Homilía del Papa en Oporto

Benedicto XVI: «Sin Dios el hombre no sabe adónde ir y ni siquiera logra comprender quién es»

La cuarta y última jornada del Papa en tierras portuguesas ha transcurrido en Oporto. La homilía de Benedicto XVI, predicada en la Misa abierta celebrada en la Avenida de los Aliados, se puede leer como un mensaje no sólo a esta Iglesia particular sino como un mensaje del Sucesor de Pedro a los católicos, a toda la Iglesia universal. El Papa ha asegurado que «en estos últimos años, ha cambiado el marco antropológico, cultural, social y religioso de la humanidad» y por eso es importante que la Iglesia ofrezca el mensaje del evangelio porque «sin Dios el hombre no sabe adónde ir y ni siquiera logra comprender quién es»

(RV/InfoCatólica) El Papa ha retomado el encuentro de los discípulos reunidos en el Cenáculo después de la Ascensión de Jesús para elegir al sustituto de Judas. Fue elegido Matías, quien había sido testigo de la vida pública de Jesús y de su triunfo sobre la muerte, permaneciéndole fiel hasta el final, a pesar del abandono de muchos.

La ‘desproporción’ entre las fuerzas en campo que hoy nos asusta, hace ya dos mil años sorprendía a quienes veían y escuchaban a Cristo. Estaba sólo Él, desde la orilla del Lago de Galilea hasta las plazas de Jerusalén, solo o casi solo en los momentos decisivos: Él en unión con el Padre, Él en la fuerza del Espíritu. Y sin embargo, al final, sucedió que del mismo amor que ha creado el mundo, se produjo la novedad del Reino como pequeña semilla que germina de la tierra, como chispa de luz que irrumpe en las tinieblas, como alba de un día sin ocaso: Es Cristo resucitado. Y se apareció a sus amigos, mostrándoles la necesidad de la cruz para llegar a la resurrección”.

Tras destacar las palabras de Pedro: “Conviene, pues, que uno sea constituido testigo con nosotros de su resurrección”, Benedicto XVI ha explicado que él, en su papel de actual Sucesor de Pedro, repite a cada uno de ellos lo mismo: “Hermanos y hermanas míos, es necesario que seáis conmigo testigos de la resurrección de Jesús. En efecto, si vosotros no seréis sus testigos en vuestro ambiente, ¿quién lo será en vuestro lugar? El cristiano es, en la Iglesia y con la Iglesia, un misionero de Cristo enviado al mundo. Ésta es la misión improrrogable de cada comunidad eclesial: recibir de Dios y ofrecer al mundo a Cristo resucitado, a fin de que toda situación de debilitamiento y de muerte sea transformada, mediante el Espíritu Santo, en ocasión de crecimiento y de vida".

El Papa ha afirmado asimismo: “nada imponemos, pero siempre proponemos -tal como recomienda Pedro en una de sus cartas. Dad culto al Señor en vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida la razón de vuestra esperanza”.  Y todos, al final, nos la piden, incluso los que parecen no pedirla. “Por experiencia personal -ha proseguido Benedicto XVI- sabemos bien que es Jesús aquel a quien todos esperan”.

En efecto -ha dicho el Papa- las más profundas expectativas del mundo y las grandes certezas del Evangelio se cruzan en la irrecusable misión que nos compete, porque sin Dios el hombre no sabe adónde ir y ni siquiera logra comprender quién es. Frente a los enormes problemas del desarrollo de los pueblos que casi nos impulsan al desaliento y a la rendición, nos viene en ayuda la palabra del Señor Jesucristo, que nos hace conscientes de que: `Separados de Él no podemos hacer nada´”.

Después de recordar que esta certeza nos consuela y tranquiliza, el Papa ha dicho también que “no nos exime de salir al encuentro de los demás”. Por eso ha afirmado que “debemos vencer la tentación de limitarnos a lo que aún tenemos, o creemos tener”, porque sería un “morir a plazos, en cuanto la presencia de Iglesia en el mundo, la cual, por otra parte, sólo puede ser misionera en el movimiento difusivo del Espíritu”.

En estos últimos años, ha cambiado el marco antropológico, cultural, social y religioso de la humanidad. Hoy la Iglesia está llamada a afrontar nuevos desafíos y está dispuesta a dialogar con culturas y religiones diversas, tratando de construir, junto a toda persona de buena voluntad, la pacífica convivencia de los pueblos. El campo de la misión ad gentes se presenta hoy notablemente ampliado y no definible sólo en base a consideraciones geográficas; en efecto nos esperan, no sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ambientes socio-culturales y, sobre todo, los corazones, que son los verdaderos destinatarios de la acción misionera del pueblo de Dios".

El Santo Padre ha concluido la homilía de su última misa celebrada esta mañana en Oporto con las siguientes palabras: "Queridos hermanos y amigos de Oporto, elevad los ojos hacia Aquella que habéis elegido como patrona de la ciudad, la Inmaculada Concepción. El Ángel de la anunciación saludó a María como `llena de gracia´, significando con esta expresión que su corazón y su vida estaban totalmente abiertos a Dios y, por tanto, completamente imbuidos de su gracia. Que Ella os ayude a hacer de vosotros mismos un `sí´ libre y pleno a la gracia de Dios, a fin de que seáis renovados y podáis renovar a la humanidad a través de la luz y alegría del Espíritu Santo".

Durante la misa, el Papa ha dirigido un cordial saludo a todos los fieles, la jerarquía eclesiástica y las autoridades presentes, con un pensamiento particular hacia cuantos están implicados en el “dinamismo” de la misión diocesana. Luego, el Santo Padre ha regresado a la Sacristía en el Palacio del Municipio de Oporto y asomándose al balcón principal ha saludado a los fieles.

 

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