Dar la vida, no quitarla

Tantas veces nuestro mundo insolidario y opulento, que no repara en medios ni en gastos para conseguir sus objetivos de poder político, de poder económico, de poder cultural, ningunea y elimina a los que no producen, a los que les molestan, a los que deciden excluir.

Uno de los temas que más frecuentemente cruzan nuestras conversaciones es la enfermedad de alguien cercano, o la que nos aqueja a nosotros mismos. No es cuestión de relleno, sino que al abordarla lo hacemos con el respeto propio de algo importante, que tiene que ver con algo que nos atañe y que no es un hablar por hablar.

Por este motivo en la visita pastoral, el encuentro con los enfermos en las distintas parroquias (ya sea en sus casas o dentro de la parroquia como tal), es un momento entrañablemente humano con gente que agradece un gesto y una palabra de esperanza cuando nos allegamos a ella en nombre del Señor.

Días atrás hemos celebrado una Jornada mundial del enfermo. En torno a esa fecha también me quise ver con cuantos aquí trabajan en ese campo tan querido y especial como es todo el mundo que rodea a la enfermedad mirada con ojos cristianos: capellanes, religiosas, laicos voluntarios. Tanto en los centros hospitalarios y geriátricos como en los propios domicilios, los enfermos reclaman de nosotros una atención especial que les acerque el bálsamo de la paz, el gesto de la ternura, la palabra luminosa de la esperanza. No está en nosotros el hacer milagros, pero sí el saber acompañar con respeto y cariño, con entrañas de fe y caridad a estos hermanos que sufren de mil modos la vulnerabilidad de la condición humana.

La gratitud con la que nos acogen estas personas enfermas o ancianas es verdaderamente hermosa. Los que acudimos a ellos somos quienes resultamos bendecidos sobremanera, nosotros que íbamos como portadores de la bendición del Señor. Es Dios mismo quien nos bendice en ellos con su sincero agradecimiento, con su testimonio de entereza y fortaleza, con la esperanza que deriva de su abandono en Dios y la paciencia creyente con la que se ofrecen por sus familias, por los sacerdotes, por la gente que sufre de tantos modos, por la Iglesia universal.

El Papa Francisco recordaba en su mensaje para esta Jornada del Enfermo que los cristianos «estamos llamados a configurarnos con Cristo, el Buen Samaritano de todos los que sufren. «En esto hemos conocido lo que es el amor: en que él dio su vida por nosotros. También nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1 Jn 3,16). Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo. Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios. Para crecer en la ternura, en la caridad respetuosa y delicada, nosotros tenemos un modelo cristiano a quien dirigir con seguridad nuestra mirada. Es la Madre de Jesús y Madre nuestra, atenta a la voz de Dios y a las necesidades y dificultades de sus hijos». Precioso y comprometido comentario del Papa.

Tantas veces nuestro mundo insolidario y opulento, que no repara en medios ni en gastos para conseguir sus objetivos de poder político, de poder económico, de poder cultural, ningunea y elimina a los que no producen, a los que les molestan, a los que deciden excluir. El aborto de los no nacidos, la eutanasia que se aplica a los enfermos, los ancianos… y recientemente también a los niños, son algunas de las perlas y precios de un malentendido bienestar social que se maquilla y disfraza de progreso que no tiene vuelta atrás. La comunidad cristiana está con estos hermanos en los que Jesús nos espera para que les llevemos precisamente al mismo Jesús esperanza nuestra.

