65 voces, por Ignacio Peña Díaz

Hoy mi vida ha cambiado. Hoy el dolor, la culpabilidad y las lágrimas se mezclan en mi cara mientras afloran la indignación y la desesperanza.

Dolor. Dolor porque son 65 los niños con síndrome de Down que nacieron en España el año pasado. Dolor porque son 65 los supervivientes a un genocidio silencioso, oculto en la sombra, dirigido contra las personas más inofensivas e inocentes del planeta. 65 es un grito desgarrador que clama al cielo pidiendo compasión, protección y justicia. 65 es un número humillado, arrodillado y suplicante que pide que le dejen vivir. 65 es un número que busca impotente una humanidad perdida en un estado de bienestar. 65 serán el recuerdo de lo que nosotros dejamos estar, de lo que permitimos que ocurriera mientras mirábamos hacia otro lado.

Culpabilidad. Culpabilidad porque decimos mucho y no hacemos nada. Culpabilidad porque somos responsables tanto de lo que hacemos como de lo que omitimos hacer. Culpabilidad porque sabía que nacían pocos, pero no me había interesado en investigar el alcance de esta matanza, de esta criba, de esta selección, como si de ganado se tratasen. Culpabilidad porque yo, Nacho Peña, no estoy a pie de calle partiéndome el alma por tantos inocentes. Culpabilidad porque, a fin de cuentas, nosotros lo estamos permitiendo. Y eso me produce tristeza.

Lágrimas. Lágrimas porque están muertos. De los 426.303 nacimientos de 2014, aproximadamente 609 serían síndrome de Down. Pero 544 ya no están. Lágrimas porque tenemos 544 angelitos que han subido al cielo de forma anónima. Lágrimas porque son 544 las caras sonrientes que han pasado rápidamente por este mundo. Lágrimas porque son 1088 las manos que nunca podremos chocar. No puedo dejar de pensar en tantas sonrisas, esfuerzos, objetivos por cumplir, juegos, abrazos y besos que nunca llegarán. Porque nosotros regresaremos tranquilos a nuestras vidas, pero ellos no volverán.

Indignación. Indignación porque permitimos que pase. Indignación porque esto es legal. Indignación por la hipocresía de los que el 21 de Marzo se solidarizan compartiendo y apoyando a los síndrome de Down pero después están a favor del aborto eugenésico. Indignación porque se les usa para hacer campañas de solidaridad y al día siguiente se promueve su eliminación. Indignación porque se habla de que se ha encontrado un remedio para «prevenir», y ese remedio es matarlos. Indignación porque acabamos con todos aquellos que no van a ser «perfectos», porque creamos nuestra propia «selección natural», porque solo viven aquellos que supuestamente nos hacen la vida «mas fácil». Hitler estaría orgulloso, y eso me da miedo.

Desesperanza. Miedo de ver hasta dónde hemos llegado. Terror por ver que se nos va de las manos. Pánico por imaginar cuántos inocentes no verán la luz el año que viene por ser diferentes. Sangre. Sangre en nuestra ropa porque miramos hacia otros lados. Una sangre reciente, silenciosa, que va salpicando poco a poco nuestras manos, nuestra imagen y nuestro corazón.

Y es que parece que en el mundo de la tolerancia no se tolera a todo el mundo.

PD: escribí a Síndrome de Down España para que me confirmaran la cifra y me han respondido lo siguiente:

Sin embargo sí que existen otros estudios que demuestran que más del 90% de los casos de niños a los que se les diagnostica síndrome de Down son abortados. Se trata de un estudio que termina en 2004, pero demuestra que la tendencia de matarles se encuentra en alza, y la falta de información no nos permite alcanzar a conocer las consecuencias de este genocidio «médico».

Publicado en Madrid Actual

2 comentarios

Pepito
Pues sí, la matanza de los afectados por el síndrome de Down es un pernicioso efecto más de la economía del descarte y la indiferencia, tantas veces denunciada por Papa Francisco, en la que los más débiles y desprotegidos no cuentan. En esa economía ensalzamos a los fuertes, a los inteligentes, a los guapos, a los ricos y poderosos economicamente, pero ser débil, parado, anciano, feo o enfermo se paga muy caro.

De ahí que sea tan importante para acabar con esta economía de la indiferencia ante los que más sufren, que tengamos partidos católicos, que solidamente basados en el amor de Dios y no en fatuos espejismos capitalistas ni socialistas, propongan una economía del amor y el servicio y no del egoismo y la usura.
29/11/15 6:46 PM
O. V
Casi todo el mundo tiene miedo ante una nueva vida señalada con este síndrome. O con otros.
Los padres tienen miedo a perder su bienestar "para siempre", tienen miedo de que sus otros hijos "vean hipotecado su futuro". Tienen miedo, a veces, al "qué dirán" familiares, amigos, conocidos. Y al niño por nacer aún no lo han visto. Eso le hace duros. Al niño, cuando ha nacido, enseguida lo quieren, aunque les haga sufrir. Porque lo han visto.
Los médicos tienen miedo a los jueces, no se engañen. Este miedo ha condicionado el cambio de actitud en muchos médicos que de entrada sintieron rechazo por el aborto y ahora lo "recomiendan" ante cualquier duda diagnóstica.
El número de niños Down disminuye, pero no disminuyen las cifras de niños con problemas, a causa de la prematuridad, la avanzada edad materna, el uso y abuso de medicinas en el embarazo, etc.
La vida humana es frágil y es un misterio que se va desvelando poco a poco. Siempre lo será, a pesar de los avances científicos. La fe ayuda a combatir el miedo a ese misterio que escapa a nuestro control.
Gracias
30/11/15 12:10 AM

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