Ahora resulta que los uniatas son el problema
Que el ecumenismo, entendido como un movimiento surgido, por la gracia del Espíritu Santo, para restablecer la unidad de todos los cristianos, es algo profundamente nuclear a la vida de la Iglesia y un fuerte anhelo para que, como encontramos en el Evangelio de san Juan, “todos sean uno”, resulta evidente. Como también resulta evidente que el verdadero ecumenismo no es obra de los hombres, meros instrumentos, sino de la gracia de Dios que convierte los corazones.
Dicho esto, lo cierto es que los enormes esfuerzos ecuménicos por parte de la Iglesia católica en las últimas décadas se han saldado hasta ahora con resultados más bien pobres, más allá de algún bonito gesto.