Subió con prisas a la montaña

Como fiel discípulo del P. Alba S.I., vivió la máxima paulina :«estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres». El santo está siempre alegre. Una alegría contagiosa, especialmente cuando se encontraba en «su salsa»

En su comentario al evangelio de San Lucas, el P. Maldonado destaca en este texto la diligencia de María en acudir a casa de Isabel para ofrecerle su ayuda. El pasado jueves 19 de diciembre en Chosica –Perú-,  murió en accidente de tráfico el hermano Sebastián García Noheda mCR.

Merced al apostolado del P. Miguel Acosta mCR, descubrió su vocación al sacerdocio. Con él, encontró el tesoro escondido y no dudó en vender todo cuanto tenía para entregar su vida al Amor.

En esta diligencia de María he podido contemplar el valor de esta vida consagrada a la voluntad de Dios. El hermano Sebastián se apresuró, en estos siete años que estuvo en la Sociedad Misionera de Cristo Rey, a ofrecer en todo momento, aquellos dones con los que Dios quiso distinguir su apostolado: la alegría y la humildad.

Mi primer recuerdo de su persona se remonta a la despedida del P. Miguel para su misión en Perú. Vino a Sentmenat con otros jóvenes miembros de la tuna de Pedroñeras, para ofrecerle sus alegres cantos, testimoniando de esta manera el agradecimiento que deseaban manifestar por la labor del padre en este pueblo conquense. Su participación no pasó desapercibida, amén de su habilidad con el laúd, a los ojos del mundo podríamos decir que se distinguía por su capacidad de liderazgo. En todos estos años siempre le he visto realizar la tareas más sencillas que puedan imaginarse en una vida de comunidad, con una naturalidad virtuosa, expresada en su rostro, con una permanente sonrisa.

Esta sonrisa delataba esa santa alegría. Como fiel discípulo del P. Alba S.I., vivió la máxima paulina :«estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres». El santo está siempre alegre. Una alegría contagiosa, especialmente cuando se encontraba en «su salsa», durante las representaciones de «los tronpiquillas», en los fuegos de campamento de la Unión Seglar de San Antonio Mª Claret. Recuerdo, especialmente en este tiempo de adviento, el alma que ponía en el canto de los villancicos, era como la de esos músicos que tocan en las orquestas y que en ocasiones la cámara nos muestra con detalle cómo viven su interpretación, parece como si estuvieran en otro mundo. Nuestro querido Sebastián estará esta Navidad contemplando a su Niño Dios, mientras entona alegremente las estrofas de esos villancicos que invitan al pueblo fiel a vivir este divino misterio … «entre un buey y una mula Dios ha nacido».

En las imágenes que informan del terrible accidente puede verse al P. Miguel arrodillado, rezando por el eterno descanso de su amado hijo espiritual. Dice el refranero que una imagen vale más que mil palabras y que los ejemplos arrastran. En ocasiones, se cuestiona la necesidad actual de que los religiosos se identifiquen por su hábito. Estos sacerdotes aprendieron muy bien del P. Alba el bien que pueden hacer dando testimonio al vestir el hábito de su condición religiosa. En estos días de preparación para la celebración de la Jornada de la Familia, viene a mi memoria la fotografía que le hicieron al P. Alba publicada en el periódico de la Vanguardia, confesando «a pie de pista», en el Palau Sant Jordi, durante la primera convocatoria de la Jornada de la Familia organizada por el obispado de Barcelona. Ello le costó un artículo que le causó gran dolor, pues salió de la pluma de un hermano de religión, en el que se chanceaba con desprecio de su persona, por ofrecer una imagen más propia del franquismo.

Unos fragmentos del primer libro de la Imitación de Cristo, sobre el ejemplo de los santos, nos permiten tener presentes el vivo ejemplo que resplandeció en estos íntimos de Cristo, «que sirvieron al Señor en el hambre y la sed, en el frío y la desnudez, en trabajos y fatigas, en vigilias y ayunos, con santas plegarias y meditaciones, y eso en medio de persecuciones y oprobios».

«Renunciaban a todas las riquezas, dignidades y honores, a los parientes y amigos; no ambicionaban cosa alguna de este mundo.»

«Así, eran pobres en las cosas de la tierra, pero muy ricos en gracia y virtudes. A la verdad, en lo exterior carecían de todo, pero interiormente se nutrían de la gracia y consuelo divino.»

«Eran extraños al mundo, pero familiares y amigos íntimos de Dios.»

Hermano Sebastián, ¡Ruega por nosotros!

 

Fernando García Pallán

1 comentario

clara
Al hermano Sebastián y al P Alba encomendamos nuestras familias y el futuro de España.
26/12/13 11:32 PM

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