Benditos homosexuales
Tiziano Vecelio (Pieve di Cadore c. 1488 - Venecia 1576), Cristo y la adúltera, c. 1512/15, óleo sobre lienzo. Viena, Kunsthistorisches Museum

Benditos homosexuales

Max Jacob todavía tuvo la suerte de conocer una Iglesia cuya cabeza visible enunciaba los principios de la doctrina moral católica sin subterfugios ni componendas; y cuyos miembros, mediante un prodigioso sentido de la capilaridad católica, acompañaban a quienes no siempre podían ajustar su vida a esos principios en sus reincidentes caídas y lo ayudaban a levantarse una y otra vez, sin tomarles el pelo ni engañarlos con sentimentalismos merengosos. Y, mientras los acompañaban, los bendecían, porque sabían –como nos enseña Péguy– que es a través de la puerta que deja el pecado por donde la gracia se desliza en nuestras almas.

La polémica declaración pontificia 'Fiducia supplicans' me ha pillado inmerso en la lectura de una biografía del escritor vanguardista francés Max Jacob (1876-1944), homosexual y judío de ascendencia askenazi que hacia 1914 se convierte al catolicismo, después de una experiencia mística en la que vio aparecer la imagen de Cristo en una pantalla de cine. Después de bautizarse (su padrino sería Picasso), Max Jacob vivirá siempre con desgarro sus pulsiones sexuales, que lo empujan hacia hombres con frecuencia mucho más jóvenes que él, a veces incluso niños. Muchos de sus contemporáneos, que conocían sus propensiones, dudaban de la sinceridad de su conversión, considerándolo un arlequín que nunca podría quitarse del todo el maquillaje teatral de la cara; o, dicho menos poéticamente, un hipócrita cuyos principios no se conciliaban con su vida. A sus detractores, Jacob les recordaba que el sacramento de la confesión borra los pecados, pero no la fuente de los mismos, que es la caída naturaleza humana. 

Nunca dejó Max Jacob, sin embargo, de suplicar la acción de la gracia, en su esfuerzo por trascender el amor carnal. Así fue como, aconsejado por el canónigo Fleureau, decidió retirarse en 1921 a Saint-Benoît-sur-Loire, donde se halla la abadía de Fleury, para vivir según la regla de San Francisco de Sales como oblato seglar. Allí permaneció durante siete años, entregado a una vida de penitencia y recogimiento, con la esperanza de «no volver a pecar». Pero en 1928 regresaría a París y a la crápula, hasta 1936, cuando la añoranza de las austeridades rurales lo devuelven a Saint-Benoît, que sólo abandonará cuando la Gestapo lo arreste –judío de raza, al fin– e interne en el campo de Drancy, donde morirá de pulmonía el 5 de marzo de 1944. Durante estos últimos ocho años de su vida, consta que Jacob asistía a la misa diaria en Saint-Benoît, donde solía participar como acólito y recibía la comunión. En el tren que lo llevaba a Drancy escribió al canónigo Fleureau: «Confío en Dios. Le agradezco el martirio que ahora comienza». 

¡Cuán robusta y vibrante nos resulta la vida de este bendito homosexual, comparada con esa disposición pontificia reciente! Pero Max Jacob todavía tuvo la suerte de conocer una Iglesia cuya cabeza visible enunciaba los principios de la doctrina moral católica sin subterfugios ni componendas; y cuyos miembros (como ese canónigo Fleureau), mediante un prodigioso sentido de la capilaridad católica, acompañaban a quienes no siempre podían ajustar su vida a esos principios, los acompañaban en sus reincidentes caídas y lo ayudaban a levantarse una y otra vez, sin tomarles el pelo ni engañarlos con sentimentalismos merengosos. Y, mientras los acompañaban, los bendecían, porque sabían –como nos enseña Péguy– que es a través de la puerta que deja el pecado –«una terrible herida, una inolvidable angustia, un punto de sutura mal cerrado, una mortal inquietud, un invisible trasfondo del alma, una amargura secreta, una ruina enmascarada, una cicatriz mal cerrada»– por donde la gracia se desliza en nuestras almas.

