El Papa propone una espiritualidad de reparación de los abusos a menores

Basada en tres principios que ha explicado a la Pontificia Comisión para el tema

El Papa propone una espiritualidad de reparación de los abusos a menores

Este 5 de mayo, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los miembros de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, reunidos en Asamblea Plenaria. El Pontífice les ha planteado tres principios de una espiritualidad de reparación, al abordar las múltiples facetas de esta terrible plaga en la Iglesia.

(Aica/InfoCatólica) El papa Francisco recibió, este viernes, a los miembros de la Pontificia Comisión para la Protección de Menores, reunidos en Asamblea Plenaria, a quienes les propuso tres principios para una espiritualidad de reparación, al abordar las múltiples facetas de los casos de abusos perpetrados por clérigos.

«Deben continuar los esfuerzos para mejorar las directrices y las normas de comportamiento del clero y de los religiosos. Espero recibir información sobre este esfuerzo y un informe anual sobre lo que, en su opinión, funciona bien y lo que no, para que puedan introducirse los cambios oportunos», pidió el pontífice.

Al inicio de su discurso, el Papa saludó a los participantes en la segunda Asamblea Plenaria de Tutela Minorum, especialmente a los nuevos miembros de la Comisión, a los que continúan su servicio y al grupo de colaboradores provenientes de todo el mundo. En este primer encuentro desde que todos ellos fueron instituidos en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, el pontífice dio algunas indicaciones:

«Vemos que las semillas sembradas hace unos diez años, cuando el Consejo de Cardenales recomendó la creación de este organismo, están creciendo. Por eso, precisamente para afrontar los desafíos actuales con sabiduría y valentía, es importante detenerse un momento y reflexionar sobre el pasado. En los últimos diez años todos hemos aprendido mucho, ¡yo incluido!».

Los abusos, una terrible realidad que clama al cielo

Al señalar que el abuso sexual de menores por parte del clero y su mala gestión por parte de los líderes eclesiásticos ha sido uno de los mayores desafíos para la Iglesia en este tiempo, Francisco indicó que ese delito, junto a las guerras, el hambre y la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, son realidades terribles del mundo que claman al Cielo.

«Sin embargo, la crisis de los abusos sexuales es particularmente grave para la Iglesia, porque mina su capacidad de acoger y testimoniar plenamente la presencia liberadora de Dios. La incapacidad de actuar adecuadamente para detener este mal y acudir en ayuda de sus víctimas ha desfigurado nuestro mismo testimonio del amor de Dios. En el Confiteor pedimos perdón no sólo por el mal que hemos hecho, sino también por el bien que no hemos hecho. Puede ser fácil olvidar los pecados de omisión, porque en cierto modo parecen menos reales; pero son muy reales y hacen tanto daño a la comunidad como los demás, si no más».

No hemos permanecido callados o inactivos

En este sentido, el Obispo de Roma recuerda que no haber hecho lo que correspondía para afrontar los abusos, especialmente por parte de los líderes eclesiásticos, ha escandalizado a muchos y que, en los últimos años, la conciencia de este problema se ha extendido por toda la comunidad cristiana. Al mismo tiempo, el Papa señalo que la Iglesia no ha permanecido callada o inactiva:

«Recientemente he confirmado el motu proprio 'Vos estis lux mundi' (VELM), que ahora es una norma permanente. En él, en particular, pedimos que se prevean lugares de acogida de las acusaciones y de atención a los que dicen haber sido perjudicados (cf. art. 2). No cabe duda de que se pueden introducir mejoras a partir de la experiencia, con las Conferencias Episcopales y los obispos a título individual, lo cual siempre es importante».

Tres principios para una espiritualidad de reparación

Asimismo, el Papa recuerda que, hoy, nadie puede decir honestamente que no está afectado por la realidad de los abusos sexuales en la Iglesia. Por ello, propone a los miembros de Tutela Minorum tres principios de una espiritualidad de reparación, al abordar las múltiples facetas de este problema.

«En primer lugar, allí donde la vida ha sido herida, estamos llamados a recordar el poder creador de Dios para sacar esperanza de la desesperación y vida de la muerte»

Al hablar del primer principio reparador, el pontífice recordó un reciente encuentro con un grupo de exalumnos de una congregación religiosa, y dijo que la terrible sensación de pérdida que sienten tantas personas a causa de los abusos puede parecer a veces demasiado pesada de soportar:

«Incluso los líderes de la Iglesia, que comparten un sentimiento común de vergüenza por su incapacidad para actuar, se han visto disminuidos, y nuestra propia capacidad para predicar el Evangelio se ha visto herida. Pero el Señor, que hace nacer cosas nuevas en cada época, puede devolver la vida a los huesos secos».

En este sentido, el Papa recordó una anécdota respecto de algo que le sucedió cuando era arzobispo de Buenos Aires y afirmó que el Señor, en todo tiempo, hace nacer cosas nuevas, puede dar vida a los huesos secos:

«Por eso, aunque el camino que tienen por delante sea arduo y agotador, los animo a no estancarse, a seguir tendiendo la mano, a tratar de infundir confianza a quienes encuentran y compartan con ustedes esta causa común. No se desanimen cuando parezca que poco está cambiando para mejor. Perseveren, ¡sigan adelante!».

