coherencia.

La coherencia, en cuanto significa “conexión”, sí es importante, pues nos va revelando la figura de un hombre que, además, es Hijo de Dios y nos ama hasta dar la vida por nosotros … ¡esa es su verdadera coherencia!

¿Leemos los católicos el Evangelio lo suficiente?

Más que leer, hay que meditar (y guardar en el corazón, como hacía la Virgen María) las palabras, gestos y obras de Jesús… sin precipitación, con sosiego y, sobre todo, descubriendo que, en cada uno de sus pasajes, Cristo nos habla de manera personal.

Una de las principales dificultades es que al ser relativamente cortos y estar muy manidos, a algunos ya no les dice nada nuevo… ¿Qué les diría a estas personas?

Más que cantidad, hay que hablar de un estilo de vida. De la misma manera que alguien que ama a un ser querido no se cansa nunca de decirle “te quiero” (y no le resulta en absoluto manido), Jesús, a través del Evangelio, quiere provocarnos un encuentro único e irrepetible, dándonos a conocer, no sólo su persona, sino decirnos en todo momento “¡te quiero! … Ven y sígueme”.

¿En qué medida este libro es el fruto de sus vivencias sacerdotales?

El sacerdocio es lo más maravilloso que ha ocurrido en mi vida. Además de encuentros personales con matrimonios, viud@s, solter@s, jóvenes, ancian@s, etc., hay un hecho inconmensurable: la vivencia de mi sacerdocio en cada Eucaristía, donde presto mi voz, mis manos … todo mi ser, para que Cristo se haga carne y sangre en el Altar. También el sacramento de la reconciliación es un hecho impresionante: Jesús “utiliza” al sacerdote para mostrar su ternura y su infinita misericordia a aquel que quiere experimentar en su vida el perdón de Dios y de la Iglesia… sólo así, dejándonos querer, podremos también dar misericordia y ternura a los demás.

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12.05.21

La corrección política: el arma fundamental del totalitarismo líquido. Entrevista a César Félix Sánchez

César Félix Sánchez es profesor de diversos cursos de filosofía e historia del pensamiento en centros de estudios y universidades de Arequipa, Perú. Conversa con nosotros sobre un tema de actualidad candente: la corrección política.

¿Qué entendemos por corrección política?

El origen de este término se encuentra en el centralismo democrático, esa suerte de oxímoron perverso con el que Vladimir Illich Ulianov alias Lenin bautizó su peculiar –y bastante perfecto- método para tiranizar grupos humanos ad intra. Como se sabe, Lenin consideraba que el partido revolucionario no debía ser un partido de masas (como el partido social-revolucionario ruso, que, recordemos, era el partido de izquierda mayoritario antes de la dictadura bolchevique o como los socialdemócratas alemanes), porque el riesgo de ser un partido de masas era la moderación y el parlamentarismo. Es decir, el amoldamiento a la vieja sociedad y sus tradiciones y jerarquías. Si se quería crear una nueva sociedad, había que crear un partido de cuadros, es decir, de revolucionarios selectos y secretos, que se veía a sí mismo como la vanguardia del proletariado, dispuesto, a la primera oportunidad, a hacerse con el poder. Su relación con las masas tenía que ser a través de organizaciones de fachada (como ligas por la paz o sindicatos), pero siempre habría de ser pequeño y profesional.

El partido de cuadros era gobernado por medio del centralismo democrático, un modo de liderazgo que decidía la «línea política del partido» en base a una supuesta discusión «abierta» entre la oligarquía partidaria más alta. Una vez decidida la «línea del partido», nadie podía discutirla ni cuestionarla. Las alas o tendencias dentro del partido estaban proscritas. Y siendo que, en el estado soviético de partido único, el partido se confundía con la sociedad, los méritos del buen ciudadano en todos los campos de la actividad humana se valoraban en la medida en que este asumiese la «línea política del partido». Si lo hacía, era considerado políticamente correcto y, por ende, un elemento confiable.