 

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm

Arzobispo de Oviedo

 

8 comentarios

marina c. varela
Con el debido respeto, digo a las autoridades de la Iglesia que antes que la Doctrina católica y muy por encima está la Biblia.
Dios nos creó libres; en el Génesis se ve bien claro que:
- Eva quiso comer del Arbol y Dios no se lo impidió
- Caín mató a su hermano y Dios no le detuvo la mano.
- Somos libres porque podemos ser malos o buenos.
21/02/14 10:40 PM
Gregory
Los catolicos consideramos que la revelación se encuentra en la Sagrada Escritura y en la Sagrada Tradición de manera que la doctrina católica se fundamenta en ambas o dicho de otra forma por ambas Dios nos habla. De todos modos no olvidemos el amor.
22/02/14 6:36 AM
Peppino y Violetta.
Efectivamente Dios nos hizo libres. Dice tu Biblia que Dios quiere que todos los hombres se salven y vengan a conocimiento de la verdad. (1ª Timoteo 2:4)Dios no quiere que seamos malos. Por nuestro bien, quiere que seamos salvos, no solo en otra esfera de vida, sino en esta que es suficientemente maligna como para no dar la felicidad a nadie o a muy pocos. Para eso murió Cristo. ¿O creemos que era tan ingenuo, que creía que los humanos íbamos a ser mejores por nuestra propia voluntad?
Estos tíos y tías espléndidos, se dedican a sublimar sus vidas ayudando y tratándose con los desfavorecidos extremos, enfermos, dolientes de cualquier clase, y si usted mira su Biblia verá como en Hechos, se expone que las oraciones y las limosnas del centurión fueron la base de su salvación. Dios tiene muchos medios de matar chinches si usted me entiende, doña Marina.
24/02/14 3:40 PM
Mariano
Hay enfermos que pueden contribuir con la sociedad de modo valioso todavía, pero en ciertos casos la sociedad los rechaza, por lo que entiendo que la sociedad está enferma también al menos espiritualmente. No son los únicos rechazados por la sociedad, pues ahora hay unos 5 millones de parados en España que podrían trabajar y con salud, pero nuestra sociedad no les da opción de trabajo. Gracias a Dios todos los que quieren tienen el consuelo de Jesús y de la Iglesia que no les negará el amor que sus propios conciudadanos mejor situados les niegan.
27/02/14 10:41 AM
José Luis.
Yo he cuidado a mis padres, en su vejez y su enfermedad y os aseguro, que cuando se hace con amor y cariño, es más lo que recibimos q ue lo que podemos darlos, aun siendo mucho.
El egoismo personal hace que a veces, nos comportemos con nuestros semejantes, con desprecio hacia ellos, por nuestros placeres y caprichos. Ellos,(ancianos y enfermos)también fueron jóvenes y tenían salud y se comportaron con sus padres y abuelos con generosidad.
Por eso, ayudemos y acompañemos a nuestros mayores y enfermos. El Señor nos lo pagará ciento por uno.
27/02/14 7:34 PM
Manuel
Marina: Dios nos ha hecho libres, pero con una conciencia para saber lo que está bien o mal. Y podemos elegir el bien o el mal pero ateniéndonos a las consecuencias.
27/02/14 7:37 PM
Alejandra.
Maravilloso artículo, D. Jesús. Hoy, la sociedad actual en gran parte desgraciadamente, se comporta con sus enfermos o ancianos, con una indiferencia y desinterés cruel y egoista.
Aunque hay ejemplos, como los aquí descritos, que siguen llenando de esperanza y consuelo, a las personas buenas y generosas y que necesitan ayuda.
Hay un refrán que dice: "Es de ser bien nacidos, ser agradecidos" sirvan de ánimo y acicate, éstas, mis humildes palabras para que recobremos el cariño y respeto por nuestros mayores y enfermos. Un saludo para todos.
4/03/14 9:22 AM
Isabel
La caridad con las personas necesitadas, demuestra el amor que se tiene a los más débiles.¿Y quienes son? Pues como dice Monseñor Sanz Montes, acompañar y atender con respeto y cariño a las personas que lo necesitan. Lo agradecen con inmenso cariño, ya sea con una sonrisa o un abrazo o dando las gracias simplemente. Os aseguro que es más, lo que se recibe de ellos que lo que podamos darles.
4/03/14 9:34 AM

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