Amoris Laetitia y las palabras de Jesucristo

Mi súplica al Papa Francisco, a mi propio arzobispo y a todos los sacerdotes a los que guían, es la misma que la de aquellos griegos a Felipe: «Señor, queremos ver a Jesús» (Jn 12, 21). Pero para poder verlo deben decirme qué es pecado, y que debo «irme y no pecar más». La Iglesia no debe enfundar la espada del Espíritu Santo, que es la palabra de Dios.

El primer párrafo de Amoris Laetitia afirma que «el deseo de familia permanece vivo, especialmente entre los jóvenes». No obstante, durante todo mi noviazgo, mi deseo de contraer nupcias no ha sido a veces vibrante. Según mi arzobispo, el cardenal O’Malley, busco la felicidad, pero me conformo con divertirme. Al contemplar mi entorno y la destrucción causada en él por el divorcio, me pregunto cómo puedo albergar esperanza alguna de evitarlo. Amoris Laetitia está repleta de palabras alentadoras para personas como yo, y sí me consuela, pero también me preocupa. No porque haga un llamado a la misericordia y al discernimiento, o porque reconozca el desarreglo y complejidad de la vida moderna. Todo esto es esencial para la labor pastoral, y en realidad para cualquier creyente.

El problema de Amoris Laetitia es que nos pide que imitemos las obras de Jesucristo, a la vez que echa a un lado sus palabras. El Papa Francisco con frecuencia refiere cómo Jesucristo «nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera», para contrastarlo con aquellos que postulan un ideal exigente o que lanzan doctrinas como si fuesen piedras (27, 38, 49, 64, 289, 294, 305). Sin embargo, nunca cita directamente las palabras que Jesús dirigió a sus interlocutores. Jesús le dijo a la samaritana que el hombre con quien vivía en ese momento no era su marido, la llamó al arrepentimiento y a recibir el agua viva que mana de Él (Jn 4, 18). Con la mujer pillada en adulterio es aún más directo: «Vete, y desde ahora no peques más» (Jn 8, 11).

En un documento con una gran variedad y número de citas bíblicas el Papa Francisco en ningún momento cita directamente las palabras de Jesucristo acerca del divorcio, las que aparecen en el Sermón de la montaña (Mt 5, 31-32), y en dos discusiones con los fariseos (Mt 19, 4-9 y Lc 16, 18). Amoris Laetitia señala que Jesucristo habló del plan original de Dios para el hombre y la mujer incluyendo la indisolubilidad de su unión, y de que esa unión no puede ser deshecha (62). Pero no cita completas las palabras de Jesucristo: «Pero yo os digo que quien repudia a su mujer, salvo el caso de adulterio, y se casa con otra, comete adulterio...»

Quizá el Papa Francisco desea que Jesucristo no hubiera proferido esas palabras. Yo ciertamente así lo deseo. Me resultaría más fácil comprender los recasamientos múltiples de mis padres. Deseo que los Evangelios fueran distintos en otros casos. Deseo que el Evangelio de Lucas hablara de los ricos y los pobres en términos menos tajantes. Quisiera odiar «virtuosamente» a los enemigos de Dios.

No obstante, a pesar de que no siempre me gustan, necesito desesperadamente las palabras de Cristo. Es una de las formas en las que se hace presente en mi vida. Las palabras de Jesucristo no me muestran cómo ser diplomático o agradable, sino algo mucho más tremendo. Me enseñan cómo puedo ser perfecto de la misma manera que mi Padre es perfecto, qué distancia me queda para que esa perfección se convierta en realidad y cuánto necesito de la gracia divina para alcanzar mi meta. Deus caritas est, tiene razón: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva» (1). El objetivo de las palabras de Jesucristo no es un ideal, sino un encuentro en el que nos transformamos en algo más parecido a Él.

