Entrevista al padre Kevin P. Kelly, CO

«Todo lo que pinto es una extensión de mi fe»

El Padre Kevin P. Kelly, C.O., se alejó de la fe en su adolescencia. Tras completar sus estudios en el «School of Visual Arts» de Nueva York, se ganó la vida como artista callejero en esa ciudad. También grabó discos e hizo giras en EE.UU. y Europa como miembro de una banda de punk rock. Hoy en día intenta «ver vida radiante en lo que suele parecer bastante mundano. Todo lo que pinto es una extensión de mi fe, una participación en la obra creativa de Dios». Tras volver a la Iglesia y después de un tiempo de discernimiento con trapenses, se unió en 1997 a una comunidad que sería el Oratorio de S. Felipe Neri de New Brunswick (EE.UU). María Lourdes Quinn le entrevista para InfoCatólica

(M. Lourdes Quinn/InfoCatolica) El padre Kelly ha viajado a Tanzanía y a Kenia y vuelve este mes a El Salvador para su misión anual en la parroquia de Calvario en San Miguel, que incluye dos templos y 12 comunidades en áreas rurales.  “Las comunidades son muy pobres pero vibrantes, el centro del amor de la gente, y me han acogido con los brazos abiertos”.  Concedió esta entrevista antes de partir:

- ¿Cómo fue su experiencia con la fe católica en su juventud?

“Estaba muy interesado en la música, el arte y en estar de fiesta todo el tiempo con mis amigos. No comprendía que una vida de fe es una comunión vivida con Dios y la Iglesia me parecía un conjunto de reglas arbitrarias.  O sea que cuando tenía 12 o 13 años dejé de ir a la iglesia.  Estoy seguro que fue un momento difícil para mis padres, pero tampoco querían forzarme la fe.  Me educaron lo mejor que pudieron en el contexto de la fe, pero no podían forzarme a creer.”

- ¿Qué influencia tuvieron sus años universitarios en su vida espiritual?

Tenía un sentido de la justicia social por los pobres que me inculcaron desde niño mis padres, que son muy devotos, por su ejemplo… La preocupación por los pobres finalmente abrió mis ojos a la persona de Cristo.  Curiosamente, la escena del “punk rock” también ayudó a formar mi fe.  En esos tiempos, era muy contracultural y prestaba atención al marginado.

Ahora me interesan los inmigrantes por mi fe, porque deseo conocer y vivir una comunión con más hermanos de la fe (por el punto de vista de Cristo y no de la política).  No es sólo cuestión de ver a Cristo en otros, sino cuestión de reconocer que somos de hecho uno como Cristo es uno.

- ¿Qué hizo tras completar sus estudios universitarios?

Trabajando como artista callejero conocí a un carpintero que me contrató para pintar muebles a mano.  En ese empleo conocí a Pablo Morera (de Costa Rica), que por el testimonio de su vida me mostró el rostro de Cristo como no lo había conocido antes.  Me abrió la puerta a la verdadera fe viva y fue instrumento para cambiar el rumbo de mi vida.

- ¿Qué diría a los que se han alejado de la fe?

Como a mí de joven, la Iglesia les puede parecer con frecuencia aburrida, sin sentido, sin creatividad o alegría.  Pero, quizás entonces podemos despertarnos y ver a Cristo de una nueva forma, ver que nos ha dejado la Iglesia y podemos estar con Él en una constante y vigorizante comunión.

Les pediría que pensaran sobre por qué se alejaron, sobre quién es la persona de Cristo y lo que su existencia significa para la raza humana.  Les pediría que intentaran reconocer a Cristo por quien es: el Salvador del mundo, la fuente de toda vida y verdad, la fuente de toda compasión y esperanza.  Ha venido para alterar radicalmente nuestra relación con Dios, para ofrecernos vida divina. Todo lo que la persona humana busca para ser fundamentalmente feliz se encuentra en Él.  Les pediría que consideraran esta verdad, que se mantuvieran abiertos a tener todas sus percepciones y malentendidos hechos pedazos.  Les preguntaría si de verdad quieren vivir... ahora y en la eternidad.

- ¿Qué recomienda a los que tienen seres queridos alejados de la fe?

Lo mejor que pueden hacer es continuar siendo buenos testigos de Cristo (la mejor forma de que continúen en contacto con Cristo), seguir dando testimonio de su amor en todo.  Denles la mejor razón para volver: que han visto el amor de Dios obrando en su vida y desean tener el mismo sentido de gozo, compasión y esperanza.  Recuerden las palabras de Sta. Teresa de Ávila:  “Un triste santo es un mal santo”.  Atraeremos a la fe a los que amamos cuando irradiamos la alegría que es Cristo.

- ¿Cómo discernió su vocación al Oratorio de S. Felipe Neri?

Una vez que se despertó la persona de Cristo en mi vida a los 27 años, comencé poco a poco a vivir sólo por Él, a sentir una llamada a vivir este amor, esta relación con Cristo, en comunidad porque nuestra fe es comunitaria (Jesús reunía a gente a su alrededor). [...] Mientras estaba con los trapenses, todas mis oraciones volvían al Oratorio.  Era un tirón espiritual gravitatorio.

