Padre Torres-Pardo: fe y coraje, al servicio de Cristo Rey
Padre José Luis Torres - Pardo (centro). A su derecha, padre Jorge Piñol, CR, y a su izquierda, padre Christian Viña (Roldán, enero de 2017).

Padre Torres-Pardo: fe y coraje, al servicio de Cristo Rey

El pasado lunes 24 de abril de 2023 falleció en Roldán (Argentina) el padre José Luis Torres-Pardo, fundador del Instituto Cristo Rey

Todo el tiempo, Dios, nuestro Señor, único Rey de la Iglesia, nos confirma en la fe a través de abnegados sacerdotes; que no guardan ninguno de los talentos recibidos del Padre, y que los multiplican con generosidad, en su servicio (cf. Mt 25, 14-30). Por eso, como se decía sabiamente en la Iglesia primitiva, cada vez que muere un Sacerdote, algo de eternidad se calla sobre la Tierra... Es, por cierto, el sentimiento que nos embarga ante la partida del querido y admirado padre José Luis Torres-Pardo, fundador del Instituto Cristo Rey. Pero, como es de hijos bien nacidos ser siempre agradecidos, el dolor ante su muerte debe servir para aumentar nuestra gratitud al Eterno Padre por el regalo de su vida, su fe, y su sacerdocio.

No pretendo, con estas líneas, escribir un obituario ni, por cierto, una semblanza al menos aproximada de su vida. Es imposible realizarlo cuando sus restos están siendo velados, en espera de su cristiana sepultura. Y cuando, «en caliente», con la inevitable tristeza ante su pérdida, ni el tiempo ni las emociones lo permiten. Pero al menos –periodista al fin- quiero con este artículo dar testimonio de la honda huella que dejó en mi Sacerdocio. Otros se encargarán, seguramente, de la reseña de sus 94 años de existencia, 75 de vida religiosa, y casi 65 de sacerdote.

Lo vi por primera vez en abril de 1987, con ocasión de la visita de San Juan Pablo II a nuestra ciudad de Rosario, en Argentina. Yo, aún seglar, trabajaba como periodista en la televisión, y me tocó cubrir ese acontecimiento. Me impresionó la presencia de un maduro y fervoroso sacerdote que, como hijo fiel, le daba la bienvenida al Papa, en el aeropuerto. Por entonces, yo estaba bien lejos del Señor, y mucho más lejos de la Iglesia; y, aunque viví el acontecimiento como un hito de mi carrera profesional, no dejó de asombrarme que ese cura se mostrase tan convencido, tan honrado, tan contundente en su testimonio.

Pasaron los años y ya durante el proceso de mi conversión, me llegaban diferentes comentarios sobre el Instituto religioso que fundó; y todo el bien que Dios realizaba, por su intermedio, en tantas almas. Conversiones clamorosas, y vocaciones siempre en aumento, fueron dando muestras de una fidelidad sin fisuras; aun en medio de tantas incomprensiones, y dificultades. O, mejor dicho, esas pruebas consolidaron una obra enraizada en el Corazón de Jesús; y, por lo tanto, perdurable.

Así me fui enterando de los prolegómenos de la fundación, gracias al paternal sostenimiento del entonces Arzobispo de Rosario, Mons. Guillermo Bolatti, a principios de los años ’70; en los que tantas deserciones e infidelidades desgarraban a la Iglesia. Y fui descubriendo el amor incondicional del padre Torres-Pardo a esa Iglesia en terremoto; y, en consecuencia, más necesitada que nunca de sacerdotes fieles, y viriles, que se la pusieran sobre sus hombros. Y fui comprobando el poder de su paciencia, y la proyección de su silencio orante, ante los ataques. Y vi, una y otra vez, cómo jamás permitió críticas sarcásticas, o demoledoras, sobre la Jerarquía. Y volví a comprobar su hechura de una sola pieza cuando salió a defender, con lucidez y coraje, a encumbrados miembros eclesiales; ante ataques furibundos, faltos de caridad. No salían de sus labios, como amonesta el Apóstol, palabras demoledoras (cf. Ef 4, 29), que atentaran contra la unidad. Y, siguiendo la huella de los santos, declaraba que la verdadera reforma de la Iglesia comenzaba por uno mismo.

Tuve la gracia de realizar Ejercicios Espirituales, con él y sus hijos, en Roldán, desde antes de entrar al Seminario. Y, desde hace veinte años, ininterrumpidamente, comienzo mis meses de enero de Retiro en esa casa. Todos los años ha tenido la delicadeza de darme alguna de las pláticas; y brindarme espacios para confesión, y dirección espiritual. Solo en enero de este 2023 su salud, ya muy deteriorada, impidió que nos encontráramos. La caridad de sus hijos trató de suplir su ausencia; lo sabía, de cualquier modo, en ofrenda de sus sufrimientos por los sacerdotes que estábamos realizando la tanda.

