Niños apocalípticos, o la confirmación de que Chesterton tenía razón

Niños apocalípticos, el último libro de José Mª Contreras Espuny, es brillante. Un hilarante fresco costumbrista salpicado de profundas, pero nunca pedantes, reflexiones. Es precisamente aquí donde se encuentra la única crítica que creo poder lanzar contra esta obra y que habrá causado importantes dolores de cabeza a muchos libreros: ¿dónde ubicarla? ¿a qué género pertenece? Porque uno encuentra en ella ecos de Larra, de Waugh, de Dickens (el autor, Matilde, su familia, se van convirtiendo en una especie de nuevos Samuel Pickwick o Sam Weller) y sabe, a ciencia cierta, que ha disfrutado mucho con la lectura de cada una de las estampas que recoge el libro, pero sabe, también, que es difícil encajarlo en uno de los apartados estancos en los que acostumbramos a clasificar la literatura.

Niños apocalípticosEl libro tiene mérito. Nos consigue arrancar sonrisas cuando no carcajadas, y lo hace partiendo de la materia más próxima, la vida cotidiana del autor, que es además una vida bastante normalita de profesor y padre de familia en un pueblo de España sin mayores toques exóticos. Ya nos hizo reír mucho al explicarnos sus correrías por Corea del Sur, pero aquello aparentaba ser fácil: es el socorrido contraste cultural entre mundos diferentes que da lugar a numerosas ocasiones hilarantes (un filón que aprovecharon las películas de los «8 apellidos…» o las de «Bienvenidos al Norte», o al sur). Pero… ¿una familia corriente en Osuna? Pues sí, y tanto o más que cuando nos hablaba de aquel coreano medio extraterrestre. Y es que el libro de Contreras Espuny confirma aquella máxima chestertoniana de que lo más fascinante, lo más increíble, lo más interesante, no hay que ir a buscarlo a exóticos y lejanos paisajes, sino que está esperándonos a la puerta de casa, a la vuelta de la esquina o, incluso, de puertas adentro, en aquel castillo que es cada hogar y que encierra las más peligrosas y trepidantes aventuras. Solo hay que saber verlo, y en ocasiones, para ello, hará falta poner la cabeza boca abajo.

Unas aventuras, lo hemos dicho ya pero no me canso de repetirlo, con las que es inevitable dejar escapar unas risas. No soy solo yo: una de mis hijas me confesaba que la gente le miraba en el autobús… eso de carcajearse con un libro en las manos resulta hoy en día un espectáculo muy pintoresco. Para conseguirlo son determinantes el cincel fino, la atención al detalle, los personajes (que en la realidad tendrán sus momentos, pero en sus vidas literarias se nos presentan como entrañables), y un cierto distanciamiento, entre fatalista y escéptico, que el autor imprime a todo lo que escribe. Y las paradojas, las referencias, los giros inesperados, los juegos de palabras, lo que se sugiere, lo que se explicita… un hábil despliegue que (y Contreras Espuny lo confiesa) refleja un laborioso trabajo de escritura y reescritura que va puliendo un texto que, tras su aparente espontaneidad, esconde un cuidado y muy fino trabajo. Y que en medio de tanta sonrisa, introduce como de contrabando reflexiones propias del más sagaz aforista.

Hay otra cuestión que me gustaría tocar. De vez en cuando, en ciertos ambientes inequívocamente minoritarios (por no calificarlos de frikis) se plantea la cuestión de si existe, puede existir, conviene que exista una literatura católica. No me voy a sumergir en los matices y argumentos de estas disputas, pero me parece que estos Niños apocalípticos son literatura católica de la buena. ¿Su temática es religiosa? ¿Sus protagonistas son curas, monjas, misioneros, mártires…? ¿Los personajes pasan por duras pruebas hasta descubrir la fe? Nada de todo esto encontrará el lector en la vida cotidiana de una joven familia de pueblo. Y sin embargo… José Mª Contreras Espuny es católico, hasta las cachas, y su mirada está penetrada de esa fe a modo de segunda naturaleza. No le hace falta estar en tensión, no le hace falta citar tal o cual versículo, salmo o profecía, no necesita pontificar ni echar sermoncitos, le sale natural. Un comentario aquí, un modo de mirar allá, un darle importancia a esto, un enfocar esto otro desde aquella perspectiva… la mirada del autor es cristiana y todo lo que nos explica pasa por ese filtro. Que en realidad, más que filtro, es una lente que le permite percibir mejor la realidad, con mayor precisión, con más detalles, con mejor comprensión. Sin pretenderlo, Contreras Espuny ofrece un ejemplo que, en buena medida, clausura el debate al que antes nos referíamos. ¿Quieres escribir literatura católica? Pues alimenta tu fe, consigue que tu mirada esté transida de ella y dedícate a escribir bien. Lo demás vendrá por añadidura.

Niños apocalípticos no se puede resumir, por lo que les doy la buena noticia de que tendrán que leerlo. Y digo buena porque realmente disfrutarán y, además, entrarán a formar parte del selecto club de quienes pueden referirse a esa huida a la casa en el campo en tiempos de confinamiento o a ese reparto de niños matutino con un guiño de complicidad. Y cuando oigan «dictablanda» ya no pensarán en Berenguer (¡ni siquiera en el Franco otoñal!), sino en Matilde (hija). Les aseguro que es un club del que vale la pena ser miembro, por mucho que Groucho lo vea distinto.

 

4 comentarios

  
Feri del Carpio Marek
Me dio ganas de leer el libro
11/05/22 1:05 AM
  
Feri del Carpio Marek
No lo pondrán disponible para kindle?
11/05/22 7:13 PM
  
Grace del Tabor - Argentina
¿Envían este libro a la Argentina?
¿Cómo se hace para comprarlo?
Gracias!
15/05/22 2:31 AM
  
Alejandra
Recién terminado, lo he disfrutado muchísimo. Me he divertido con (y reconocido en) muchas de las situaciones que describe. Y me ha parecido emocionante, bajo la superficie humorística.
Gracias a su autor por escribirlo y al bloguero por recomendarlo.
25/05/22 1:26 PM

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