(RV/InfoCatólica) De forma exhaustiva el Pontífice describió cómo los hombres de todos los tiempos han buscado una hierba medicinal contra la muerte. E incluso hoy la ciencia médica actual está tratando, si no de evitar propiamente la muerte, si de eliminar el mayor número posible de sus causas, de posponerla cada vez más, de ofrecer una vida cada vez mejor y más longeva. En este contexto Benedicto XVI se preguntó si sería positivo retrasar la muerte indefinidamente y alcanzar una edad de varios cientos de años.
“La humanidad envejecería de manera extraordinaria, y ya no habría espacio para la juventud. Se apagaría la capacidad de innovación y una vida interminable, en vez de un paraíso, sería más bien una condena. La verdadera hierba medicinal contra la muerte debería ser diversa. No debería llevar sólo a prolongar indefinidamente esta vida actual. Debería más bien transformar nuestra vida desde dentro. Crear en nosotros una vida nueva, verdaderamente capaz de eternidad, transformarnos de tal manera que no se acabara con la muerte, sino que comenzara en plenitud sólo con ella”.
El Santo Padre habló a continuación de la novedad y emoción del mensaje cristiano, del Evangelio de Jesucristo como hierba medicinal contra la muerte, “un fármaco que sí existe”. Y precisamente esa medicina se nos da en el Bautismo. “Una vida nueva comienza en nosotros –prosiguió el Papa– una vida nueva que madura en la fe y que no es truncada con la muerte de la antigua vida, sino que sólo entonces sale plenamente a la luz”.
El ser revestido con los nuevos indumentos de Dios es lo que sucede en el Bautismo y es un proceso que dura toda la vida, como explicó el Pontífice. “Lo que ocurre en el Bautismo es el comienzo de un camino que abarca toda nuestra existencia, que nos hace capaces de eternidad”. En concreto, Benedicto XVI habló también del rito de las renuncias y promesas del Bautismo:
En la Iglesia antigua “se rechazaba de esta forma un tipo de cultura que encadenaba al hombre a la adoración del poder, al mundo de la codicia, a la mentira, a la crueldad. Era un acto de liberación respecto a la imposición de una forma de vida, que se presentaba como placer y que, sin embargo, impulsaba a la destrucción de lo mejor que tiene el hombre. La renuncia es una promesa en la cual damos la mano a Cristo, para que Él nos guíe y nos revista”, porque las anteriores son las vestiduras de la muerte.
“En el curso de los siglos, los símbolos se han ido haciendo más escasos, pero lo que acontece esencialmente en el Bautismo ha permanecido igual. No es solamente un lavado, y menos aún una acogida un tanto compleja en una nueva asociación. Es muerte y resurrección, renacimiento a la vida nueva. Sí, la hierba medicinal contra la muerte existe. Cristo es el árbol de la vida hecho de nuevo accesible”.