Madres coraje

Frente a estos ejemplos luminosos que van totalmente contracorriente, es difícil que otros seres humanos no se conmuevan y se opongan a una cultura de la muerte que defiende el aborto como derecho y conquista.

Caroline, Lorraine y Paola. Francesa, inglesa e italiana, respectivamente. Sus vidas son paralelas no sólo porque son mujeres ni porque son europeas, sino, sobre todo, por la actitud de coraje y valentía que asumieron cuando una opción radical tocó a su puerta: la muerte o la vida.

Caroline Aigle fue la primera mujer piloto de caza de la armada francesa y astronauta. A los 14 años ingresó en la escuela militar de Saint-Cyr. Con 25 años, en 1999, se convirtió en piloto de caza para, en 2005, pasar a ser comandante. En junio de 2007, en su quinto mes de embarazo, le diagnosticaron cáncer. Si quería seguir viviendo debía abortar a su hijo para ser sometida a un tratamiento. ¿Decisión? Caroline nació para luchar, no para rendirse. Con tal de evitarle un daño a su hijo, renunció al tratamiento. ¿Consecuencia? Nació Gabriel con cinco meses y medio pero ella falleció. Antes de morir pudo ver a Gabriel en varias ocasiones y cargarlo en brazos.

“No podía detener la vida de un ser que había llevado consigo cinco meses (…) Este fue su último combate, y lo ganó”, declaró el también piloto y esposo de Caroline, Christopher Deketelaere.

La respuesta de Lorraine Allard a los médicos que le sugirieron abortar para salvar su vida fue: “si voy a morir, mi bebé vivirá”. Casada, 33 años y con tres hijas, a los cuatro meses de su cuarto embarazo fue diagnosticada con cáncer en el hígado. Lorraine. ¿Solución? Llevar adelante su embarazo. El 18 de noviembre de 2007 nació el pequeño Liam y Lorraine pudo tenerlo a su lado como feliz mamá hasta el 18 de enero de 2008, fecha en que falleció. Martyn Allard, esposo de Lorraine, ha decidido que cuando Liam crezca, no le dirá que su madre murió por él sino que su madre se aseguró de darle la oportunidad de vivir.

Paola Breda puso la vida de su hijo ante todo. También antes de la propia. En el sexto mes de embarazo, Paola descubrió que tenía un tumor pero jamás aceptó recurrir a medicamentos que habrían dañado al hijo que llevaba en su vientre. En enero de 2007 nació el pequeño Nicola. Aunque Paola luchó por vivir, el lunes 7 de abril falleció.

Giuseppe Nadal, un sacerdote católico que ha acompañado con paternal solicitud a Paola durante todo este tiempo, declaró sobre ella: “Ni siquiera en el momento de la máxima prueba tuvo el mínimo replanteamiento. Paola era de verdad un himno a la vida y un ejemplo para todos nosotros”. Y también añadió: “Cuando descubrió que estaba enferma, vino a la iglesia llorando, pero aquellas no eran lágrimas de dolor por el mal que la había golpeado, sino de agradecimiento al Señor por el don de esta nueva maternidad. Ella y su marido habían esperado nueve años después de haber tenido a la primera hija y este segundo embarazo la había hecho todavía más feliz”.

Frente a estos ejemplos luminosos que van totalmente contracorriente, es difícil que otros seres humanos no se conmuevan y se opongan a una cultura de la muerte que defiende el aborto como derecho y conquista.

Frente al egoísmo del aborto, conscientes del riesgo que corrían, estas mujeres han elegido la generosidad.

A pesar de vivir en una época donde la vida humana parece valer nada y donde el egoísmo se convierte en ley, siguen existiendo testimonios de mujeres que nos enseñan que dar la vida por un hijo, dar la vida por el prójimo, es una excepción que sigue teniendo un gran sentido cuando se ha captado el significado ya no sólo de la maternidad, sino de lo que significa ser persona, de lo que significa amar.

Jorge Enrique Mújica, L.C.

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