Esta maravillosa capilaridad de la Iglesia, «intolerante en los principios porque cree pero tolerante en la práctica porque ama» (según la hermosa sentencia de Garrigou-Lagrange), hizo posible la «vida ejemplar» de Max Jacob. Los problemas empezaron cuando la Iglesia quiso asimilarse al mundo, «tolerante en los principios porque no cree e intolerante en la práctica porque no ama», adoptando un descarnado (y desencarnado) pragmatismo que, a la vez que enturbia los principios, no guía ni acompaña a quien está herido, sino que tan sólo sirve para dar palmaditas en la espalda y quedar fetén ante la galería. Pues, de repente, todos hemos dejado de estar heridos, todos nos hemos convertido en esas horrendas «corazas sin defectos» a las que también se refería Péguy: «Puesto que no están heridos, no son vulnerables. Puesto que no les falta nada, no se les da nada. Puesto que no les falta nada, no se les da lo que es Todo. El amor mismo de Dios no cura aquello que no tiene llagas. El samaritano recogió al hombre porque estaba postrado en la tierra. La Verónica limpió el rostro de Jesús porque estaba sucio. El que no está caído, no será recogido; el que no está sucio, no será jamás limpiado».

Estas bendiciones fules (o «truchas», que diría un porteño) a los homosexuales no recogen ni limpian, son puro aspaviento y pantomima de tolerancia mundana. En realidad, son como las bendiciones que se dan a los perritos o a los geranios (la propia Fiducia supplicans reconoce que se deben impartir «sin fórmula sacramental, vestidos de calle y sin celebración posterior»), puro jesuitismo en la acepción más torva de la palabra; es decir, astucia y doblez, que sólo pretende hacer postureo ante el mundo, a cambio de perder la posibilidad de atraer benditos homosexuales como Max Jacob, con corazón contrito y sincera piedad, mil veces caídos y mil veces erguidos, a quienes un aguachirle semejante les tiene que resultar a la fuerza repelente. En cambio, estos simulacros de bendición encantarán a los activistas, que empezarán a acudir a las sacristías, demandándolos, para señalar a los curas que no pasen por el aro y exponerlos en la picota.

Un bendito homosexual como Max Jacob se habría dado cuenta enseguida de que estas bendiciones son una engañifa de tamaño cósmico; pues, como en alguna ocasión escribió, «sólo tiene valor lo que cuesta». Pero, claro, Max Jacob contaba a su lado con el canónigo Fleureau, que no practicaba la tahurería teológica.

 

Juan Manuel de Prada 

Este artículo se publicó originalmente en ABC.

 

