Dante y lo que nos espera después de la muerte

Dante y lo que nos espera después de la muerte

En una encuesta realizada por la revista Times se preguntó a un buen número de críticos por las obras de literatura más grandes del milenio pasado. Conociendo el resultado, hice la misma pregunta a unos amigos, tomando una cerveza en una trattoria romana después de dar un paseo por Piazza Navona. No sé si fue el influjo italiano, o la inspiración que nos brindó la birra, pero todos coincidían con los críticos en coronar, en el primer o segundo lugar, a la Divina Comedia de Dante Alighieri.

Parece difícil negar la importancia de esta obra en la cultura occidental. Por ejemplo, en estos dos meses que llevo viviendo en Roma, he descubierto que este clásico se usa como hilo conductor para la enseñanza de la Lengua y la Literatura en los Liceos italianos. Dividida en tres partes, el libro nos guía a través de un viaje sobrenatural que explora las opciones para el destino último del alma humana: el infierno, el purgatorio y el cielo, esto es, las realidades últimas según la doctrina de la Iglesia, también conocidos como «los Novísimos» o «Postrimerías».

La aventura de Dante comienza a los 35 años, en la mitad de su vida, cuando se encuentra perdido en «una selva oscura» rodeado de tres bestias. Esta situación simboliza la confusión y el pecado en la vida del hombre. Dante es rescatado por el poeta romano Virgilio, quien se ofrece a guiarlo a través de los reinos de ultratumba. Con la guía del poeta, Dante muestra la necesidad de un acompañante en la búsqueda de la verdad y del camino de salvación.

Inician juntos su viaje comenzando por el Infierno, la primera parte de la obra. Lo describe como un lugar desolado, sombrío, donde los pecadores sufren las consecuencias de sus malas acciones en la Tierra. Está organizado en nueve círculos, cada uno reservado para diferentes tipos de pecados. La traición es lo más grave. Por eso Judas Iscariote se encuentra en lo más profundo, junto a Lucifer. Aquí, Dante experimenta la relación directa entre los pecados en la Tierra y las penas en el infierno, lo que resulta pedagógico para entender la justicia divina y las consecuencias de nuestra libertad mal empleada.

En el Purgatorio, los pecadores deben pagar las penas temporales de las faltas que cometieron en sus vidas, para purificar sus almas antes de acceder al Paraíso. El autor dibuja este lugar como un monte sagrado, imagen de la lucha contra los vicios. Las almas primero reconocen y, después lamentan sus faltas. Impresiona el pasaje donde los pecadores llevan escritos en sus frentes los pecados que deben expiar. Durante esta etapa, Dante aprende que la fe, la esperanza y el amor son el camino de purificación, las virtudes que lo guiarán hacia Dios.

Finalmente, asciende al Paraíso y alcanza la visión beatífica, es decir, la contemplación de Dios «cara a cara». Aquí todo es gozo, fraternidad y caridad; plenitud. Además, los santos y las almas bienaventuradas lo reciben con alegría. En este punto, el autor se encuentra con figuras importantes de la Iglesia como Santo Tomás de Aquino o San Buenaventura. A través de las conversaciones con estos personajes, Dante explora temas teológicos y espirituales, hasta alcanzar el verdadero entendimiento de la fe, la esperanza y el amor.

Con todo, la crudeza y belleza de la Divina Comedia nos invita a reflexionar sobre nuestra existencia, nuestras acciones, nuestra fe. Sin embargo, las realidades últimas por las que Dante viaja nos resultan hoy demasiado lejanas. Para algunos son irrelevantes, para otros simplemente inexistentes. En una sociedad alejada de Dios, la enseñanza de los Novísimos parece compleja. Incluso se han vuelto temas cada vez menos tratados en la predicación y en la vida de la Iglesia. Pero entonces, surge la paradoja: Si no tenemos conciencia de lo que hay tras la muerte, ¿para qué esforzarse durante la vida? Si no sabemos dónde se dirige todo nuestro empeño, ¿por qué luchar?

Es cierto que la comprensión de la vida después de la muerte y del juicio divino se ha debilitado, y muchos han perdido de vista la dimensión trascendente de la existencia humana. Esto representa un desafío. Sin embargo, sigue existiendo una cierta conciencia de la continuidad de la vida después de la muerte. A cualquiera que se le pregunte dónde quisiera habitar al fin de sus días contesta que prefiere acabar en el Paraíso, jugando un partido de fútbol infinito donde siempre gana su equipo, o en una comida con amigos con sobremesa eterna.

Como faro para llegar a buen puerto tenemos la obra de Dante, que sigue siendo hoy un recordatorio valioso, una bella reflexión sobre las realidades últimas. A través de su viaje, el autor nos muestra cómo estas realidades no son lejanas, sino que están intrínsecamente relacionadas con nuestra vida. La disminución en el conocimiento de los Novísimos en la época contemporánea debería motivar a los creyentes a renovar sus esfuerzos de repasar y dar a conocer estas verdades fundamentales. Porque, si algo nos recuerda la Divina Comedia, es que nuestra vida tiene un propósito más allá de lo terreno. En este mes de noviembre, donde la Iglesia nos anima a considerar los Novísimos, tenemos la ocasión perfecta para abordar este desafío. A través de la oración, los sacramentos y el ejercicio de la caridad, mostramos al mundo la verdad del cristianismo. Los esfuerzos de hoy preparan el camino para el descanso de mañana en la contemplación cara a cara del "Amor que mueve el sol y las estrellas».

2 comentarios

Nova
Se agradecen artículos como éste, ya que me parece importantísimo que se recuerden los Novísimos. No todo el mundo va al Cielo inmediatamente después de morir. Y Dios es infinitamente misericordioso, pero también es, al mismo tiempo, infinitamente justo. Conviene no olvidarlo, nos jugamos mucho todos y cada uno, en esta cuestión. Los no católicos también, por cierto.
25/11/23 12:40 PM
Maribel
Gracias por recordar algo tan necesario.
25/11/23 1:17 PM

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