Sor Elena Balatti, misionera comboniana, explica la dantesca situación en Sudán
Sor Elena Balatti, misionera comboniana

«Afortunadamente recibimos apoyo internacional»

Sor Elena Balatti, misionera comboniana, explica la dantesca situación en Sudán

Sudán está a un paso del abismo. Lo que comenzó como un conflicto de baja intensidad ha escalado rápidamente hacia una guerra abierta. A pesar de los repetidos intentos de establecer treguas, estas no se han respetado, lo que ha resultado en bombardeos y enfrentamientos que han afectado principalmente a la capital, Jartum, y a la región de Darfur. Con el paso de las semanas, la violencia se ha extendido a otras áreas del país.

(Fides/InfoCatólica) Según las Naciones Unidas, Sudán se encuentra al borde de un conflicto total que podría tener repercusiones desestabilizadoras en toda la región. El número de muertos ya ha superado los 3.000, y cientos de personas han resultado heridas. Además, se sospecha que se están produciendo violaciones contra las mujeres. La situación humanitaria es desesperante, con la mayoría de los hospitales cerrados y la escasez de agua, comida y electricidad.

El miedo y el terror se han apoderado de todo el país, lo que ha llevado a un éxodo masivo. Sudán solía ser uno de los principales destinos de refugiados de países vecinos, con aproximadamente 1,1 millones de personas buscando seguridad allí antes del estallido del conflicto. Sin embargo, ahora se ha convertido en un escenario de desesperación, con más de 2,8 millones de personas desplazadas debido a la guerra. De ellos, más de 2,2 millones son desplazados internos y más de 700.000 se han visto obligados a huir fuera de las fronteras del país.

Además de afectar gravemente a Sudán, este conflicto también ha tenido un impacto significativo en otros países cercanos. Entre los más afectados se encuentran Egipto, que ha recibido a 255.000 refugiados, Chad, con más de 230.000 refugiados, y Sudán del Sur, un país joven e independiente desde 2011 que ya estaba lidiando con sus propias crisis y conflictos humanitarios.

La situación es alarmante y requiere una atención urgente de la comunidad internacional para evitar un mayor deterioro y sufrimiento para la población civil.

Unos 150.000 refugiados que han escapado de Sudán ya han llegado a Sudán del Sur. «En muy poco tiempo ha surgido una enorme emergencia: Nuestra zona», cuenta a la Agencia Fides Sor Elena Balatti, religiosa comboniana y directora de Caritas Malakal, la capital del Estado del Alto Nilo, zona fronteriza y el punto de acceso más inmediato para quienes vienen de Jartum. Y añade:

«Sobre todo, llegan sudsudaneses que habían huido a Jartum en varias ocasiones, antes de la independencia, durante la guerra civil (2013-18), después de la inestabilidad política y social o de emergencias ambientales recientes. Están regresando a sus zonas de origen pese a que siguen sufriendo problemas ambientales, inundaciones y enfrentamientos interétnicos. La afluencia, tan masiva y repentina, agrava una situación ya muy dura. Desgraciadamente siguen presentes las tensiones de la guerra civil que aún siguen provocando la fuga de muchas personas y desplazamientos internos a los que ahora se suman estos flujos. Hace apenas unos días llegaron unas 3.000 personas de Sudán en muy poco tiempo, es una situación realmente complicada»

Antes de que estallara la guerra en Sudán, las organizaciones internacionales encargadas de apoyar a los refugiados, las ONG y las organizaciones humanitarias ya estaban operando en condiciones precarias en Sudán del Sur. Sin embargo, la situación actual presenta desafíos aún mayores debido a la llegada de diversos grupos étnicos que anteriormente habían buscado refugio en Sudán y ahora se encuentran en una urgente necesidad de escapar para salvar sus vidas.

La gestión es muy difícil y requiere grandes habilidades logísticas e ingente material de primera necesidad. Sor Elena asegura que la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) «está haciendo lo mejor que puede al igual que entidades más pequeñas como nuestra Cáritas diocesana, pero cada día se vuelve más complejo. Además de sudsudaneses, llegan sudaneses y muchos eritreos. A diferencia de naciones como Egipto o las europeas, cuyas embajadas han facilitado el éxodo de sus compatriotas o han organizado vuelos, para los eritreos es diferente porque nadie quiere volver a Eritrea ni tampoco Asmara ha hecho nada para ayudar. Los sudsudaneses que regresan son en su mayoría personas que llevaban algún tiempo viviendo en Jartum y que habían encontrado allí trabajo, un hogar y estabilidad después de marcharse a toda prisa y sin nada, especialmente durante el conflicto. Y habían comenzado desde cero. Ahora están reviviendo la misma experiencia: lo han vuelto a dejar todo y tienen que reconstruir su vida de la nada».

Las tensiones en Sudán habían estado latentes durante algún tiempo (hubo un golpe de Estado en octubre de 2021 que interrumpió la transición democrática), pero nadie esperaba que un conflicto estallara en tan poco tiempo y se convirtiera en una guerra abierta que socava la estabilidad de toda una región. «Fue todo demasiado rápido y violento, sabíamos que había tensiones en Sudán desde hace tiempo, pero no imaginábamos una escalada de este tipo. El problema es que cuando hay dos ejércitos en un país (las fuerzas armadas regulares y las Fuerzas de Apoyo Rápido) el equilibrio es precario porque uno de los dos tiende inevitablemente a reclamar la supremacía y lo hace por las armas. Exactamente lo mismo sucedió aquí con la guerra civil librada por el ejército leal al presidente Salva Kiir y las milicias armadas bajo el mando de Rieck Machar. De hecho, la gente aquí dice: ‘Aprendieron de nosotros’».

La presencia de grupos armados distintos al ejército, como explica Sor Elena, es sin duda un problema que genera grandes tensiones. La poderosa milicia mercenaria tiene una presencia notoria en África y, según muchos observadores, también está implicada en el conflicto sudanés: es muy probable que apoye a las RSF con armas y hombres. Pero hay quienes no excluyen que también pueda ayudar al ejército.

«En el desierto de Darfur (una de las zonas más afectadas por el conflicto) no hay armas sofisticadas, ciertamente vienen de alguna otra fuente, alguien más las adquirió. Ya es muy difícil mediar entre dos partes en conflicto, y mucho menos si hay más actores involucrados».

Si aún es posible gestionar un mínimo de ayuda para las decenas de miles de refugiados que llegan a Sudán del Sur es gracias al trabajo de organismos internacionales, así como por el de realidades más pequeñas como la diocesana Cáritas o Cáritas Sudán del Sur.

«Afortunadamente recibimos apoyo internacional. Hace poco vinieron algunos miembros de Cáritas Austria y decidieron ayudar. Lo hacen con extrema generosidad. Ayudamos en lo que podemos de una manera concreta. Por ejemplo, hemos puesto a disposición un barco que transporta personas desde la frontera hasta aquí viajando por el Nilo. Han llegado ya unos 2000. También distribuimos artículos de primera necesidad en los campos de tránsito. Por desgracia, hemos visto a personas que morir de hambre o sed todos los días, algunas mientras viajan. Por eso, también quiero hacer un llamamiento a través de Fides para que nos ayuden a través de los canales de Cáritas habilitados para los desplazados por la emergencia de Sudán, Upper Nile South Sudan», concluye Sor Elena.

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