Me conmovió siempre su pasión por la Realeza Social de Cristo, sus políticamente incorrectos anuncios del Evangelio, sin concesiones ni descuentos, su amor a las almas que el Señor ponía en su camino; y, claro está, su entrega absoluta hacia los hijos de su Instituto: sacerdotes, hermanos coadjutores, y seglares.

Gozaba de sus grabaciones, que acompañaban nuestras comidas en el Retiro. Su estilo contundente, y sus frases llenas de verdad, humor y hasta de sana ironía, reflejaban un alma enamorada de Dios; bien distante, por cierto, de imposturas.

¡Jóvenes, Cristo es vuestra novia!, era uno de sus «caballitos de batalla», cuando en clave vocacional, recordaba la predicación del padre Francisco de Paula Vallet, fundador de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey; y que a él mismo lo llevó a entrar en religión. O, cuando nos predicaba a sacerdotes, e insistía: Aquí venimos a encontrarnos con el Pastor; pastoral tenemos todo el año. Ahora y siempre la prioridad debe ser el Pastor; porque una pastoral sin el Pastor... ¡termina en brazos de una pastora…! ¡Genio y figura hasta la sepultura…!

Tuve el honor de que predicara en mi Primera Misa, en la capilla de las Siervas de Jesús de la Caridad, en Rosario, el 9 de diciembre de 2012. Siempre me recibía en la Casa Madre, de Roldán, con una sonrisa. Y en todo momento me repitió, especialmente en las horas más difíciles de mi camino al Sacerdocio: Ésta es tu casa, Christian. ¡No lo olvides nunca!

Su amor por España, donde nació, lo constituyó en un auténtico apóstol de la hispanidad. Era plenamente consciente de que no puede entenderse a España sin la Iglesia; y, por eso, sufrió con intensidad, en las últimas décadas, al comprobar la deriva en la que estaba sumida la Madre Patria, por la acción despiadada de los enemigos del Señor. Alcanzó a ver –y eso fue un bálsamo a su dolor- la fundación de su Instituto en la diócesis de Getafe. Estaba convencido, al igual que otros fundadores, de que era un deber de gratitud enviar misioneros para recristianizar a España; por habernos traído ella el Evangelio y la lengua, hace más de cinco siglos.

Como nos edificó en vida, lo hizo también con su muerte. Una y otra vez citaba en sus pláticas a Miguel de Unamuno, y su obra «La agonía del Cristianismo»; para insistir en que agonía viene del griego (agón), y significa combate, lucha. Rubricó con su vida, con su propia agonía, lo que tantas veces enseñó. Le damos gracias al Señor, entonces, por su fidelidad hasta el fin. Y, mientras lo encomendamos a la misericordia de Dios, repetimos con San Pablo: He combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe (2 Tm 4, 7).

+ Pater Christian Viña

 

4 comentarios

Eliana
Padre Christian, conoce algún lugar se misa Tridentina en capital a no sea la fraternidad?
29/04/23 6:17 PM
Rubén
Mons. Bolatti, P. Torres Pardo, adalides de la Fe, en tiempos siempre difíciles de la Iglesia, que el Espíritu Santo nos suscite muchos como a ellos.
1/05/23 4:11 PM
Millan
El padre Torres Pardo representó en nuestros tiempos ese espíritu Católico español que vino a las "americas" por la salvación de las almas , sus sermones deberían ser más difundidos . Gracias por recordarlo.
3/05/23 5:00 PM
PEDRO
San Antonio dió una oración a una pobre mujer que buscaba ayuda contra las tentaciones del demonio.

El Papa Sixto V (franciscano) mandó a esculpir esa oración -llamada también “bendición de san Antonio”- en la base del obelisco que hizo erigir en la Plaza de san Pedro en Roma. He aquí el original en latín:

Ecce Crucem Domini!
Fugite partes adversae!
Vicit Leo de tribu Juda,
Radix David! Alleluia!
traducido:
¡He aquí la Cruz del Señor! ¡Huid enemigos de la salvación!
Venció el Leon de la tribu de Judá,
Descendiente de David. Amén, Aleluya

Esta breve oración equivale a un pequeño exorcismo. También nosotros podemos usarla -en latín o en español- para ayudarnos a superar las tentaciones que se nos presentan y repetirla cuantas veces sea necesario en favor de almas o familiares que andan por malos caminos o imperfección de sus almas. Su valor es inmenso y a la vez bien fácil de repetir y/o memorizar ( nadie debe saber que la dices - si es necesario -, y es válida aún cuando la repitas mentalmente )

11/05/23 7:23 PM

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