(CWR/InfoCatólica) Este crucifijo, conocido como la Cruz de San Damián, ganó notoriedad cuando Jesús habló a San Francisco mientras oraba ante él en 1206. Jesús le pidió a Francisco que restaurara su casa, lo que inicialmente Francisco entendió como la iglesia de San Damián. Sin embargo, más tarde comprendió que se refería a la Iglesia en su conjunto y comenzó a predicar el Evangelio y a llamar a la gente al arrepentimiento y la fe. La Cruz de San Damián, con su estilo románico y los ojos abiertos de Cristo, simboliza la victoria de Cristo sobre la muerte. A lo largo de los siglos, este crucifijo ha adquirido un profundo significado teológico y espiritual. Su representación teológica se entrelaza con la iconografía, pero destaca la victoria de Cristo sobre la muerte y su llamado a la renovación espiritual.
El Corpus
El tamaño de las figuras en la Cruz de San Damián lleva un profundo significado teológico. Jesús, siendo el más grande, ocupa un lugar central en la cruz y simboliza su importancia teológica. Su cuerpo, aunque crucificado, irradia luz, lo que representa su transfiguración en gloria. Este crucifijo refleja la enseñanza del Evangelio de Juan de que la crucifixión de Jesús es el momento de su gloria, donde actúa como el gran sumo sacerdote al ofrecerse como sacrificio perfecto para la remisión de los pecados.
En esta representación, Jesús es el sumo sacerdote perfecto y el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Su glorificación al Padre en la cruz se refleja en el regreso glorioso al cielo por parte del Padre. Este misterio pascual de muerte y resurrección de Jesús se manifiesta en el crucifijo de San Damián, donde Jesús, el Cordero de Dios, glorifica al Padre y el Padre lo glorifica a él, recordando su sacrificio como el Cordero que fue sacrificado, pero ahora vive gloriosamente.
Sangre y agua
La Cruz de San Damián es una representación teológica profunda de Jesús crucificado y resucitado. Aunque muestra las marcas de los clavos en las manos y los pies, simboliza la liberación de Jesús de la muerte. La sangre que fluye de su costado traspasado representa la purificación del pecado y la fuente de vida eterna para los creyentes, vinculándola con los sacramentos del Bautismo y la Eucaristía.
Los detalles como las conchas y las volutas en forma de vid simbolizan la transformación del bautizado en una nueva creación en Cristo y la comunión con Él como fuente de vida. La Cruz de San Damián refleja visualmente esta profunda teología y espiritualidad centrada en la vida, muerte y resurrección de Jesús, así como en los sacramentos que unen a los creyentes con Él.
La aureola dorada cruciforme de la Nueva Creación
La Cruz de San Damián representa a Jesús crucificado y resucitado. Jesús es el foco central, mostrado con un halo dorado que lleva la marca de la cruz, simbolizando su triunfo sobre el pecado y la muerte como el Rey de la Gloria. La Cruz anuncia la nueva creación en Cristo y su papel en la redención.
El cabello de Jesús representa los seis días de la primera creación y la nueva creación que Él encarna. La boca cerrada de Jesús indica su entrega final en la cruz, pero su último aliento es el primer aliento de la nueva creación, con su Espíritu derramado sobre el mundo.
El gallo en la Cruz, que canta después de la negación de Pedro, anuncia el amanecer eterno de la nueva creación. Los ojos abiertos de Jesús invitan a todos a acercarse a Él, a permanecer en su abrazo y a convertirse en nuevas creaciones en Él, obteniendo así la vida eterna. La Cruz de San Damián es una representación teológica profunda de la vida, muerte y resurrección de Jesús y su impacto en la redención de la humanidad.
La declaración de Pilato
Dada la interpretación anterior, ahora podemos percibir todo el significado de la declaración de Pilato. Inmediatamente encima de la cabeza de Jesús está pintado IHS Nazare Rex Iudeoru (falta la «m» final). Lo fascinante es que el «IHS» es el griego de las tres primeras letras del nombre de Jesús. El resto de la declaración de Pilato está en latín. Así, tenemos «Jesús (griego IHS) de Nazaret, Rey de los Judíos (latín)». Sin embargo, si el «IHS» se toma como letras latinas, en conformidad con el resto del latín, siendo cada letra la inicial de una palabra, entonces la declaración podría leerse como: «Jesús (I) Salvador (S) de los Hombres (H), de Nazaret, Rey de los Judíos». Así, el pintor del Crucifijo de San Damián estaría declarando que Jesús, como Rey de los judíos, es también el Salvador de toda la humanidad. El artista, pues, está ofreciendo una interpretación teológica de la muerte y resurrección de Jesús. Mediante su sacrificio salvador y su gloriosa resurrección, Jesús se erige en el prometido e imperecedero rey davídico judío del reino eterno de Dios y, al hacerlo, se convierte en el Señor y Salvador de todo el mundo, tanto de judíos como de gentiles. Dentro de este universalismo, todos los que contemplan la Cruz de San Damián pueden ser acogidos en el abrazo salvífico de Jesús.
