Misa en lengua vernácula, sí. Pero, al menos, que sea bien traducida

La discusión sobre los criterios para la traducción de los textos latinos del Misal Romano es cada vez más intensa. En estos mismos días ha sido publicado en Estados Unidos un libro que la avivará todavía más: Uwe Michael Lang, «The Voice of the Church at Prayer. Reflections on Liturgy and Language». En el texto reproducido líneas más abajo, publicado en «L’Osservatore Romano» del 7-8 de mayo, Lang resume las últimas páginas de su libro, para mostrar de qué modo la Iglesia está hoy esforzándose para restituir su perdido esplendor a las traducciones del Misal en los idiomas actuales.

La discusión sobre los criterios para la traducción de los textos latinos del Misal Romano es cada vez más intensa, luego de la carta escrita por Benedicto XVI a los obispos alemanes, reproducida íntegramente en www.chiesa:

>Diario Vaticano / ¿”Por muchos” o “por todos”? La respuesta justa es la primera

Pero en estos mismos días ha sido publicado en Estados Unidos un libro que la avivará todavía más:

Uwe Michael Lang, “The Voice of the Church at Prayer. Reflections on Liturgy and Language”, Ignatius Press, San Francisco, 2012.

El país en el que se publica el libro, Estados Unidos, es también aquél en el que –desde el primer domingo de Adviento del año pasado– se puso en vigencia una nueva traducción en inglés del Misal Romano que responde precisamente a los criterios expuestos por Benedicto XVI y magníficamente argumentados y documentados en el libro: criterios de los cuales estaba alejadísima la anterior traducción.

Entre el autor del libro y Joseph Ratzinger, ya desde antes que éste fuese elevado al papado, hay puntos de vista profundamente comunes. En el anterior libro de Lang, “Volverse hacia el Señor”, traducido en muchos idiomas y dedicado a la orientación “ad Dominum” de la oración litúrgica, el entonces cardenal escribió el prefacio.

Y muchas veces, como Papa, en sus homilías ha vuelto a motivar esta orientación. Una orientación universalmente rechazada, también en el mobiliario de las iglesias, por la costumbre firmemente establecida de celebrar no hacia Dios sino hacia el pueblo, con el sacerdote haciendo impropiamente de eje de la asamblea.

En este nuevo libro de su autoría, Lang reconstruye la historia de las traducciones de los textos sagrados, desde los orígenes hasta nuestros días, una historia signada por incesantes controversias, pero también por la identificación, por parte de la Iglesia, de una senda maestra que sin embargo en estas últimas décadas ha sido en muchos casos abandonada.

En el texto reproducido líneas más abajo, publicado en “L’Osservatore Romano” del 7-8 de mayo, Lang resume las últimas páginas de su libro, para mostrar de qué modo la Iglesia está hoy esforzándose para restituir su perdido esplendor a las traducciones del Misal en los idiomas actuales.

Nacido en Alemania y emigrado a Londres, Lang es sacerdote de la Congregación del Oratorio de san Felipe Neri, al igual que lo fue el beato John Henry Newman, muy admirado por él. Llamado al Vaticano en el 2006, es funcionario de la Congregación para el Culto Divino y consultor de la oficina de las celebraciones litúrgicas del Papa. Enseña arte sagrado y liturgia en el Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana y en la Universidad Europea de Roma.


Estar atentos para no devaluar las palabras,

por Uwe Michael Lang

 

La historia de la traducción bíblica comienza con la versión de los LXX, que logró que la Sagrada Escritura hebrea fuese accesible a la lengua griega y al mundo helenístico. Nunca se subrayará suficientemente la importancia religiosa y cultural de este proyecto de traducción, proyecto que no tiene igual en el mundo antiguo.

Al mismo tiempo que la nueva fe cristiana se difundía en los rincones más remotos del mundo conocido, la cuestión de la traducción se tornaba cada vez más urgente. En este proceso surgió una preferencia por la traducción literal, “palabra por palabra”, basándose en las siguientes razones teológicas: la traducción “sentido por sentido” presupone que el traductor está en condiciones de comprender el sentido pleno del texto original, lo cual estaría en contradicción con la riqueza infinita de la [Sagrada] Escritura.

Al haber recibido el mandato papal de producir una nueva versión latina de la Biblia, luego conocida como Vulgata, San Jerónimo expresó también esta idea, cuando escribió que en la Sagrada Escritura “también la secuencia de las palabras es un misterio” (Carta 57, 5).

Pero la traducción literal, en el tránsito del idioma de partida al idioma de destino, muchas veces no logra comunicar el mensaje del texto en los idiomas contemporáneos, sobre todo cuando se trata de textos antiguos, como los bíblicos o litúrgicos.

Ciertamente toda traducción busca transmitir el contenido espiritual y doctrinal en una forma que haga justicia a las reglas y a las convenciones del idioma de destino.