Amoris Laetitia, en cambio, trata las enseñanzas de Jesucristo acerca del matrimonio de tres maneras: como una exhortación a un ideal –noble pero demasiado difícil para muchos– (298, 307); como una referencia a una doctrina o un deber (134); o insistiendo en él cómo una cuestión moral, sin tener en cuenta su peso abrumador sobre la conciencia (37). Por poner solo un ejemplo, Francisco escribe que «es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano». Y agrega que el discernimiento pastoral debe incluir la idea de santo Tomás de Aquino de que los principios generales son necesarios, pero que éstos se desvirtúan conforme los aplicamos a cuestiones más y más específicas (AL 304; ST I-II, 94, 4).

El pasaje citado está tomado del tratado de santo Tomás acerca de la ley natural. En él propone que los principios racionales de la ley natural son universalmente aplicables. Por ejemplo, los bienes prestados a otros deben ser devueltos a su dueño. Si bien esto es cierto en la mayoría de los casos, señala santo Tomás, no es cierto en todos. Podría ser que el dueño vaya a utilizarlos de manera nociva. Por eso es por lo que necesitamos el discernimiento, para determinar en qué caso los principio universales no son aplicables a una situación concreta.

Sin embargo, Jesucristo hizo de la indisolubilidad matrimonial no una cuestión de ley natural, sino de ley divina. Santo Tomás argumenta que la ley divina nos conduce a la felicidad eterna junto a Dios, que ella aclara sin dudas qué hacer y qué evitar, gobierna el corazón y prohíbe todo pecado (I-II, 91, 4). El propósito de la ley natural es hacernos perfectos, para poder cumplir así con el destino al que Dios nos llama: la comunión eterna junto a Él. La Nueva Ley de Jesucristo nos indica lo que es necesario para nuestro destino, tanto como lo que se opone a éste. Y lo que es aún más maravilloso es que la Nueva Ley es la gracia misma del Espíritu Santo habitando en nosotros. Todo esto ocurre por medio de los sacramentos, incluyendo el «matrimonio indisoluble» (I-II 106, 1-2).

En otras palabras, santo Tomás corrige la manera en la que Amoris Laetitia se refiere a la indisolubilidad. La Nueva Ley de Jesucristo nos enseña que no se trata de una ley natural, de un deber, de una cuestión moral o de un ideal. Se trata de algo que da vida, que es perfecto, que recrea el alma y deleita el corazón (cf. Sal 19, 7-8). Las enseñanzas de Jesucristo aclaran cuál es el camino a la perfección que Dios desea para nosotros, y a la vez hace de ese camino un sacramento, un vehículo mediante el cual el Espíritu Santo llena nuestros corazones de amor y obra esa perfección en nosotros.

Francisco desea que la Iglesia sea un hospital de campaña para los pecadores (291). El primer objetivo de un buen hospital es identificar qué padece el enfermo, y eso es precisamente lo que hace un buen párroco. Las palabras de Jesucristo repetidas con amor no son instrumentos de tortura, son el bisturí en la mano de un cirujano. Las palabras de Jesucristo son duras: el que no me ame más que a todos los demás no puede ser mi discípulo. Carga tu cruz y sígueme. Pierde tu vida para que puedas encontrarla. Pero solo diciéndome esas palabras puede la Iglesia empezar a curar mis heridas.

El problema no es si la Iglesia teme ensuciarse los zapatos o no (308), sino determinar si el hospital de campaña es capaz de diagnosticar la enfermedad real según los criterios de salud que Jesucristo nos ha dejado en los Evangelios. ¿Impide el pecado sexual la acción del Espíritu Santo de la misma forma que desatender a los pobres? ¿Por qué no? El Papa Francisco dice sin reparos: «Cuando aquellos que comulgan se resisten a dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o consienten distintas formas de división, de desprecio y de inequidad, la Eucaristía es recibida indignamente» (186). No hay aquí ningún llamamiento al discernimiento, a la casuística o al acompañamiento: hay simplemente una declaración de lo absoluto. ¿No debería el Sermón de la montaña ser proclamado del mismo modo, con resolución y diligencia ante todo, y también con amor y con el modo apropiado?

