Entrevistado por el Diario del AltoAragón

Mons. Ruiz Martorell: «El obispo intenta ser una voz que acerque al encuentro con el Señor»

Julián Ruiz Martorell fue ordenado obispo hace un mes. Pocos días después de su consagración, recibió al Diario del AltoAragón para una entrevista en la que repasó algunos aspectos personales y de su trabajo, así como temas relacionados con la acción pastoral. El prelado de las diócesis oscenses recuerda que la fe tiene una dimensión pública que debe tener hacerla visible, a través de los laicos, en la esfera política. Además, ve preocupante que la Iglesia aparezca en los medios sólo cuando es mala noticia y señala que «no se podría decir que la Iglesia está acosada (en España) pero sí incomprendida»

(Jorge Orús/Diario el AltoAragón) Mons. Ruiz Martorell asegura en la siguiente entrevista que aunque la Iglesia respeta la tarea del legislador en temas fronterizos con la moral y la conciencia, su misión es ofrece una propuesta a toda la sociedad para intentar vertebrarla a partir de valores para el bien común:

- Siempre se dice que el episcopado es un servicio. Pero no sé si el ser nombrado obispo es una propuesta o una oferta imposible de rechazar, si caben dudas para aceptar y si las tuvo.

- Sí. Caben dudas, caben incertidumbres pero sobre todo predomina un sentimiento de fidelidad. Cuando el nuncio me comunica que el Santo Padre me había nombrado obispo de Huesca y de Jaca, después de un breve diálogo me preguntó "pero, ¿acepta?" y yo le respondí que, lógicamente, al Santo Padre no se le puede decir que no. Son muchas las dificultades que en ese momento vienen al corazón y afloran a la mente, pero, sobre todo, predomina un sentimiento de fidelidad y de servicio.

- En cualquier caso, es un cambio de vida sustancial. ¿Radical?

- Es un cambio de vida cualitativo. Radical no porque el sacerdote está arraigado en Cristo y, entonces, se trata de un ministerio diferente -el episcopado es la plenitud del sacerdocio- pero el episcopado es un salto cualitativo porque la responsabilidad es mucho mayor.

- Pasa de una diócesis fundamentalmente urbana, como vicario general de Zaragoza y miembro del cabildo metropolitano, a dos diócesis que tienen mucho de rural. El cambio es fundamental también en este aspecto.

-Proporcionalmente la diócesis de Zaragoza sí que es urbana, pero tiene núcleos rurales y también es muy extensa. En mi condición de vicario general no sólo he tenido que atender cuestiones que atañían a la ciudad, sino también a los pueblos. La zona del Bajo Aragón, que es una zona que pertenece a la provincia de Teruel, pero que forma parte de la diócesis de Zaragoza, y los pueblos que están al norte, ya en el límite de la Diócesis de Jaca. No podemos olvidar que Jaca también tiene pueblos que pertenecen a la provincia de Zaragoza.

- Luego volveré a este asunto pero me gustaría centrarme en algunos aspectos de su persona. El día de su ordenación episcopal trazó un perfil de su vida vocacional. Pero me gustaría que comentara cuándo fue consciente de su vocación sacerdotal y cómo.

- Nací en el seno de una familia cristiana. He recibido los sacramentos de una forma continua. En mi vida, gracias a Dios, no ha habido saltos, no ha habido, diríamos, intervalos o paréntesis. He sido educado en un colegio religioso, en el colegio salesiano de Cuenca, posteriormente en el colegio salesiano de Zaragoza, y fue a raíz de unos ejercicios espirituales en este último cuando me planteé esta vida, que se hizo ya decisión firme y voluntad explícita cuando estaba estudiando en la Universidad de Zaragoza.

- Además de ejercer como párroco, tiene una larga trayectoria docente. ¿Es también la enseñanza una vocación y la podrá mantener siendo obispo

- La docencia es una vocación y también un servicio. He dado clase durante 23 años, fundamentalmente de Sagrada Escritura, también de Teología. Pero creo que como obispo no tengo tiempo ni posibilidades de continuar en esta tarea explícitamente docente de la teología, aunque uno de los tres ministerios del obispo es el ministerio de la enseñanza de la Palabra.

- ¿Lo va a echar de menos?

- El contacto con los alumnos ahora se extiende y se dilata al contacto con tantas personas... El contacto personal enriquece mucho al sacerdote y el contacto con personas que tienen vocación también enriquece mucho el corazón de una persona que, por pasión y por condiciones, ha dedicado una gran parte de su vida al estudio. Pero creo que no lo podré echar en falta porque hay tantísimas cosas que requieren mi atención que debo tener la mente dedicada plenamente a ellas.

- ¿Tiene aficiones y que además pueda mantenerlas en su nueva situación?