22 comentarios

Antonio José, desde Maracena
Excelente.
2/01/24 2:05 AM
Cesar alonso
!!!EXTRAORDINARIO!!!
FELIZ Y SANTO AÑO NUEVO!!!
2/01/24 4:57 AM
Pelayo
Oportuno y excelente artículo
2/01/24 9:39 AM
maru
Claro que sí. Comparto lo de este artículo. 
2/01/24 10:42 AM
camiando
Sí. Esto sabe a puro catolicismo. A pura cristificación. A fecundidad redentora. A Una, Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. A Iglesia donde los laicos asumimos nuestra responsabilidad en la Historia de la Salvación. Un artículo así, "llega". Gracias
2/01/24 11:12 AM
G Flavius
"...puro jesuitismo en la acepción más torva de la palabra; es decir, astucia y doblez...".
¡Qué gran verdad!
2/01/24 11:54 AM
templario
Fenomenal ejemplo, pero ahora debemos recordar que ya fuimos avisados:
S. Mateo 16.1-4: Decía también a la multitud: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y así sucede. Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace. !!Hipócritas! Sabéis distinguir el aspecto del cielo y de la tierra; ¿y cómo no distinguís este tiempo?
1ª Tesalonicenses 5,19: No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal.
El apóstol San Pablo a los Tesalonicenses: “Sobre la Parusía, que nadie os engañe en modo alguno, porque antes ha de venir la Apostasía y ha de aparecer el hombre de la iniquidad, el destinado a la perdición, el adversario, que se levantará contra todo lo divino y todo lo que tenga carácter religioso, hasta llegar a sentarse en el santuario de Dios, haciéndose pasar a si mismo por Dios.
¿No os acordáis que ya os dije esto cuando estuve entre vosotros? Vosotros sabéis qué es lo que ahora le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el misterio de iniquidad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en medio el que ahora le retiene, entonces se manifestará el impío, a quien el Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con la manifestación de su venida. (Parusía).
La venida del impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldade
2/01/24 12:26 PM
otro Pepe
Si se da a entender que cualquier tipo de relación puede ser válida, se dice que puede ser válido separar sexualidad de procreación y habrá relaciones que de inicio y en su mentalidad no están abiertas a la vida. Y ya se ven consecuencias de ello, la caída brusca de la natalidad, familias con hijos de diversos padres... cuando se dan embarazos no deseados como la idea previa ha sido no tener hijos la salida es el aborto, sino sería incoherente promover libertad sexual y al mismo tiempo asumir la responsabilidad de tener hijos... La naturaleza caída y los fallos están en todos, la novedad del cristianismo es reconocerlo y a partir de ahí actuar con caridad, y para ello antes hay que saber lo que está mal.
2/01/24 3:04 PM
Marta
brillante, que Dios le bendiga y le de larga vida para que siga escribiendo como lo hace, y siendo antorcha en las tinieblas.
2/01/24 8:37 PM
Angeles Wernicke
Excelente... La historia me recuerda la vida del escritor Julien Green, que luchò contra su inclinaciòn hacia personas del mismo sexo, con èxitos y caìdas, y supo reflejarlas en su autobiografia.
3/01/24 1:00 PM
Pedro de Madrid
Este homosexual con gran impulso sexual sabia que cometía pecado pero se acordaba lo que dijo Jesús, perdonar setenta veces siete, Eso me pasa a mí, que no soy homosexual pero siempre estoy pecando. Dios nos quiere a todos, sólo falta que nosotros queramos a El
3/01/24 5:26 PM
Susana
Estimados, disculpen, pero para mí lo q hace Francisco y Tucho es "viveza criolla" piensan q somos ignorantes y ellos los únicos inteligentes, no es astucia.
3/01/24 7:45 PM
Gonzalo
Muy clarito.

Salut
3/01/24 8:02 PM
Pablo
Garrigou-Lagrange.... Creo que es la mejor definición del catolicismo que he oído nunca. Bueno leído.
4/01/24 2:51 PM
Pedro de Torrejón

Max Jacobo hizo bien con ir a la Abadía Fleury aconsejado por el canónigo Fleureau. Y de allí jamás debió volver a París ; allí debió dejarse ver por la Gestapo ,y por ésto volvió de nuevo a la Abadía. Y de allí lo sacaron .

El problema actual radica en una cuestión muy significativa . Hay una gran crisis vocacional de vida religiosa contemplativa , y un gran auge de vocaciones izquierdistas y progresistas ; de vocaciones feministas y LGTBI .
4/01/24 6:18 PM
Sergio P.
Excelente artículo. Las personas con inclinaciones homosexuales necesitan ser acogidas y, a la vez, que se les estimule a combatir esas inclinaciones. Justificarlas, bajo el manto de una pseudo-misericordia, no es hacer ningún favor a esta gente sino todo lo contrario, es reforzar su esclavitud, atándoles a una conducta pecaminosa, además de autodestructiva. Además, es introducir en la Iglesia un caballo de Troya. Debido a la naturaleza desordenada de lo LGBT, sus defensores siempre tratarán de subvertir y "homosexualizar" cualquier espacio que los acepte (como activistas, me refiero, no como personas).
7/01/24 1:56 PM
Adam
Magnífico artículo. Tan necesario.
8/01/24 11:11 AM
Wladimir Garce
Salud y bendiciones. Antes de leer este artículo leí el del Padre Tomás Patrito, y lo recomiendo ampliamente. Al leerlo lo que se me vino a la mente fueron las palabras de Jesús ; "....vete y no peques más" y usted Padre Juan Manuel, lo deja muy claro, entonces me tranquiliza saber que mis valores doctrinales, que me enseñó la Iglesia Católica, no son herramientas viejas atestadas en un baúl oxidado, sino la convicción y fe en la propias palabras de nuestro fundador "Jesús de Nazaret"
9/01/24 2:42 PM
Maria
Entre tanta confusión y desánimo este artículo me devuelve la esperanza. Gracias
9/01/24 11:38 PM
Enrique
El articulista parte de una visión negativa de la homosexualidad, que necesita ser enmendada porque es intrínsecamente desordenada, lo que es coherente con la doctrina tradicional católica.