El Papa Francisco insiste en que el esfuerzo por apoyar al matrimonio e impedir su ruptura es más importante que el cuidado pastoral de matrimonios fallidos, y en que la Iglesia no debe ser tibia en sus enseñanzas sobre el matrimonio (307). No obstante, para que mi matrimonio se pueda sostener como una imagen de Jesucristo necesito alimento sólido, no leche. Necesito acercarme a Jesucristo a través de sus palabras, proclamadas como palabras suyas y no como normas de la Iglesia, sin que importe que sean incómodas, para que me consuelen y me fortalezcan. Mi súplica al Papa Francisco, a mi propio arzobispo y a todos los sacerdotes a los que guían, es la misma que la de aquellos griegos a Felipe: «Señor, queremos ver a Jesús» (Jn 12, 21). Pero para poder verlo deben decirme qué es pecado, y que debo «irme y no pecar más». La Iglesia no debe enfundar la espada del Espíritu Santo, que es la palabra de Dios.

 

Nathaniel Peters

Publicado originalmente en First Things

Traducida por Enrique Treviño del equipo de traductores de InfoCatólica

18 comentarios

Fulgencio
Ya hace tiempo que veo en las palabras del papa o en sus escritos una especie de sinuosidad cuando cita las Sagradas Escrituras o a algún autor, utilizada para confirmar sus ideas. En Amoris Laetitia se ve con mucha claridad.
4/05/16 3:08 PM
Palas Atenea
¡Qué bien y con cuánta precisión escribe este chico!
4/05/16 9:50 PM
ALFREDO
Sabemos que la exégesis de los hermanos separados no contextualiza un texto y por ello caen en tantos errores. Para conocer la misericordia de Jesús, es necesario estudiar las distintas situaciones en cuanto como el Señor respondió a los diferentes personajes que enfrentó. Mirar por ejemplo:Lucas 13,31 En ese momento llegaron unos fariseos diciéndole: Sal y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. 32Y El les dijo: Id y decidle a ese zorro: ``Yo expulso demonios, y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día cumplo mi propósito. 33Sin embargo, debo seguir mi camino, hoy, mañana y pasado mañana; porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.…
Aún así sabemos que Jesús nunca dejó de ofrecernos su misericordia.
5/05/16 2:46 AM
xaverius
Se cita de la Escritura lo que apoya la tesis que se defiende. La cuestión es si la tesis defendida no es correcta y contraria a otras citas de la Escritura. No es así en el caso de la encíclica Amoris laetitia, si se interpreta, como siempre debe hacerse con cualquier documento magisterial, en continuidad con el magisterio precedente.
5/05/16 9:54 AM
Forestier
No puedo dejar de dar gracias a Dios, al ver que hay jóvenes como Nathaniel Peters, con una sólida formación doctrinal y además con una manera de expresarse muy actual y animadora. Jóvenes como él, son los que -en gran parte- puede arrastrar a otros jóvenes a amar a Jesucristo.
5/05/16 10:54 AM
Forestier
Mirando en Google, he leído que Nathaniel Peters, es un doctorando´-junto a muchos otros jóvenes- de la Boston College Teología. La verdad es que la impresión que dan es fantástica. Desconozco quien dirige esta Universidad.
5/05/16 11:02 AM
¿Por qué no se lo escribes al Papa? Y no me digas que recibe muchas cartas y no la va a leer, porque lee muchas de las que recibe. Ánimo, lo didces con mucha claridad. Opino lo mismo. Es una pena que a las personas en esas situaciones "irregulares" no se les digan las cosas claras. Con ello se impide su conversión, se les engaña y no se les ayuda en absoluto...
5/05/16 2:39 PM
Manuel Argento
Alfredo: de donde sacaste esa lectura?

"Evangelio según San Lucas, 13
10.Un sábado Jesús estaba enseñando en una sinagoga.
11.Había allí una mujer que desde hacía dieciocho años estaba poseída por un espíritu que la tenía enferma, y estaba tan encorvada que no podía enderezarse de ninguna manera.
12.Jesús la vio y la llamó. Luego le dijo: «Mujer, quedas libre de tu mal».
13.Y le impuso las manos. Al instante se enderezó y se puso a alabar a Dios.