Lo curioso es que cuando la lógica de poder variaba, inmediatamente no solo cambiaba lo que era correcto políticamente sino incluso el pasado. Son famosas esas anécdotas de cómo, cuando algún líder histórico caída en desgracia durante las purgas estalinistas, se retiraban las ediciones de la Enciclopedia Soviética y eran reemplazadas por otras, con la misma fecha de impresión, donde páginas enteras y fotografías habían desaparecido, reemplazadas por otros contenidos. Esta corrección política dura se vivió en la URSS y en los países de Europa del Este hasta 1990 y todavía aun hoy se vive en Cuba y en China. En este último caso, esta práctica se encuentra en la base del orwelliano sistema de crédito social que impera en esta nación. En los países de Occidente, sin embargo, es a partir de la década de 1980, que empieza a difundirse una corrección política soft, que surge de las universidades y de los ámbitos académicos y de ONGs a capturar la línea editorial de los medios de comunicación masiva y los aparatos educativos, jurídicos y sanitarios de los estados. En resumen, ambos tipos de corrección política son fruto del totalitarismo.

¿En qué sentido son fruto del totalitarismo? Sus adoradores más bien señalan que la «corrección política» es precisamente un freno a la violencia y una forma de crear una cultura de paz donde nadie se sienta excluido ni marginado por los llamados «discursos hegemónicos»…

Ante todo debemos definir totalitarismo. Me remito al historiador italiano Emilio Gentile en su libro La vía italiana hacia el totalitarismo. Partido y estado en el régimen fascista, que sostiene que es «un experimento de dominación política, puesto en práctica por un movimiento revolucionario (…) que aspira al monopolio del poder y que, después de conquistarlo (…) destruye y transforma el régimen preexistente y construye un estado nuevo, fundado sobre el régimen de partido único, con el objetivo principal de efectuar la conquista de la sociedad, esto es, subordinar, integrar y homogeneizar a sus gobernados, conforme al principio de politicidad integral de la existencia (…) y crear un hombre nuevo (…)». Tenemos entonces que, quienes buscan realizar un experimento de dominación política revolucionaria para crear un hombre nuevo, deben politizar integralmente la existencia humana.

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11.05.21

El milagro de Calanda, el más documentado de la Historia. Entrevista a José Antonio Bielsa

José Antonio Bielsa Arbiol es articulista y escritor, historiador del arte y graduado en filosofía. Colabora en diversos medios de comunicación. En esta entrevista analiza en profundidad el milagro de Calanda, que conoce perfectamente como historiador y como calandino profundamente ligado a la tradición pilarista.

Para comenzar, háblenos de la importancia histórica del Milagro de Calanda.

Es uno de los grandes milagros de la historia de la Catolicidad, certificado por la Santa Madre Iglesia; se trata además de un milagro “de hierro”, de puro irrefutable en cada uno de sus puntos, sin fisuras ni grietas que lo hagan tambalear. Sus más encallecidos detractores, a los que tanto quita el sueño tan prodigiosa manifestación del poder de Dios, no han logrado destapar un supuesto fraude asido a intereses políticos, por el mero hecho de que nunca lo hubo.

Al mismo tiempo, el Milagro de Calanda ha intentado ser desmitificado por investigadores heridos en su cuadriculado entendimiento, lo mismo que atacado por incrédulos de toda laya –e incluso tergiversadores/falsificadores de la Historia, cuyos impíos nombres omitiré por caridad–, siendo sometido ocasionalmente a una lectura de bazar de feria bien típica de nuestro descreído tiempo. Pese a todo ello, el Milagro de Calanda resiste las embestidas del tiempo, siglo tras siglo, imponiéndose (al menos por la naturaleza de los hechos y aplastante veracidad, y verdad, del mismo) como uno de los más inauditos, sorprendentes e indiscutibles de los habidos en la historia del Cristianismo: el hecho empírico, el Milagro, se impondría de este modo como certera evidencia de la real posibilidad del milagro (del latín miraculum, derivado de mirari: asombrase) en el mundo terreno, con todas sus consecuencias.