Algunas hermenéuticas de traducción son bien diferentes, en el sentido que no miran más a una traducción que reproduzca en cuanto sea posible la estructura formal del original. La finalidad es más que nada la de identificar el mensaje contenido en el texto original y de abstraerlo de su forma lingüística. Al traducir es necesario crear una nueva forma que posea cualidades equivalentes en condiciones de expresar más adecuadamente el contenido original. Por medio de esta nueva forma, la traducción se propone tener en el idioma de destino el mismo efecto informativo y emotivo que el texto tendría en su idioma de origen.

Ciertamente se plantean cuestiones metodológicas, sobre todo cómo determinar el significado de un texto al abstraerlo de su forma.

En 1966, se publicó una traducción inglesa del Nuevo Testamento con el título “Good News for Modern Man”: Buenas Noticias para el Hombre Moderno. Al haber completado la versión del Antiguo Testamento en 1976, se publicó la Good News Bible (GNB), en 1979 con los libros deuterocanónicos. Los problemas de esta versión se destacan al ser comparada con la Revised Standard Version (RSV) [Versión Estándar Revisada], insertada en la gran tradición de las Biblias en idioma inglés, en forma actualizada y acorde a las ciencias históricas.

  • Para dar un ejemplo cualquiera, al traducir al inglés: donde la RSV habla de ser rescatados con “la sangre preciosa de Cristo”, la GNB lee “el precioso sacrificio de Cristo” (1Pedro 1, 19). Se trata de una paráfrasis en lugar de una traducción, pues descarta la inmediatez de la expresión bíblica y sus resonancias en la tradición de la Sagrada Escritura.
  • La frase de Cristo, según la cual “Dios es espíritu, y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad” (RSV) está traducida en la GNB como “Dios es Espíritu, y sólo en el poder de su Espíritu se puede adorarlo tal como es realmente” (Juan 4, 24). En este pasaje central, el sentido de la frase está transformado: del precepto de adorar a Dios “en espíritu y verdad” se pasa a una declaración genérica de estar en condiciones de adorar a Dios “tal como es”. Se pierden también los matices trinitarios y cristológicos de lo dicho (cfr. Juan 6, 63 y 14, 6).

La opción metodológica de abstraer el mensaje esencial para comunicarlo en el idioma moderno no remite entonces sólo a cuestiones de estilo y de expresión literaria, sino que conlleva también problemas de carácter doctrinal.

Uno de los casos más conocidos es el relato lucano de la Anunciación, donde la GNB traduce el griego “parthènos” (Lucas 1, 29), como “mujer joven” en vez de “virgen” y ensombrece así una afirmación esencial del Evangelio.

Lamentablemente, esas teorías han influido en la traducción de los nuevos libros litúrgicos en las lenguas vulgares, y han sido aplicadas en forma más coherente en la versión inglesa del “Missale Romanum” de Pablo VI, publicado en 1974.

Si bien no se puede presentar aquí un cuadro detallado, puede ser útil mencionar en principio algunas tendencias que son evidentes sobre todo en las oraciones variables de la Misa. Muchísimas veces la versión inglesa reestructura la oración original, con poca consideración a la secuencia de las ideas teológicas y a su expresión retórica, las cuales son características de la clásica eucología romana.

Aquéllos en cuyo nombre se hace la oración, no son pocas veces reducidos a un indeterminado “nosotros”, que se presume se han de identificar con la asamblea particular reunida. En consecuencia, se limita el propósito universal de tantas oraciones, el cual incluye a todo el cuerpo cristiano o directamente a toda la humanidad.

  • Frases típicas como “praesta, ut” o “concedere, ut”, con las cuales se expresa la súplica a Dios, se traducen habitualmente con la variante de “ayúdanos”. De este modo se introduce una noción débil de la causalidad divina y se reduce la operación misteriosa de la gracia divina en el corazón humano, con un matiz semi-pelagiano.
  • En la oración colecta para el vigésimo primer domingo del tiempo ordinario la tendencia general a convertir el original en paráfrasis ha ido tan lejos que el concreto concepto bíblico de amar la ley divina (“id amare quod praecipis”) se transforma en “valores” (“values”). No se puede no describir esto como un tránsito hacia la auto-secularización y quizás también hacia el relativismo moral (en cuanto el concepto de “valores” es utilizado para sustituir el discurso de un orden moral objetivo). Si se pregunta cuáles son estos “valores”, la versión inglesa da la respuesta: los “que nos proporcionarán alegría perenne en este mundo cambiante (that will bring us lasting joy in this changing world)”. Cuando la antigua oración colecta romana habla de “inter mundanas varietates”, se sienten también las connotaciones negativas que por el contrario se pierden en la frase sobre el mundo que cambia.
  • Algo más importante todavía: el texto original no pide la alegría perenne en medio de las incertidumbres de este mundo, sino que ruega más que nada que nuestro corazón esté anclado en el lugar donde se encuentra la verdadera alegría: en la realidad trascendente del cielo: “ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gaudia”. En la versión inglesa ha desaparecido el eco de Lucas 12, 34, “allí donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.