«En segundo lugar, los abusos sexuales han provocado lágrimas en nuestro mundo y no sólo en la Iglesia. Muchas víctimas siguen descorazonadas, porque los abusos que tuvieron lugar hace muchos años siguen creando obstáculos y desavenencias en sus vidas. Las consecuencias de los abusos pueden producirse entre cónyuges, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre amigos y colegas. Las comunidades quedan destrozadas; la naturaleza insidiosa del maltrato desgarra a las personas y las divide, en sus corazones y entre ellas», advirtió.

El segundo principio reparador que les propuso el Papa tiene que ver con la esperanza de que lo que está roto pueda recomponerse de nuevo.

«Lo que está roto no está destinado a permanecer roto. La creación – precisó el Papa – nos dice que todas las partes de nuestra existencia están coherentemente conectadas, y la vida de fe incluso conecta este mundo con el mundo que vendrá. Todo está conectado. El mandato que Jesús recibió del Padre es que de todo esto nada ni nadie está perdido. Así pues, allí donde la vida está rota, les pido que ayuden concretamente a recomponer los pedazos, con la esperanza de que lo que está roto pueda recomponerse de nuevo».

«Reparar el tejido desgarrado de la historia -afirmó el Santo Padre- es un acto redentor, es el acto del Siervo Sufriente, que no evitó el dolor, sino que tomó sobre sí toda culpa. Este es el camino de la reparación y de la redención: el camino de la cruz de Cristo. En este caso concreto, puedo decir que para estos supervivientes hubo un verdadero diálogo durante los encuentros, al final de los cuales dijeron sentirse acogidos por los hermanos y recobrar un sentido de esperanza en el futuro».

«En tercer lugar, los exhorto a cultivar en ustedes mismos el respeto y la bondad de Dios».

Y citando a la poetisa y activista norteamericana Maya Angelou, Francisco invitó a los miembros de la Comisión a que sean amables en sus acciones, sobrellevando los unos las cargas de los otros, sin quejarse, sino pensando que este momento de reparación para la Iglesia dará paso a otro momento en la historia de la salvación. «No olvidemos que las llagas de la Pasión -dijo el Papa- permanecieron en el cuerpo del Señor Jesús, ya no como fuente de sufrimiento o vergüenza, sino como signos de misericordia y transformación».

«Ahora es el momento de reparar el daño causado a las generaciones que nos precedieron y a los que siguen sufriendo. Este tiempo pascual es signo de que se nos prepara un tiempo nuevo, una nueva primavera fecundada por el trabajo y las lágrimas compartidas con los que han sufrido. Por eso es importante que nunca dejemos de ir adelante».

La protección de menores una norma para todos

Al destacar las competencias y conocimientos de los integrantes de Tutela Minorum para ayudar a reparar una terrible plaga en la Iglesia, poniéndose al servicio de las distintas Iglesias particulares, el papa Francisco subrayó que la importancia de la protección de menores y de las personas frágiles debe ser una norma para todos:

«Los principios de respeto a la dignidad de todos, de buena conducta y de un estilo de vida sano deben convertirse en norma universal, independientemente de la cultura y de la situación económica y social de las personas. Todos los ministros de la Iglesia deben mostrarlos al servir a los fieles, y éstos, a su vez, deben ser tratados con respeto y dignidad por quienes dirigen la comunidad. Al fin y al cabo, la cultura de la tutela sólo tendrá lugar si hay una conversión pastoral a este fin entre sus líderes».

Ser un ejemplo de acogida y buen comportamiento

El Santo Padre también habló de sus planes para abordar las desigualdades dentro de la Iglesia, en términos de formación y servicio a las víctimas, en África, Asia y América Latina.

«No es justo que las zonas más prósperas del planeta cuenten con programas de protección bien formados y financiados, en los que se respeta a las víctimas y a sus familias, mientras que las de otras partes del mundo sufren en silencio, tal vez rechazadas o estigmatizadas cuando intentan dar un paso al frente para contar los abusos que han sufrido. También en este ámbito, la Iglesia debe esforzarse por convertirse en un ejemplo de acogida y buen comportamiento».

Involucrar a la Curia Romana en la protección

Finalmente, el Papa señaló que ha acogido con alegría el acuerdo de cooperación que Tutela Minorum ha establecido con el Dicasterio para la Evangelización, sobre todo teniendo en cuenta su vasto alcance a muchos de los lugares más olvidados del mundo, siguiendo la exhortación que les había dado el año pasado de involucrar a la Curia Romana en esta tarea de la protección de menores. «Ya han hecho mucho en estos primeros seis meses. Los bendigo de corazón. Sepan que estoy cerca de su trabajo y no se olviden de rezar por mí. Yo lo haré por ustedes», concluyó.

 

 

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