Cristo en su Pasión (José-Fernando Rey Ballesteros)

Cristo en su Pasión


Título: Cristo en su Pasión
Autor: J. Fernando Rey Ballesteros (Pbro)
Editorial: COBEL
Páginas:412.
Precio aprox.: 18,95€
ISBN : 978-84-15024-91-0
Año edición: 2014.
Lo puedes adquirir en COBEL Ediciones.

Es posible que alguien pueda pensar, al ver la portada de este libro, que se encuentra ante otro texto que trata sobre aquellas horas terribles que cambiaron la historia de la humanidad y que no es más que una expresión más de la Pasión de Nuestro Señor. Es cierto que todos los que tratan tan crucial circunstancia por la que pasó el Hijo de Dios y lo hacen de acuerdo a nuestra fe cristiana y, aquí, católica, tienen todo lo bueno que tal realidad encierra. Pero este libro es algo más y tiene algo más que es muy importante.

Por decirlo pronto, la Pasión de Jesucristo no quedó en la terrible captura y el desenlace sangriento conocido por todos los que aman al Enviado de Dios sino que, desde entonces, nuestro ser ha quedado influenciado, ya para siempre, con aquellos hechos y con aquellos pesares de Cristo. Y es que todos tenemos bastante culpa de que la Cruz, aquella Cruz, fuera el desenlace de una vida amante de sus hermanos y entregada a la voluntad de Dios de parte del Mesías.

Digo, desde ahora mismo, que no sé si seré capaz de no extenderme demasiado en esta recensión pues este libro merece, mucho, la pena y no puede ser despachado en unos cuantos párrafos al uso de quien tiene prisa en decir lo que piensa. Sea, pues, lo que Dios quiera.

El P. José-Fernando Rey Ballesteros ha demostrado que tiene mucha experiencia en contemplar la Pasión de Nuestro Señor. Si en otro libro suyo, de título “Las siete palabras desde la cruz” (Cuadernos Palabra, 1999) dejó dicho acerca, precisamente, de aquellos últimos momentos de la vida de Cristo, ahora, en éste último que aquí traemos, ha hecho lo propio con un periodo de tiempo algo más extenso que va desde la Última Cena hasta el Sábado Santo a punto, pues, de la Resurrección. Tema, éste último, al que también ha dedicado otro libro de título “La Resurrección del Señor” (Cuadernos Palabra, 2000)

No está mal empezar por estas dos frases que determinan mucho el contenido del libro:

“Y ahí es donde enlazamos con el Amor que llevó a Cristo a la Cruz, que es el mismo amor del que vive el ssacerdote, y que es el objeto principal de nuestras consideraciones”

(p. 42)

“Jesús estuvo siempre enamorado de aquella Cruz, y deseó cada día con más ansias encontrarse con ella”

(p. 275)

Así, en las tres partes que conforman este libro, a saber, “La despedida”, “El proceso” y “La Cruz” se va repasando, Sagradas Escrituras en mano y en el texto, lo que fue todo aquel tiempo en el que Jesús se entregó a una terrible muerte de forma voluntaria y considerada como fundamento de nuestra salvación. Y que eso lo hizo con amor y con total respeto a la voluntad de Dios.

Se repasa, por ejemplo, en la primera parte (referida a la Última Cena) la verdad intrínseca en Cristo acerca de que amó, a sus discípulos, hasta el extremo, el lavatorio de los pies, el papel de Judas en todo lo que ocurrió, la institución de la Eucaristía, el pastor y las ovejas, la despedida y la Oración Sacerdotal. También se refiere en esta parte, el P. José-Fernando Rey Ballesteros, a lo sucedido en Getsemaní, lugar en el que Jesús supo que la voluntad de Dios era la que debía cumplirse.

Por otra parte, en la segunda parte (que, relativa al proceso “judicial” al que se sometió a Jesucristo) se contempla lo referido a la casa de Anás, las negaciones de Pedro, lo que fue, sin duda, un simulacro de juicio, lo que supusieron las muchas burlas que se le hicieron a Cristo y, al final de todo esta serie de oprobios, la condena, injusta e inmerecida, a la muerte infamante en Cruz. Así, todo lo que sucedió en el Pretorio, la terrible flagelación y coronación de espinas y, por fin, el envío de Cristo a manos de sus últimos verdugos.