Ser consciente que esta traducción se ha alejado muchísimo de la “lex orandi” del rito romano ha llevado al gran proyecto de revisión, iniciado por la instrucción de la Santa Sede “Liturgiam authenticam” del 2001.

Luego se ha preparado una nueva traducción del “Missale Romanum”, que ha sido introducida en forma definitiva en muchísimos países angloparlantes el primer domingo de Adviento del año pasado.

 Aún cuando una traducción sólo puede aproximar la elegancia y la concisión de las antiguas oraciones latinas con su ritmo de prosa y sus figuras retóricas, el nuevo “Roman Missal”, a diferencia de su predecesor, en la Iglesia del mundo angloparlante abre en forma fiel e íntegra el tesoro de la tradición litúrgica latina.

Además, eso contribuye notablemente a la formación de “una lengua sagrada vernácula”, tal como está previsto por la “Liturgiam authenticam” (n. 47): un lenguaje cultual que se distinga del lenguaje cotidiano y sea sentido como la voz de la Iglesia en oración.

“A través de estos textos sagrados y de las acciones que los acompañan, Cristo se hará presente y activo en medio de su pueblo. La voz que ha contribuido a que nacieran estas palabras habrá completado su tarea” (Benedicto XVI, Discurso a los miembros del comité “Vox clara”, 28 de abril de 2010).

Para los pastores a quienes se ha confiado la tarea de introducir la nueva traducción en sus comunidades, ésta es también una ocasión única para enseñar la “lex credendi”, la cual encuentra una expresión bella y profunda en estas oraciones, constituyéndose en una ocasión única para “aprovechar con firmeza la oportunidad de catequesis que representa” (Benedicto XVI, ibidem).


El diario de la Santa Sede en el que fue publicado el artículo:

>L’Osservatore Romano

La instrucción del año 2001 de la Congregación para el Culto Divino, que ha recordado a los traductores los criterios incluidos en los textos litúrgicos:


>“Liturgiam authenticam”

El texto original latino de la oración colecta del XXI domingo del tiempo ordinario, citada por Lang en el artículo:

Deus, qui fidelium mentes unius efficis voluntatis,
da populis tuis id amare quod præcipis,
id desiderare quod promittis,
ut, inter mundanas varietates,
ibi nostra fixa sint corda, ubi vera sunt gaudia.

La traducción inglesa utilizada en Estados Unidos desde 1974 al 2011:

Father, help us to seek the values
that will bring us lasting joy
in this changing world.
In our desire for what you promise
make us one in mind and heart.

[Padre, ayúdanos a buscar los valores
que nos traerán alegría permanente
en este mundo cambiante.
En nuestro deseo de lo que prometes
haznos una sola cosa en mente y corazón]. 

La nueva traducción inglesa en uso en Estados Unidos desde el I domingo de Adviento del 2011:

O God, who cause the minds of the faithful to unite in a single purpose,
grant your people to love what you command
and to desire what you promise,
that, amid the uncertainties of this world,
our hearts may be fixed on the place where true gladness is found. 

[Oh Dios, que haces que las mentes de los creyentes se unan en un único propósito,
concede a tu pueblo amar lo que mandas
y desear lo que prometes,
que en medio de las incertidumbres de este mundo,
nuestros corazones puedan mantenerse fijos en el lugar donde se encuentra la verdadera alegría]. 


Sobre el puesto central que ocupa la liturgia en la visión de Benedicto XVI, el prefacio escrito por él en el primer volumen publicado de su “Opera omnia”:

>En la “Opera omnia” de Ratzinger teólogo, la obertura es para la liturgia

 

Publicado por Sandro Magister en http://chiesa.espresso.repubblica.it/?sp=y

Traducción en español de José Arturo Quarracino, Buenos Aires, Argentina.

 

2 comentarios

Vicente
preneu i mengeu-ne tots, que açò és el meu cos entregat per vosaltres/ preneu i beveu-ne tots, la sang de l'aliança nova i eterna vessada per tots en remissió dels pecats.
15/05/12 11:35 AM
ALECIO
Considero una buena decisión por parte de IC traer a la página el artículo de Sandro Magister. En general, sus aportaciones son inteligentes. A veces (porque nadie es perfecto) su dialéctica un poco provocativa. Pero hay que entender el género literario de las crónicas. Le daría un 8.75 sobre 10.

Otro buen colaborador de IC y de VI es Andrés Beltramo. Como ejemplo sugiero ver su última aportación en VI, en el enlace siguiente
http://vaticaninsider.lastampa.it/homepage/nel-mondo/dettaglio-articolo/articolo/scienza-e-fede-science-and-faith-ciencia-y-fe-15131/
15/05/12 12:11 PM

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