(Zenit/InfoCatólica) El Papa subrayó que la "menor atención que en ocasiones se ha prestado al culto del Santísimo Sacramento es indicio y causa de oscurecimiento del sentido cristiano del misterio". Explicó que esto sucede cuando en la Santa Misa "ya no aparece como preeminente y operante Jesús, sino una comunidad atareada con muchas cosas en vez de estar en recogimiento y de dejarse atraer a lo Único necesario: su Señor".
Benedicto XVI resaltó que "si en la liturgia no emergiese la figura de Cristo, que está en su principio y que está realmente presente para hacerla válida, ya no tendríamos la liturgia cristiana, toda dependiente del Señor y toda suspendida de su presencia creadora".
Esta realidad, explicó el Papa, está "muy distante" de quienes, "en nombre de la inculturación, caen en el sincretismo introduciendo ritos tomados de otras religiones o particularismos culturales en la celebración de la Santa Misa".
El misterio eucarístico no puede ser despojado de su valor sacrificial y reducido al de encuentro fraterno
Advirtió, especialmente, contra la reducción del "sacrificio" en mero "encuentro fraterno", sin valor salvífico. El misterio eucarístico es un "don demasiado grande para soportar ambigüedades y reducciones", particularmente cuando, "despojado de su valor sacrificial, es vivido como si en nada sobrepasase el sentido y el valor de un encuentro fraterno alrededor de la mesa".
Debajo de los motivos que aducen los defensores de esta postura, afirmó el Papa, está "una mentalidad incapaz de aceptar la posibilidad de una real intervención divina en este mundo en socorro del hombre". Más aún, prosiguió, "una intervención redentora de Dios" y "un signo sacramental que hace presente el sacrificio redentor" son considerados "por cuantos participan de la visión deísta" como una visión "integrista", estimando "más aceptable a sus ojos" celebrar "una señal que corresponda a un vago sentimiento de comunidad"
Sin embargo, rebatió el Papa, el culto "no puede nacer de nuestra fantasía; sería un grito en la oscuridad o una simple autoafirmación". "La verdadera liturgia supone que Dios responda y nos muestre cómo podemos adorarlo", subrayó.
Esta actitud de recepción ante el misterio de Dios, aclaró, "no significa volverse pasivo o desinteresarse de lo que allí acontece, sino cooperar porque nos volvemos capaces de actuar por la gracia de Dios". En definitiva, "lo que la Iglesia es humano se debe ordenar y subordinar a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación, y el presente a la ciudad futura que buscamos", concluyó el Santo Padre.