14.
Pero el presidente de la sinagoga se enojó porque Jesús había hecho esta curación en día sábado, y dijo a la gente: «Hay seis días en los que se puede trabajar; vengan, pues, en esos días para que los sanen, pero no en día sábado.»

15.
El Señor le replicó: «¡Ustedes son unos falsos! ¿Acaso no desatan del pesebre a su buey o a su burro en día sábado para llevarlo a la fuente?

16.
Esta es hija de Abraham, y Satanás la mantenía atada desde hace dieciocho años; ¿no se la debía desatar precisamente en día sábado?»"
5/05/16 3:03 PM
Ricardo de Argentina
"...aquellos que postulan un ideal exigente o que lanzan doctrinas como si fuesen piedras (27, 38, 49, 64, 289, 294, 305)."
---

Decir que enseñar lo que Cristo ordenó enseñar equivale a "lanzar piedras", ES UNA BLASFEMIA. Y no digo "me parece", porque esto es tan evidente que creo que no amerita la más mínima discusión.

Ahora bien, darlo a entender sin decirlo explícitamente podría configurar una cripto blasfemia, o blasfemia encubierta.
En todo caso se me hace que se trata de un gravísimo pecado público.
Pero como no soy teólogo ni tampoco manejo el derecho canónico, desearía que quienes tienen el conocimiento suficiente y la prudencia aquilatada me ilustraran sobre le particular.
5/05/16 3:04 PM
jhon
amigo, sin palabras, pero me duele porque es la Iglecia que tiene lla Espada en Mano.... le he dado vuelta a esto desde el dia 8 abril y Papa Fransico se salio de la tangente/ Dios me perdone/. No se si todo el mundo orando por el, no pudo detener eso que hizo, entonces hay algo mas.
Ya final y como vamos, entonces es asi como dices de los griegos a felipe: «Señor, queremos ver a Jesús» (Jn 12, 21... porque lo que se esta viendo es que la carreta no cambia rumbo y dejo a los buyes botados y va va y va.. y el dialogo es "cerrado hediondo", "momia", es y es.. duro.. pero es!! y la cosas es que si no es en esta Santa Madre Iglecia no es ni sera en ninguna...
5/05/16 9:22 PM
Japo
Ayer leía esto, escrito por Juan Pablo II en la Veritatis Splendor :
"Sólo en el misterio de la Redención de Cristo están las posibilidades «concretas» del hombre. «Sería un error gravísimo concluir... que la norma enseñada por la Iglesia es en sí misma un "ideal" que ha de ser luego adaptado, proporcionado, graduado a las —se dice— posibilidades concretas del hombre: según un "equilibrio de los varios bienes en cuestión". Pero, ¿cuáles son las "posibilidades concretas del hombre"? ¿Y de qué hombre se habla? ¿Del hombre dominado por la concupiscencia, o del redimido por Cristo? Porque se trata de esto: de la realidad de la redención de Cristo. ¡Cristo nos ha redimido! Esto significa que él nos ha dado laposibilidad de realizar toda la verdad de nuestro ser; ha liberado nuestra libertad del dominio de la concupiscencia. Y si el hombre redimido sigue pecando, esto no se debe a la imperfección del acto redentor de Cristo, sino a la voluntad del hombre de substraerse a la gracia que brota de ese acto. El mandamiento de Dios ciertamente está proporcionado a las capacidades del hombre: pero a las capacidades del hombre a quien se ha dado el Espíritu Santo; del hombre que, aunque caído en el pecado, puede obtener siempre el perdón y gozar de la presencia del Espíritu» " (la cursiva es del propio Juan Pablo II).
Un abrazo.
7/05/16 12:12 AM
lux
Me ha parecido muy atinado y valiente el articulo de un blog de un gran comunicador catolico mexicano ...

Ante la respuesta de Francisco..sobre si habia algo nuevo en AL..al contestar ambiguamente puedo decir ..pero algo asi como preguntenle a Schborn...aqui dejo parte de su articulo..