El taparrabos
Desplazándonos hacia abajo, podemos estudiar ahora el taparrabos blanco que rodea la cintura de Jesús, con sus aspersiones de oro, y atado por un cíngulo de oro atado con un nudo triple. El tipo de taparrabos con tela blanca se impuso en Bizancio y en Europa occidental después de la iconoclasia, es decir, a finales del siglo IX y en el X, y era habitual en el periodo en que se pintó la Cruz de San Damián. Antes de esa época se utilizaba una túnica larga para evocar la dimensión escatológica. El taparrabos es el de un sacerdote, y que sea blanco significa la impecabilidad de la humanidad de Jesús. El rocío de oro manifiesta que la humanidad sin pecado de Jesús es la del Hijo de Dios. Porque Jesús es el Hijo de Dios encarnado, es el gran sumo sacerdote que ofrece su humanidad pura y sin pecado a su Padre, y así su sangre «divina» purifica del pecado y da la vida divina. El triple nudo de oro atestigua la Trinidad. Cada nudo de oro representa a una de las tres personas. El hecho de que estén anudados para formar un nudo triple confirma que, juntos, poseen la única naturaleza divina.
Los que rodean a Jesús
En la representación de la Cruz de San Damián, varias figuras rodean a Jesús crucificado y resucitado. A la derecha de Jesús se encuentran María, su madre, y Juan, el discípulo amado, quienes se sonríen y se miran con cariño, señalando a Jesús. Las dos Marías, María Magdalena y María, la esposa de Cleofás, están a la izquierda de Jesús, también sonrientes y conversando entre ellas. El centurión romano, posiblemente Longinos, se encuentra al lado de María Magdalena y sostiene un libro, representando su papel en la profesión de fe de Jesús como el Hijo de Dios. Dos hombres más pequeños, uno al lado de María y otro al lado del centurión, miran a Jesús y su identidad es debatida, pero podrían representar al soldado romano que ofreció vinagre a Jesús y al criado de Longinos, respectivamente.
Una figura enigmática con una expresión preocupada mira sobre el hombro izquierdo del centurión, y tres cabezas curvadas detrás de él aumentan la ambigüedad de su papel, posiblemente representando a aquellos que no creen en Jesús. Además, hay seis ángeles que rodean a Jesús, todos ellos señalándolo y conversando, animando a los espectadores a contemplar a Jesús y entrar en su presencia. Esta representación en la Cruz de San Damián une elementos de los relatos sinópticos y joánicos de la crucifixión y resurrección de Jesús, ofreciendo un mensaje teológico y espiritual profundo.
El Redondel
La parte superior de la Cruz de San Damián muestra la ascensión de Jesús al cielo después de su resurrección. Jesús lleva una túnica celeste y una estola roja, simbolizando su papel como sacerdote. Tiene una aureola dorada y una cruz en la cabeza, indicando su majestuosidad resucitada. La mano del Padre le da una bendición, representando su exaltación y su lugar a la derecha del Padre en el cielo. Ángeles con aureolas celebran su aparición y animan a los espectadores a unirse en alabanza. Esto resalta la victoria de Jesús sobre la muerte y su posición como Mesías y sacerdote.
San Cosme y San Damián
Aunque la plaza empinada bajo el cuerpo de Jesús crucificado y resucitado está casi totalmente borrada, en la esquina derecha se ven los Cosme y Damián con aureola dorada. Fue en la iglesia dedicada a ellos donde se colocó por primera vez esta cruz-icono, y fue en esta iglesia donde Jesús habló con San Francisco. Cosme y Damián eran médicos. Es providencial que lo fueran, porque la Cruz de San Damián representa a quien es la medicina de la inmortalidad: Jesús crucificado, resucitado y ascendido. Todos los que mueran con él resucitarán con él, y todos los que resuciten con él ascenderán con él, y así alcanzarán la vida eterna.
Conclusión
Sea quien fuere el artista que pintó sobre madera este Crucifijo, estaba muy familiarizado con los Evangelios. En particular, estaba muy familiarizado con el Evangelio de San Juan. Se podría imaginar que la narración de la pasión y la resurrección de Juan se abría a su lado mientras pintaba cada detalle, desde el cuerpo gloriosamente transfigurado de Jesús hasta todos los que le rodeaban, tanto los santos como los ángeles. Por eso, cuando los peregrinos vienen a Asís y van a la Capilla del Crucifijo de la Basílica de Santa Clara, sería beneficioso que trajeran consigo una Biblia y leyeran en oración el relato de Juan sobre la muerte y resurrección de Jesús.
Contemplando la Cruz de San Damián al unísono con la meditación del relato de Juan, uno puede oír a Jesús crucificado luminoso hablar como habló a Santo Tomás: «Pon tu dedo aquí, y verás mis manos; y extiende tu mano, y ponla...». En respuesta, se puede entonces resonar con Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Jn 20, 27-28). Una vez hecho esto, uno puede marcharse, con una nueva conciencia de la llamada personal recibida de Jesús para ir y ayudar a restaurar su casa para Él como discípulo comprometido.