(AsiaNews) Las personas están «desesperadas» porque hasta ahora el gobierno «hizo tantas promesas», pero «en concreto», no se ven resultados. «Uno de los motivos» de este punto muerto se debe «a la gran corrupción» que invadió las instituciones y los palacios del poder, tanto que «todavía hay en el poder personas» que han alimentado la delincuencia. Es cuanto subraya a AsiaNews, Mons. Michel Aoun,obispo de Jbeil-Byblos de los Maronitas, el cual confirma que la situación de crisis que está atravesando el Líbano es gravísima, con una economía de rodillas sobre la cual la emergencia coronavirus trajo efectos devastadores.
El gobierno- explica el prelado- «prometió luchar contra la corrupción, pero hasta ahora no se ven resultados». Uno de los efectos relacionados con la delincuencia, «es el problema del dólar»: el cambio oficial habla de un dólar por 1.500 liras libanesas, pero en realidad en las casas de cambio la tasación real es de 1 a 4200. Además «no es posible retirar la moneda americana de los bancos libaneses, aún disponiendo de una cuenta corriente en dólares. Y está admitida sólo la liquidez, nada de cheques o pagos». A esto, prosigue, se suma «la creciente inflación, con los precios que se duplicaron: antes, para comprar un queso se necesitaban 5 mil liras, ahora no bastan 10 mil».
Desde hace meses el país de cedros está atravesado por una profunda crisis económica, política e institucional, agravada por la guerra en Siria y que aumentó con el nuevo coronavirus. Un Líbano siempre más en el caos que preocupa a la dirigencia cristiana. Como respuesta a la crisis económica a la cual se sumó también la del Coronavirus, la Iglesia ya intervino ofreciendo 2 institutos religiosos para hospedar a pacientes no graves en fase de convalecencia y terrenos para cultivar.
El ejecutivo trató de responder a la crisis con un paquete de ayudas a 130 mil familias en dificultad, con un desembolso en total por 50 millardos de liras. Las medidas de la cuarentena y la clausura de las actividades para contener el virus han hecho desmoronar los presupuestos familiares, bloqueando las actividades y aplastado el sector privado. En este contexto no faltan críticas y ataques, terminados en protestas de plaza, sobre el sistema de distribución de las ayudas, que habría una continuación- según las acusaciones- lógicas clientelares y de partidos, pero no las verdaderas necesidades de los núcleos más en dificultad.
En el Líbano «no hay trabajo», subraya Mons. Aoun y «estamos lanzando repetidos llamados a la solidaridad» para sostener la obra promovida por los obispos y las parroquias. «También nosotros del obispado -advierte-hemos preparado paquetes de alimentos que distribuimos cada mes. Tratamos ir al encuentro de las familias en dificultad, con los pocos medios que tenemos». Faltan los recursos de base, comida y medicamentos, muchas personas sobre todo del sector privado han perdido el trabajo y no reciben un sueldo a fin de mes. «Antes-recuerda el obispo- los empleados públicos recibían una compensación de casi mil dólares, ahora unos 400».
La crisis económica involucró también a las escuelas católicas, el 80% de las cuales arriesgan la clausura «porque la gente no quiere pagar y la Iglesia no posee la liquidez necesaria para hacer frente a todos los gastos». «Estamos en un círculo vicioso-subraya Mons. Aoun- y no sabemos cómo va a terminar. Por esto hago un pedido a Occidente, a la Iglesia mundial, para que nos ayuden en este período de emergencia». Les lanzo un grito: «¡Ayúdennos!». Al final, concluye el prelado, «me dirijo a nuestros conciudadanos en el extranjero, a los libaneses de la diáspora: hacen ya mucho, pero contribuyan a través de las parroquias, para garantizar aquí comida y remedios para todos y superar esta fase crítica».