Y, ya por fin, en la tercera parte (la referida a la Cruz), parte, ésta, crucial en aquellos últimos momentos de la vida del Hijo de Dios, contempla el autor del libro la relación de Jesús con la Cruz (muy ilustrativa la misma acerca de lo que debe ser para nosotros la nuestra). También aparecen aquellas figuras que determinaron, en parte, la vida de aquel hombre de Dios, Dios mismo, como, por ejemplo, Simón de Cirene, las Plañideras, las Santas mujeres que acompañaron a Jesús y, como no podía ser de otra forma, Juan, el discípulo amado por el Señor a quien entrega a su Madre, como madre de toda la humanidad. No olvidamos, por tanto, a María, la madre del condenado y madre nuestra que aparece, a lo largo de esta parte como perfectamente consciente de que se estaba cumpliendo lo que estaba escrito y ella llevaba en su corazón desde aquel momento en el que el anciano Simeón le dijo aquello de la espada que la iba a atravesar.

También, en esta parte se contempla el terrible momento del entierro de Jesús cuando todo pareció perdido para siempre.

Y, por último, el Epílogo contempla lo que sucedió, lo que sucede seguramente en este tiempo de oscuridad de Dios y abandono del Creador por parte de una humanidad olvidadiza, en aquel Sábado Santo que “es ese día en que los hombres amanecieron y Dios estaba muerto” (p. 405)

Pero este libro, con ser lo apenas dicho aquí, muy importante, contiene otras “sorpresas” a tener en cuenta.

Dice el autor del mismo, en la contraportada, que “las páginas que conforman este libro han brotado de mi oración personal”. Por eso cada apartado del mismo termina con lo que ha dado en llamar “En oración” que contiene, en efecto, tres momentos de oración: el primero de ellos se refiere a la realidad misma de Jesucristo en su Pasión; en los otros dos, las realidades propias del creyente referidas a la realidad citada arriba relacionada con Cristo. Así consigue que nos impliquemos, aún más, aquellos momentos claves para la historia de la humanidad.

Pero el P. José-Fernando Rey Ballesteros, en el contenido del texto de su libro ha referido mucho con relación a la Pasión de Cristo o al propio Cristo como Hijo de Dios y una serie de realidades que tienen mucho que ver con nuestra fe, con lo que suponen aquellos momentos. Así, por ejemplo, en la página 57 se pregunta “cuántas de las personas que acuden a nuestras iglesias todos los domingos -e incluso todos los días- vienen buscando sólo al Señor”; o, también, en la página cuando dice que “Ante un embarazo no deseado, parece más fácil sesgar la vida del nonato bajo la apariencia de una intervención terapéutica que afrontar la verdad del misterio que la mujer lleva en su vientre”; o, por último, cuando en la página 296 nos dice, con suficiente conocimiento de lo que escribe, que “Lo mismo les sucede, hoy día, a muchos que contemplan la Pasión del Señor: aunque se conmuevan hasta las lágrimas en un ‘¡Pobre Jesús!, sus vidas no cambian en absoluto. Todo nace y muere en el sentimiento. Pero el sentimiento no deja de ser química, y la química no hace santos”.

También contempla, como no es de extrañar por ser él mismo sacerdote, la propia realidad sacerdotal (que tanto tiene que ver con Cristo y con su Pasión) cuando, por ejemplo, en la página 45 apunta a que “El Orden sacerdotal opera, en quien lo recibe, una transformación ontológica; a partir del instante en que es ordenado, todo en la vida del presbítero es sacerdotal, hasta su respiración”; o esto otro que nos dice en la página que “El sacerdote, como Cristo, es eficaz cuando calla y se ofrece en el altar con la Hostia que tiene en sus manos, cuando pasa las horas arrodillado ante el sagrario, cuando nacer su carne con la penitencia por las culpas de su rebaño, cuando sufre el oprobio de las gentes y perdona, cuando se deja bañar en el confesionario con los pecados de los fieles para bañarlos a ellos en la sangre de Cristo”.

Ahí es nada lo que dice el P. José-Fernando. Y lo dice porque, evidentemente, lo vive y lo sabe.

No puedo olvidar las referencias que hace el autor del libro a San Josemaría. Al menos en tres ocasiones (p. 77, 86 y 277) trae a sus páginas lo escrito por el llamado “santo de lo ordinario” pues mucho tiene que ver, la Pasión de Cristo, con nuestra santificación (dos primeras referencias citadas arriba) y con la consideración que hacemos del dolor (última referencia citada arriba).

Pues bien, después de lo apenas dicho aquí (habría mucho más que decir pues muchos más ejemplos de lo escrito podrían ponerse) no es difícil apuntar algo: este libro es fundamental para conocer la Pasión de nuestro Señor pero no sólo para eso sino, sobre todo, para darnos cuenta de lo que tales momentos suponen para sus discípulos. No es que nada tenga que ver con nosotros lo sucedido entonces (todos sabemos que sí tiene que ver) sino que va más allá pues nuestra propia existencia como personas de fe cristiana depende, exactamente, de comprender lo que fue aquella Pasión, aquella Cruz y aquella muerte. Y este libro lo muestra más que bien.

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