- Soy muy aficionado a la lectura, a escuchar música. Me gusta la naturaleza, pero tampoco puedo decir que tengo otras aficiones, estas tres son las fundamentales.

- Le mencionaba antes las dos diócesis. Entiendo que complica mucho su trabajo, y más manteniendo dos estructuras diocesanas separadas.

- No es la situación ideal. Lo ideal sería que cada diócesis tuviese su obispo porque las estructuras diocesanas son independientes y son autónomas. No obstante, la Santa Sede ha querido que se perpetúe esa figura de dos diócesis unidas in persona episcopi, en la persona del obispo, y espero que no se resientan ni en Jaca ni en Huesca por tener que compartir un pastor. No es el ideal pero es lo que tenemos en estos momentos.

- Y deduzco que es una situación irreversible.

- Vamos a ver... tampoco puedo decirlo porque tengo muy poca experiencia y seguramente podrán surgir también otros pasos; y en su momento también solicitarán mi opinión y podré darla de un modo tan claro como don Jesús Sanz Montes, que la dio a favor de que las dos diócesis tuviesen cada una su obispo.

- No sé si entre los respectivos metropolitanos o en el seno de la Conferencia Episcopal se ha afrontado la posibilidad de que Jaca pasara a depender del arzobispado de Zaragoza. ¿Complica más la situación?

- De hecho es una situación muy peculiar porque un servidor tiene dos metropolitanos, el de la provincia eclesiástica de Zaragoza y el de la provincia de Pamplona-Tudela. Creo que en la Conferencia Episcopal Española hay una comisión que en estos momentos está estudiando la reestructuración y las condiciones de las diócesis porque es una cuestión que concierne a varias situaciones peculiares dentro de España. Y el hecho de compartir dos metropolitanos, creo que en principio no debe suponer un obstáculo sino favorecer más la comunión e intensificar más la relación con los hermanos obispos.

- Hay un problema de vocaciones que no sé si es acuciante o no en las diócesis de Huesca y Jaca. ¿Qué perspectivas ve? Don Jesús Sanz recuperó el Seminario y supongo que va a seguir siendo así.

- Los pasos que ha dado don Jesús Sanz han sido firmes y los profesores y formadores del Seminario merecen nuestro reconocimiento y nuestra gratitud. Hay un problema serio de vocaciones. Tenemos pocos candidatos al sacerdocio, pocos seminaristas en Huesca, en estos momentos 8, y en Jaca, 3; son pocos pero buenas personas. Y deseamos rezar por ellos, acompañarlos reconociendo que el sacerdocio es un don de Dios para el mundo, que es un regalo, una gracia. Tenemos que pedirlo, insistir en la oración, acompañarles, estar con ellos e incluso ayudarles con nuestra colaboración económica.

- ¿Esta falta de vocaciones viene de unas causas sociales o familiares o también la Iglesia ha contribuido a no hacer atractiva su propuesta?

- Hay distintos aspectos. En primer lugar, en las familias hay cada vez menos hijos y resulta muy complicado para las familias alentar y acompañar procesos en los que el hijo único dice: "Quiero ser sacerdote". Antes, las familias eran más numerosas y se consideraba como lo que es, una gracia de Dios el hecho de que un hijo hubiese sido elegido para seguir más de cerca a Jesucristo a través del sacerdocio. Y luego el hecho de que la Iglesia en algún momento ha vivido unas circunstancias también peculiares; no digo que sea culpa de la Iglesia pero sí ha sido culpa de muchos factores que han hecho menos atractiva la imagen de la Iglesia, que la han oscurecido y, por tanto, la han hecho menos transparente de la figura de Jesucristo.

- La edad media del católico (iba a decir practicante, aunque tal vez sea una redundancia) va aumentando. ¿Es preocupante?, se está perdiendo a la gente joven.

- Sí, es preocupante, es preocupante. Pero eso no quiere decir que no haya gente joven dispuesta a dar testimonio de su fe. Seguramente, no se les ve mucho, pero participan en muchas actividades y, seguramente, no los vemos en los sacramentos, pero sí en algunos grupos de voluntarios... porque ellos quieren ser testigos muy generosos de una fe abierta, generosa y de una fe que se hace servicio a los necesitados.

- Hay muchas personas que se identifican con la moral y con la cultura cristianas pero que están alejadas de la vida sacramental.

- Hay una ruptura, una escisión, puntos de desencuentro. Pero, entre todos, hemos de caminar hacia una transparencia y el vivir en definitiva, a partir de la verdad, que es Jesucristo, y a partir de una propuesta que se hace que es una propuesta de vida, de plenitud, una propuesta en favor de las personas, de respeto a las personas y de reconocimiento a su dignidad.

