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14.04.21

La edad de las nueces: la vida infantil en Roma y cómo cambió con el cristianismo

¿Un libro sobre cómo era la vida de los niños en la antigua Roma? Será para especialistas, uno de esos libros para ratas de biblioteca y doctorandos, pensarán algunos de ustedes. Enorme error.

No es que La edad de las nueces, el interesantísimo libro que José Mª Sánchez Galera acaba de publicar en Ediciones Encuentro, sea Los tres mosqueteros o Ivanhoe. Se requiere una cierta inquietud y algo de conocimiento histórico ayuda, pero cumplidos esos mínimos requisitos su lectura resulta fascinante.

No, no estamos ante un libro abstruso, al contrario, la prosa de Sánchez Galera se lee con gusto, tanto que podemos afirmar que estamos ante un libro entretenido. Lo cual no está reñido con el rigor: numerosas referencias a objetos, inscripciones, esculturas de la época nos ayudan a ir conociendo mejor cómo era la vida de los niños en aquella sociedad romana y, desde esta perspectiva, a comprender mucho mejor la antigua Roma. El recurso abundante a las referencias a la infancia que encontramos en la literatura latina (y griega) nos confirman que estamos ante una obra seria y enormemente instructiva (recuerden lo que decía Chesterton, lo contrario de divertido no es lo serio, sino lo aburrido).

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12.03.21

¿Neutralidad? Tampoco existe en educación

Escribía no hace mucho sobre la imposibilidad de eso que llaman neutralidad del Estado. El Estado nunca es neutral, no puede serlo, y cuando nos hablan de neutralidad es, a menudo, un modo de expulsar la religión de la plaza pública para que ese espacio lo ocupe una pseudorreligión civil cada vez más opresiva.

Pocos días después llegaba a mis manos el último número de la revista Salvo y encontraba allí un artículo de Joshua Pauling que argumenta lo mismo pero, en este caso, en el ámbito de la educación. También aquí es imposible una educación neutral. El texto de Pauling es certero y completa y refuerza mi argumento. Tras confesar que «con cada año que paso dando clases, me convenzo aún más de que no existe la enseñanza neutral» y exponer algunas de las falacias del constructivismo (como la defendida por Maxine Greene, un destacado teórico de la educación del siglo pasado, que afirmaba que «[el profesor] debe hacer posible que sus alumnos creen significados en un cosmos desprovisto de sentido objetivo»), Pauling señala tres resultados de una enseñanza supuestamente neutral:

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4.03.21

El Parlamento Europeo dicta directrices para imponer la neolengua de la Unidad de Igualdad, Inclusión y Diversidad

El Parlamento Europeo ha publicado un glosario de términos pretende ayudar a su personal a comunicarse adecuadamente en los ámbitos de la discapacidad, las cuestiones LGBTI+, la etnia y la religión.

El documento explica que «La regla de oro que aconsejamos a todos los miembros del personal es preguntar al interesado con qué términos prefiere que se dirijan a él. Cuando esto no sea posible, les invitamos a consultar este glosario de lenguaje sensible, cuidadosamente compilado por la Unidad de Igualdad, Inclusión y Diversidad de la DG PERS (Dirección general de personal) en estrecha colaboración con la DG TRAD (Dirección general de traducción)».

En el capítulo LGBTI+, por ejemplo, se pide evitar hablar de «sexo biológico», que deberá ser sustituido por «sexo asignado en el nacimiento». También se anima a emplear todo el catálogo de fobias: Homofobia, Gayfobia, Lesbofobia, Bifobia, Transfobia e Interfobia, aunque la lista está abierta a nuevas sugerencias. Se admiten Bisexual, Pansexual y Omnisexual… pero hay que ir con cuidado porque «Los términos «pansexual» y «omnisexual» utilizados como sustantivos pueden ser considerados ofensivos por algunos hablantes, que consideran que el uso de estas denominaciones reduce a la persona en cuestión únicamente a esa característica». Realmente, esto del lenguaje sensible e inclusivo se parece cada vez más a un deporte de riesgo.

Gracias a este útil glosario nos enteramos de que existe una cosa que se llama Morinombre o, en inglés, Deadname, que «generalmente designa el nombre de pila asignado al nacer a una persona transgénero que ya no utiliza». Y todos sus derivados, como «morinombrar», que se supone que es declarar que aquel nombre ya no va a ser utilizado y, de paso, avisar de que si alguien lo emplea, podrá ser denunciado, condenado en público y, por ahora, se le cancelará en redes sociales, a la espera de medidas más drásticas.