La cuestión estriba, a mi juicio, en que un homosexual con dicha tendencia innata -como el ser zurdo, p.e.-, tiene obligatoriamente que resignarse a carecer de vida afectiva en este mundo de acuerdo con aquella doctrina. Eso, para quien correctamente inspirado pueda llevarlo a cabo, merece un aplauso. Pero para quien no pueda -y el mismo Apóstol decía que es mejor casarse que abrasarse, luego era ya consciente de que existen a veces pulsiones que no pueden domeñarse- es motivo de sufrimientos sin tasa. En una cuestión que por venir de su propia naturaleza esa persona homosexual se negaría a sí misma y a la obra de Dios de seguir la doctrina oficial. Y a mayor abundamiento, en un tema donde Nuestro Señor Jesucristo no dijo ni media palabra, con lo que no debió ser motivo de preocupación en su misión pública.
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Luis Fernando 
Cristo endureció notablemente la moral sexual. Tanto más aquello que tenga que ver con relaciones contrarias a la ley natural. Es falso que haya pulsiones que no pueden domeñarse. Quien dice eso no cree en el poder de la gracia de Dios. 
Y por cierto, Cristo tampoco dijo media palabra sobre el aborto, y el aborto es un crimen. 
Búsquese otras excusas mejores. Esas no cuelan. 
10/01/24 9:52 AM
Enrique
Pues va a resultar que san Pablo es el primer hereje, cuando en I Cor 7, 9 dice aquello de que "Pero si no se contienen, cásense; es mejor casarse que abrasarse." Debe ser que no creía en el poder de la gracia de Dios, o que despreciaba el sacramento del matrimonio hasta el punto de convertirlo en una mera cobertura para rijosos o concupiscentes; no sé qué opción es peor de las dos, francamente.

No trato con mi comentario más que de subrayar el drama de quien se encuentra condenado en vida a llevar una existencia desprovista de afectividad por algo que no ha elegido, sino que ha venido con él a este mundo. Y porque Dios ha querido hacerlo así. El ejercicio de la virtud de la castidad se degrada cuando se convierte en una obligación. Obligación de ser casto la tiene quien profesa votos y nadie más. Y aun así puede llegarse a su dispensa; el homosexual no tiene ni ese consuelo.

La alusión que vd. hace al aborto resulta extravagante; el amor al prójimo y en especial al más débil -particularmente la criatura concebida y aún no nacida- encaja sin dificultad alguna en muchos textos evangélicos y del A.T. No tiene nada que ver con la cuestión de que trata mi comentario. Por lo mismo podría defenderse que Cristo no condenó el tráfico de drogas, pongo por caso, cuando la raíz de su inmoralidad está también en el Decálogo.
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LF 
Satanás también sabe citar la Biblia para sus propósitos. Y ya advirtió San Pedro (2P 3,16) que los indoctos e inconstantes tuercen las palabras de San Pablo, como el resto de la Escritura, para su propia perdición .
Es evidente que San Pablo considera la virginidad y el celibato como algo superior al matrimonio. Pero el que no tenga ese don, que se case. Eso no tiene nada que ver con la castidad, que es obligación para todos. El homosexual no puede casarse en ningún caso, como tampoco puede el que se haya divorciado. A esos no dice San Pablo que se casen. Así que váyase con sus herejías a otra parte. Aquí no se le van a publicar más. 

Por cierto, sí, la gracia de Dios siempre habilita al fiel a no pecar, aunque luego peque:

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.
1 Corintios 10,13
10/01/24 1:27 PM
Gregory
Es una historia de redención que resulta muy conmovedora, sin duda alguna mas de una vez recibió la bendición y esta fue un estimulo divino en su lucha diaria.
10/01/24 2:32 PM

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