- De su experiencia propia, de lo que percibe a través de los medios de comunicación, ¿siente que la Iglesia en España está acosada como dicen algunos sectores católicos?

- Seguramente, no se podría decir que acosada pero sí incomprendida porque, como solía decir un canónigo de Zaragoza en sus predicaciones, don Isidro de Miguel, la iglesia sólo es noticia cuando es mala noticia. Hay muchos acontecimientos que se viven dentro del seno de la Iglesia que no son noticia y que son acontecimientos gozosos. Pensemos, por ejemplo, en la situación que se da ahora con la crisis económica, cuando tantísimas personas han llamado a las puertas de Cáritas. Ha habido una necesidad de disponer de nuevos recursos y, junto con ello, junto con esta solicitud creciente de personas necesitadas, se ha dado también una respuesta muy generosa. Y eso, desgraciadamente, no es noticia; y es una realidad.

- La proliferación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, de que cada vez haya más formas de comunicarse y de obtener información, y que, paradójicamente, lleguemos a estar más desinformados, ¿dificulta la labor de la Iglesia de hacer llegar un mensaje complejo, que necesita mucha elaboración?

- La Iglesia está muy al día en medios de comunicación social. Basta con visitar las páginas web de los obispados y verá usted que hay un despligue de informaciones, de noticias. Hay obispos que incluso son expertos, que conocen muy bien estas tecnologías y estas dinámicas. Creo que la Iglesia en este sentido no ha perdido este tren, que está en la vanguardia. Ahora, eso sí, y no sólo en la Iglesia sino en cualquier circunstancia, es tal la avalancha de información, la avalancha de comunicaciones, que es difícil tener un criterio que dé proporción de lo que es la realidad y saber responder en justicia y de un modo sereno.

- He leído varias reseñas sobre la segunda parte del libro del Papa sobre Jesús de Nazaret. Destacan que habla de un deslinde claro que efectúa Cristo entre religión y política. ¿Es difícil establecer el límite cuando los obispos abordan asuntos legislativos que atañen a la moral? Me refiero a aspectos que Benedicto XVI establece como no negociables cuando habla de la participación del católico en la vida pública, como la familia o el aborto, y que son objeto de la acción del legislador

- La Iglesia respeta la decisión del legislador, pero presenta lo que es una propuesta que está al servicio de la sociedad y, en concreto, no se trata de algo que esté fuera de la dinámica de lo común, de la ciudadanía, como es el respeto a la vida. Cuando la Iglesia insiste en el respeto a la vida desde el momento inicial hasta su ocaso final, está haciendo una propuesta que está al servicio de toda la sociedad. Y en este sentido, siendo una propuesta fundamentalmente cristiana, y fundamentalmente religiosa, es al mismo tiempo una propuesta social. Y existe también la doctrina social de la Iglesia, y basta con leer los documentos que se generaron desde la (encíclica) Rerum Novarum (1891) hasta los últimos documentos del papa Benedicto XVI donde se habla de esa presencia significativa del Evangelio que vertebra, que intenta vertebrar la sociedad a través de principios, a través de valores la vida común.

- Da pie su respuesta a dos preguntas. La primera, es si aspira la Iglesia a un lugar en la arena pública o debe aspirar a él o tiene que ser únicamente a través de los laicos.

- No, no, no. La Iglesia no pide un estatuto distinto. Lo que pasa es que la fe tiene siempre una dimensión pública. La fe no es simplemente una experiencia que se vive hacia dentro, sino que la fe, por sí misma, tiende a comunicarse, a difundirse, a celebrarse, a manifestarse y como cristianos, estamos obligados a dar razón de nuestra fe y de nuestra esperanza. Y ahí, la presencia de los laicos es fundamental. Porque los laicos son los que están en la palestra pública. Los seglares son los que llevan a cabo esa tarea que hace visible, tangible, presente a la Iglesia en el ámbito de la familia, en el ámbito del trabajo, en todas las esferas sociales. Los seglares tienen un gran protagonismo.

- En cualquier caso, y es la segunda pregunta, un obispo aspira a ser escuchado también por los no creyentes.

- Un obispo es pastor de todos. El hecho de que se escuche o no al obispo diríamos que es un factor intermedio. A quien hay que escuchar es al Señor. El obispo no intenta más que ser una voz que acerque al encuentro con el Señor. El hecho de que en un determinado momento, la voz de éste o de aquel obispo, no sea oída o ser malinterpretada es algo que forma parte de la convivencia social. Pero el obispo, en todo momento, es partícipe de una propuesta que se llama Evangelio, Buena Noticia, que es la propuesta y el estímulo de Cristo que se acerca a cualquier situación para desde dentro iluminarla con la luz de la fe.

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