Francisco: «Sin amigos y sin oración, el celibato puede convertirse en una carga insoportable»

«El celibato es un don que la Iglesia latina conserva»

Francisco: «Sin amigos y sin oración, el celibato puede convertirse en una carga insoportable»

El Papa Francisco ha inaugurado este jueves un importante congreso en el Vaticano sobre la «Teología del sacerdocio», promovido por el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos y del Centro de Investigación y Antropología de las Vocaciones,y que se celebrará en el Aula Pablo VI hasta el 19 de febrero.

(Aica/InfoCatólica) «El celibato es un don que la Iglesia latina conserva, pero es un don que, para ser vivido como santificación, requiere relaciones sanas, relaciones de verdadera estima y de verdadero bien que tengan su raíz en Cristo», así lo reiteró el papa Francisco en el discurso de apertura del simposio.

«Sin amigos y sin oración, el celibato puede convertirse en una carga insoportable y en un contratestimonio de la belleza misma del sacerdocio», advierte el Papa y agregó: «Donde funciona la fraternidad sacerdotal hay lazos de verdadera amistad, allí también es posible vivir la elección del celibato con más serenidad».

En el centro de su amplio y articulado discurso, que duró cerca de una hora, el pontífice reflexionó sobre los «cuatro barrios» que son la base de la identidad sacerdotal: la cercanía a Dios, al obispo, a los sacerdotes, al pueblo de Dios.

«Soy consciente de que podemos hablar y teorizar mucho sobre el sacerdocio», comenzó Francisco, explicando que en el origen de su discurso hay más de 50 años de sacerdocio: «No sé si estas reflexiones son el 'canto del cisne' de mi vida sacerdotal, pero ciertamente puedo asegurar que provienen de mi experiencia».

«El cambio siempre nos pone frente a diferentes formas de afrontarlo», dijo el Papa: «El problema es que muchas acciones y muchas actitudes pueden ser útiles y buenas pero no todas tienen sabor a Evangelio».

Hay dos tipos de fuga a evitar: «son las actitudes del mercenario que ve venir al lobo y huye: huye al pasado o huye al futuro. Ninguna de estas actitudes conduce a soluciones maduras».

Al respecto propuso Francisco: «Me gusta más bien la actitud que surge de la toma confiada de la realidad, anclada en la sabia tradición viva de la Iglesia, que puede darse el lujo de remar mar adentro sin temor».

«Algunos sacerdotes, algunos obispos deben ser evangelizados: esto pasa, es el drama de hoy», analizó el Papa, según el cual «el sacerdote, más que recetas o teorías, necesita herramientas concretas con las que afrontar su ministerio, su misión y su vida cotidiana».

«Sin una relación significativa con el Señor, nuestro ministerio está destinado a volverse estéril», advirtió. «Recuerdo momentos importantes de mi vida en los que esta cercanía al Señor fue decisiva para sostenerme en los momentos oscuros».

«Sin la intimidad de la oración, de la vida espiritual, de la cercanía concreta con Dios a través de la escucha de la Palabra, de la celebración de la Eucaristía, del silencio de la adoración, de la consagración a la Virgen, del acompañamiento sabio de un guía, del sacramento de la Reconciliación, sin estas ‘cercanías’, en definitiva, un sacerdote es, por así decirlo, solo un obrero cansado que no goza de los beneficios de los amigos del Señor».

Francisco recordó algunas ocasiones en que preguntó a sacerdotes cómo regresan a sus hogares después de una jornada intensa de trabajo. Narraba que algunas respuestas son «Muy cansado» y, al consultar qué hacían, algunos le decían que se iban a descansar directamente. «Perseverar en la oración no solo significa permanecer fieles a una práctica, sino no escapar cuando precisamente la oración nos lleva al desierto», manifestó. En este sentido, interpeló: «¿Te dejas llevar al desierto o prefieres el ‘oasis de la televisión’?».

«Un sacerdote debe tener un corazón suficientemente ‘ensanchado’ para dar cabida al dolor del pueblo que le ha sido confiado y, al mismo tiempo, como el centinela, anunciar la aurora de la Gracia de Dios que se manifiesta en ese mismo dolor», expresó.

El sucesor de Pedro agregó que «abrazar, aceptar y presentar la propia miseria en cercanía del Señor será la mejor escuela para poder hacer lugar gradualmente a toda la miseria y el dolor que encontrará diariamente en su ministerio hasta que él mismo se vuelva como el corazón de Cristo».

En el segundo punto, Francisco se refirió a la cercanía con el obispo y acotó que la obediencia no es un «atributo disciplinar sino la característica más profunda de los vínculos que nos unen en comunión». «Obedecer significa aprender a escuchar y recordar que nadie puede pretender ser el poseedor de la voluntad de Dios, y que ésta solo puede entenderse a través del discernimiento». Por tanto, «la obediencia es escuchar la voluntad de Dios, que se discierne precisamente en un vínculo».

El Papa consideró que «esta lógica de las cercanías posibilita romper toda tentación de encierro, de autojustificación y de llevar una vida ‘de solteros’». También aludió a la necesidad de que los sacerdotes recen por los obispos y se animen a expresar sus opiniones con respeto y sinceridad, así como la importancia de la humildad, capacidad de escucha, autocrítica y de «dejarse ayudar» por parte de los obispos.

Francisco se detuvo también en la cercanía entre sacerdotes. Puntualizó que «la fraternidad es escoger deliberadamente, ser santos con los demás y no en soledad». A su vez, evocó un proverbio africano que dice: «Si quieres ir rápido, tienes que ir solo, mientras que, si quieres ir lejos, tienes que ir con otros».

Reconoció que a veces «parece que la Iglesia es lenta -y es verdad-, pero me gustaría pensar que es la lentitud de quien decidió caminar en fraternidad».

Por último, el Santo Padre subrayó la pertinencia de la cercanía del pastor a su pueblo, de convocar a la comunidad y ayudar a crecer el sentimiento de pertenencia al Santo Pueblo de Dios.

«Si el pastor se pierde, se aleja, también las ovejas se dispersarán y estarán al alcance de cualquier lobo», señaló Francisco: la pertenencia es «el antídoto contra una deformación de la vocación que surge precisamente del olvido de que la vida sacerdotal es «debido a los demás: al Señor y al pueblo que se le confió».

El clericalismo y la rigidez son una perversión, y no sólo para los sacerdotes. «Cuando pienso en el clericalismo, pienso también en la clericalización de los laicos», señaló el Papa: «esa promoción de una pequeña élite que, en torno al sacerdote, acaba desvirtuando también su misión fundamental como laico:«¡Cuántos laicos clericalizados! Es una tentación hermosa».

 

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