Se considera el mejor documentado de la historia.

Con razón, así lo es: son las fuentes primarias las que “hablan” con la sinceridad del primer día, pues este hecho extraordinario tiene a su favor un documento sin el cual todo quedaría en espejismo dudoso (especialmente para el moderno henchido de empirismo): se trata del Acto público del notario Miguel Andreu, de Mazaleón, testificado en Calanda el 2 de abril de 1640, escrito apenas cinco días después del milagro. Sin este documento esencial, reiteramos, el Milagro de Calanda sería uno de tantos. Mas el texto existe para nuestra suerte.

Un segundo documento en importancia –al menos desde la perspectiva histórica del hecho– sería la Sentencia del Arzobispo de Zaragoza, D. Pedro Apaolaza Ramírez, de 27 de abril de 1641, declarando milagrosa la restitución súbita a Miguel Juan Pellicer de su pierna derecha amputada, relectura atenta del suceso, escrita con una corrección de estilo ausente en el previo, y afirmación definitiva del Milagro como tal.

Y uno de los más importantes después de la resurrección de Cristo, que se considera anticipo de la resurrección de la carne.

Tal cual. Y esto es lo que saca más de quicio a los enemigos de Cristo y la Iglesia: la constatación de la resurrección de la carne.

¿Podía hacernos una narración de los hechos lo más exhaustiva posible?

Ocurrió la noche del 29 de marzo de 1640, en la villa turolense de Calanda y en la persona de Miguel Juan Pellicer, joven mutilado de la pierna derecha, que le había sido amputada –cuatro dedos por debajo de la rodilla– dos años y cinco meses antes, a finales de julio de 1637 en Castellón, al pasarle por encima un carro lleno de trigo. Pellicer, que por entonces contaba diecinueve años de edad, fue llevado al Hospital de Valencia, donde la herida le fue sometida a una deficiente cura. Nostálgico de su tierra, se encaminó cinco días después hacia Zaragoza, subsistiendo a base de limosnas, y llegando a ésta en los primeros días de octubre de dicho año. Lo primero que visitó fue el templo de Nuestra Señora del Pilar, siendo ingresado a continuación en el Hospital de Gracia, donde le fue amputada la pierna dado su penoso estado.

Las informaciones y sutilezas de detalle de que disponemos sobre este peregrinaje son muchas y más que suficientes. Lo más significativo, con todo, viene después: tras practicar la mendicidad a las puertas del Pilar, donde Miguel Juan adquirió cierta popularidad como pordiosero habitual en la capilla de Nuestra Señora de la Esperanza, y tras oír misa diaria en la Santa Capilla, regresaría a su Calanda natal. El viaje, largo y difícil, culminaría finalmente. A la espera (inesperada) de la noche del 29 de marzo de 1640, todo cuanto hasta ahora hemos apuntado nada tiene de extraordinario. Sin embargo, aquella noche, algo sobrecogedor, inexplicable, glorioso en su excelso significado, iba a ocurrir: tras encomendarse, como hacía siempre, a la Santísima Virgen del Pilar, Miguel Juan se durmió… Fueron sus padres los que al entrar en el aposento del hijo, horas después, reconocieron con la luz del candil que Miguel Juan tenía no una, sino las dos piernas.

Tal y como confesaría después Pellicer, éste soñó que la Virgen del Pilar le había traído y puesto la pierna antaño amputada. Para sorpresa de los médicos y del pueblo en general, algunas de las heridas y marcas de la pierna pretérita aparecían en la “nueva” pierna (que no era una nueva pierna, sino su “antigua” pierna). Este hecho de resonancia europea marcaría la vida de nuestro hombre, hasta el punto de que el propio Felipe IV, recibiéndolo en su corte, le besaría la resucitada pierna.

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