Sudáfrica 2010: mucho más que un mundial de futbol

El terreno de juego se puede convertir no sólo en una escuela de técnicas futbolísticas sino también en una universidad de valores y conductas morales.

Han pasado 80 años desde aquel primer mundial de futbol soccer. En 1930 Uruguay organizó la competición que, por entonces, logró congregar a los representativos de apenas 13 países. No obstante el número, el evento supuso no sólo un logro en aquellos años, sino también escribir historia, la historia inicial de la entonces naciente Copa Mundial de Fútbol Soccer.

La historia del soccer se remonta mucho más allá del siglo XX. 200 años antes de Cristo los chinos practicaban un juego al que llamaban tsu chu o “patadas a la bola”. “Tsu” significaba dar patadas y “chu” aludía a una bola de cuero rellena. No fue la única civilización. Consta que griegos y romanos, mayas y otros pueblos mesoamericanos, practicaron el juego de pelota, unos con pies, otros con manos, los menos con la cadera. Kemari fue el nombre que los japoneses le dieron a un tipo de “futbol” en el siglo VII. Siete siglos más tarde, en el XIV, se comenzó a hacer famoso el giuoco del calcio disputado en Florencia, Italia, permitiendo el uso de manos y pies.

Pero quizá la forma más parecida a como conocemos hoy a este deporte se remonte a otra época, a otra zona geográfica y a un contexto muy particular. Los historiadores apuntan al siglo XII. ¿El lugar? Inglaterra; en el ambiente festivo del carnaval previo a la Cuaresma católica, al grado de llamarlo “futbol de carnaval”. La relación histórica con el cristianismo incluso va más allá: una buena cantidad de los equipos contendientes procedían y se clasificaban según la parroquia a la que pertenecían.

No pocas veces fue fuente de conflictos y rivalidades poco amistosas, al grado de que varios reyes lo prohibieron. Pero sobrevivió y ya para el siglo XVIII era un deporte popular en escuelas públicas. No por nada en 1846 se hizo el esfuerzo por redactar un primer reglamento en la universidad de Cambridge, de modo que se fueran evitando problemas, se unificaran criterios y todo lo anterior redundara en beneficio de un mayor profesionalismo y competitividad.

17 años más tarde, en octubre de 1863, nacía en una taberna londinense la Asociación de Futbol (FA por sus siglas en inglés), bosquejo que lograría para 1872 el primer torneo, con quince clubes, que disputarían la presea. Ese mismo año pasaría a la historia como el año en que se jugó el primer partido internacional de futbol soccer. Los países contendientes fueron Inglaterra y Escocia.

En 1885 se legalizaría el futbol profesional y a partir de ese momento los jugadores empezarían a percibir remuneración económica. Tres años después, en 1888, se creó la Liga de Futbol Inglesa, misma que sirvió de modelo para otros tantos países europeos: Austria, Dinamarca, Italia, Hungría, Alemania, Holanda y Rusia, entre otros.

Tuvieron que pasar 16 años desde entonces para que, en 1904, se fundara en París la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) con apenas siete asociados: Francia, Bélgica, Dinamarca, Holanda, España, Suecia y Suiza. Transcurrirían 26 años para que, en 1930, se realizara la primera copa mundial.

Ahora ya no son 13 los equipos participantes, son 32. El número deja ver ya no sólo la incidencia sino también la universalidad del así llamado “deporte rey”.

Es esa misma importancia, y el hecho concreto de que por vez primera se realicé esta justa deportiva en el continente africano, lo que lleva a poner los ojos en una significación más profunda de la contienda. En este sentido, el mundial de Sudáfrica 2010 es mucho más que un mero evento deportivo, es también una oportunidad magnífica para reflejar y transmitir los auténticos valores deportivos que, en definitiva, son los que humanizan el deporte en general, y el futbol en particular.

En muchos sentidos, África es todavía un terreno virgen en cuanto a la preservación de muchos valores que la hacen proteger el don de la familia, de la vida, de la educación, del amor a la patria, de la correcta sexualidad, etc. ¿Y en qué sentido el deporte podría contribuir a fortalecer esos y muchos otros valores verdaderos? En la medida en que los jugadores y los equipos sepan respetarlos con sus conductas tanto dentro como fuera del campo de juego. En su mayoría, los jugadores se convierten en “modelos” de conducta para millones de seguidores: lo que ellos hagan serán lo que miles de personas, sobre todo jóvenes, imitarán. De ahí nace una responsabilidad moral por parte del jugador.

El terreno de juego se puede convertir no sólo en una escuela de técnicas futbolísticas sino también en una universidad de valores y conductas morales.

Pensemos en el juego en equipo como testimonio contra el individualismo tantas veces exaltado en otros ambientes; pensemos en la honestidad y sinceridad de los jugadores al aceptar los fallos humanos que no sólo ellos tienen y que pueden mover a tantos a darse cuenta de la falibilidad humana pero también del valor de la humildad, de la sencillez y de la nobleza humana; pensemos también en el valor del esfuerzo, de la tenacidad y del respeto al otro, que ayudan sobremanera a dar lo mejor de sí mismos sin atropellar a nadie; o piénsese también en el saber perder que implica el reconocimiento de las capacidades del otro, en la promoción de la paz más con las acciones que con las palabras, en el amor a la patria al recordar que el jugador no se representa a sí mismo sino a todo un país con sus tradiciones, cultura y legado histórico. E igual podríamos detenernos en valores como la amistad, la paciencia, la continencia, la esperanza, la perseverancia…

Vistas así las cosas, Sudáfrica 2010 es mucho más que una mera competición deportiva, es la ocasión para que los países, a través de sus selecciones, muestren la belleza de sus culturas, se abran a otras a partir del presupuesto de los valores morales universales, y se dejen enriquecer por la verdad única del bien en las acciones, pensamientos y palabras que sólo producirán más bien.

 

Jorge Enrique Mújica,LC

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