Me relacionaba con S. Felipe porque es el patrono de la alegría, un ingrediente esencial en la vida espiritual. Necesitamos rechazar el estereotipo de los cristianos severos y sin vida y ser gente de verdadera alegría.  Cristo vino para darnos vida divina... no una vida monótona y pesada.  S. Felipe lo entendió del todo.  Era un hombre de alegría, de compasión, de intensa esperanza en el Señor.  También amaba el arte y la música porque comprendía que eran medios para profundizar nuestra experiencia religiosa y senderos hacia Dios.  Es un santo para nuestros tiempos.

- ¿Cómo discernió su vocación sacerdotal? 

No tenía intención de ser sacerdote, pero me sentí llamado tras servir más de 10 años como Ministro Extraordinario de la Comunión en el hospital, un año como capellán en Oncología Pediátrica.  Los enfermos me mostraron un sentido más profundo de la faz de Cristo.  Llegué a comprender la naturaleza de su sufrimiento en conexión a nuestra humanidad y, de una manera palpable, que Cristo vino para entrar en todos los aspectos de la condición humana sin restricción.  Su cruz no es teórica.  Es una realidad viva en la cual el sufrimiento y la muerte son vencidos al final.

- ¿Qué es lo que más le ha impresionado de sus viajes?

La mayoría de los amigos que he conocido son materialmente pobres, pero profundamente ricos en fe, alegría, amor y comunión.  No se puede comprar y vender la fe, la esperanza y la caridad.  No idealizo a los pobres.  Hay muchas dificultades y obstáculos.  Hay mucha crisis.  Pero, hay una fuerza impulsora de fe que irradia con mayor claridad y fuerza entre los pobres. 

-  ¿Cómo inició su contacto con El Salvador?

Mi mejor amigo en el seminario (EE.UU.), era un refugiado salvadoreño que huyó una masacre en la que la armada salvadoreña mató a muchos miembros de su familia.  Cuando fui a El Salvador por primera vez, conocí al P. Nelson (entonces diácono como yo) en una Misa del 80 aniversario del nacimiento del Arzobispo Óscar Romero. En mi adolescencia había seguido la guerra civil en El Salvador con mucho interés, sin conocer a nadie de allí.  Por Divina Providencia, ahora considero ese país mi segundo hogar.  

- ¿Quiénes en El Salvador han tenido mayor impacto en su vida?      

P. Nelson Santos (llamado por muchos “el sacerdote de los pobres”) por su deseo de santidad y el amor que tiene por su gente. En medio de miles de dificultades y preocupaciones, irradia gozo, una señal exterior de su confianza en Dios.  Lo primero que oigo cada mañana en Calvario es al P. Nelson cantando en su habitación mientras se prepara para el día a las 5h.

Nelson Alirio Cruz, un seminarista que conocí en mi primer viaje, ha sido una constante fuente de bondad y uno de los más humildes siervos del Señor que he conocido.  Está dispuesto a hacer absolutamente cualquier cosa por cualquiera si les va a ayudar a conocer el amor de Dios con mayor claridad en sus vidas.

Francisco Águila (sacristán en Jocuatique de 33 años, casado y con 3 hijos), es la persona más humilde y santa que he conocido, un hombre de profunda fe y confianza en la Providencia de Dios. Vive en gran pobreza en las montañas.  Quedó huérfano a los 8 años cuando toda su familia fue matada por la armada salvadoreña.  Pero, como muchos que encontramos en las Escrituras con Jesús: “Su fe le ha salvado”.

- ¿Cómo es la vida en el Oratorio? 

Es maravillosa porque la persona de S. Felipe continúa a llenarme de un sentido de alegría y me recuerda que lo lleve a quienes sirvo, que no me tome muy en serio. En el Oratorio puede haber mucha creatividad y grandes cosas porque se anima el uso de dones para beneficiar a todos.  Como diría S. Felipe:  “Todos en la comunidad deberían ser una cara familiar”.  Pero, también es un grupo diverso porque S. Felipe recibía a la gente sin esperar que todos fueran iguales.  Esto presenta los desafíos de toda familia.  Algunos días son fáciles, otros más difíciles y agotadores.  Es vida cristiana.

- ¿Desearía añadir algo?

El sacerdocio ha sido absolutamente el mayor y más entusiasmante don en mi vida.  Si hay algún joven discerniendo el sacerdocio y se pregunta cómo sería, usaría estas palabras:  sorprendente, constantemente impactante, lleno de gozo, conmovedor, difícil, profundo, radical, misterioso, y que completamente da vida... cuando damos nuestras vidas por completo como Cristo dió su vida por nosotros. 

Mi mayor pregunta ahora es si conocemos íntimamente a Cristo.  Conocerle es verle en todo y darle radicalmente nuestra conformidad, respondiéndole con total generosidad.  Es un cambio en la fe de una obligación a un deseo místico en nuestra vida cotidiana.  Espero comprenderlo cada vez mejor y luego compartirlo con el Cuerpo de Cristo. 

Muchas gracias por su tiempo y por todo lo que hace por la Iglesia.

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