"El cardenal Schönborn se planteó a sí mismo, durante la presentación, la misma pregunta: “¿Qué dice el Papa respecto del acceso a las personas que viven en situaciones irregulares”? Pero ni siquiera a sí mismo la respondió, pues lo que dijo fue que “El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites” y luego explica que “este discernimiento no podrá jamás prescindir de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio propuesto por la Iglesia”.

En resumen, la duda en torno a que si en la exhortación apostólica Amoris Laetitia se libera el acceso a la Comunión para las parejas casadas en segundas nupcias, ni el papa Francisco, ni el cardenal Scönborn responden objetivamente. Mientras tanto, prevalece la confusión entre obispos, sacerdotes y fieles…

¿A quién podremos preguntarle, entonces…? Pues a nuestro Señor Jesucristo, quien explica claramente que “Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10,11). Esta sí que es una respuesta precisa."

 

 
7/05/16 4:52 PM
lux
Japo

Es luminoso lo que encontraste. No es un comentario al margen..es central.
Ojala puedan desarrollarlo..estamos en esta incrucijada...el neopaganismo se puede superar...porque nuestra Iglesia ofrece un camino de santidad.

Possumos!
7/05/16 4:55 PM
Efraín Camacho González
"...Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna..."
8/05/16 12:56 AM
Fernando Crespo
Hola:

Mira el matrimonio es un caminar, no exento de tentaciones, dolores, amor y alegría. Llevo 8 años, y es un transitar con muchas cosas, me pasó todo lo que debe pasar en estos primeros años, desde temas de la familia extendida a enfermedades graves de mi señora. Pero hay algo que no te enseñan, y me lo enseñó un amigo viejo con más de 40 años de matrimonio en el cuerpo: Todos los días debes preguntarte por qué me casé con ella, y que me motiva a seguir con ella. Es como renovar el voto del matrimonio todos los días, a veces es duro, porque la persona que ves, no es lo que viste originalmente, pero reencontrarla es fuente de alegría, de felicidad. Es una pregunta y un trabajo de todos los días. Y creo que en eso falla la catequesis, uno no es católico el domingo, es los 7 días de la semana, a su pesar. Entonces uno debe todos los días renovar el camino, reencontrarlo, sino termina aburriéndose, viendo lo rutinario, no nos enseñan a ver el matiz de todos los días, porque aunque uno trabaje de lunes a viernes, en el mismo lugar, con la misma gente, en la misma ruta, no todos los días son iguales.

Bueno, eso. Voy a leer la carta del Papa, estoy leyendo otros temas.
10/05/16 1:11 AM
Jesus Pereira
Quizás Francisco coincida con Hans Küng respecto el papado y el dogma de la infalibilidad (aunque eso sea restricto a situaciones muy delimitadas). Y la mejor manera de hacerlo sin decirlo es crear contradicción y más contradicción. Libera nos Domine.
10/05/16 3:48 AM
Alejandros
Bergoglio en su encíclica Lumen Fidei:
"El hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, porque sin ella no puede subsistir, no va adelante. La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos"
Bergoglio en Amoris Letitia:
Confusión y ambigüedad, resumiendo; ninguneando la VERDAD.
Según Schönborn, hay que discernir. Pero el discernimiento es un Don del Espíritu Santo.
Hechos 5,32: El Espíritu Santo lo da Dios solamente a los que le obedecen.
Conclusión: Hechos 5,29: Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
Pidamos a Dios que le de valor al papa Benedicto para que defienda la doctrina de la Iglesia.
10/05/16 9:40 PM
Maria Troyana
Pues, estos jóvenes que demandan saber que es pecado y que se desenfunde una espada... donde han estudiado? quién les ha sembrado estas perspectivas?
Adivina adivinador...
Pues ojalá siga esta pastoral de insistir tenemos ojos, son para ver.
Tenemos conciencia, es para discernir!
Y Jesús dirá en tu mas profundo centro: No peques mas, y todo lo que ya está en la escritura.
Cuál es el afán de mal intencional al buen Papa Francisco?
A las ideologias no les gusta el llamamiento a la conciencia adulta.
15/05/16 8:23 AM

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