Hay que evitar a toda costa hablar de Derechos LGBTI, Derechos de los homosexuales o Derechos de los transexuales: ahora hay que hablar de «Trato equitativo o justo», que se supone engloba todo lo anterior, sin lo cual parece que no puede haber justicia.

La cirugía de cambio o reasignación de sexo se ha convertido en una palabra demasiado descriptiva y se propone cambiarla por «cirugía de afirmación de sexo», mucho más positiva y acorde con los manuales de autoayuda. Y por supuesto hay que desterrar todo vestigio de heteronormatividad, definida como «Presunción de que la heterosexualidad es la norma, y que las relaciones heterosexuales son el punto de referencia para determinar lo que es normal y lo que no». Presunción falsa, claro está, que solo algunos tontorrones y recalcitrantes, que obviamente no tienen lugar en el Parlamento Europeo, se empeñan en sostener.

Lo que sí supone un gran avance es el signo + añadido a las siglas LGBTI. Si ya tenemos dificultades para recordar todas las letras y, además, en su debido orden, ir añadiendo más y más letras estaba condenado al fracaso. El signo + es un cajón de sastre donde cabe todo lo imaginable e incluso aquello que ahora nos parece inimaginable. Por el momento, nos advierte el Parlamento Europeo que incluye a «las personas queers, biespirituales, así como sus aliados», un anuncio que habrá que investigar (por ejemplo, ¿seré yo un aliado de alguien biespiritual sin haberme dado cuenta?).

Quienes «no quieren acabar con la discriminación de las personas LGBTI+» (en realidad quienes consideran que convertir una institución como el matrimonio, basada en la complementariedad y la capacidad de procreación que se deriva de ésta, en una unión entre personas del mismo sexo es destruir esa institución) ya tenemos un nombre al que debemos responder: Opositores. Y recuerde, si le ponen la etiqueta de «opositor», su vida y su futuro van a ser bastante chungos. No dirá que no le avisaron.

Pero si lo del + es un indiscutible avance, el glosario también nos trae malas noticias: se recomienda usar la palabra SOGIESC, «Acrónimo de orientación sexual, identidad de género, expresión de género y características sexuales». Para los alumnos torpes como el que escribe estas líneas es toda una jugarreta.

Obviamente se recomienda evitar palabras tan soeces y malsonantes como «madre» o «padre», sustituidas por la entrañable «progenitor». Y hay que referirse a los vientres de alquiler como «maternidad de sustitución» (hasta que alguien se queje del uso de la palabra maternidad, ¿desde cuándo los padres no podemos gestar hijos?).

No me negarán que estas directrices no son una mina de ideas para los escritores distópicos que quieran seguir la estela de Orwell o Huxley. Es lo que tiene el compromiso radical con la promoción de la cultura del que hace gala el Parlamento Europeo.

 

22.02.21

Neutralidad: ¿existe realmente?

Hace unos días, un amigo me preguntó si me animaría a escribir una columna para el Diario de Jerez. La verdad es que no me lo pensé mucho y dije que sí. Elegí plantear una reflexión sobre uno de los supuestos fundamentos del régimen en que vivimos: la neutralidad del Estado. Una neutralidad que no se ve por ningún sitio, pero que, me preguntaba, quizás es que no es posible.

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10.02.21

Mucho más que la fe en tiempos de pandemia

La fe en tiempos de pandemia ofrece mucho, muchísimo más de lo que promete. Porque uno aborda este libro esperando encontrar reflexiones más o menos inspiradoras sobre cómo podemos vivir nuestra fe en estos tiempos de confinamiento, distancia social y aforos limitados. Y no hubiese estado mal, aunque, lo confesamos, empezamos a estar un poco hartos del tema: llevamos casi un año hablando a todas horas del Covid-19 y ya casi preferimos cualquier otro tema que no sea volver, una vez más, a lo que ha saturado nuestras mentes desde hace tantos meses.

Es posible que muchos potenciales lectores piensen esto cuando se encuentren ante el libro editado por Juan Antonio Martínez Camino que acaba de publicar Ediciones Encuentro. Se equivocarían, y sería una lástima, porque estamos ante un libro que supera con mucho la manida referencia a la pandemia. Sí, ésta ha servido de catalizador para repensar muchas cosas, y obviamente hay numerosas referencias a la misma, pero me atrevo a decir que las aportaciones a este libro mantendrán su interés y validez dentro de muchos años, cuando el Covid-19 sea solo un mal recuerdo.

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