Alegría en Paraguay

Avanza causa de posible primera Beata de Paraguay

La causa de beatificación de la Hna. María Felicia Guggiari Echeverría, conocida en Paraguay como «Chiquitunga» y la que podría ser la primera Beata del país.

(REL/Gaudium Press) La causa de beatificación de la Hna. María Felicia Guggiari Echeverría, conocida en Paraguay como «Chiquitunga» y la que podría ser la primera Beata del país, dio un importante avance al reconocerse por parte de la junta médica de la Congregación para las Causas de los Santos el que podría ser el milagro que permita su ascenso a los altares.

El milagro

El caso estudiado por la junta es el del bebé Ángel Ramón, que pasó 20 minutos sin signos vitales después del parto. La médico obstetra, al agotar las posibilidades médicas, decidió orar por la intercesión de la religiosa carmelita. «Ni el oxígeno que le quisieron poner, ni oprimiendo su pecho, se reanimó, nada, nada, así estuvo por 20 minutos», relató el P. Flaminio Benítez, según informó Religión en Libertad. Después de orar, el bebé se reanimó y no quedaron secuelas por la ausencia de oxígeno en el cerebro. Ángel Ramón tiene actualmente 15 años de edad.

El Presidente de la Conferencia Episcopal de Paraguay, Mons. Edmundo Valenzuela, solicitó a los fieles esperar el avance de la causa antes de venerar a la religiosa como beata. «Hasta que el Santo Padre no promulgue aún el reconocimiento del milagro inexplicable y maravilloso nadie la llame aún beata», solicitó. «Esperamos un poco más».

El caso estudiado por la Junta Médica pasará a consideración de una junta de teólogos, tras la cual se procede al estudio por parte de Cardenales y Obispos, quienes podrán presentar al Papa su parecer sobre el hecho. El Pontífice podrá decidir finalmente si se reconoce como milagro el hecho extraordinario y se aprueba la beatificación.

Su historia

María Felicia, familiarmente «Chiquitunga», nació en la familia Guggiari Echevarría en Villarica, Paraguay el 12 de enero de 1925.

A los 16 años se alistó en las filas de la Acción Católica de la que fue miembro entusiasta y dirigente abnegada. Se consagró a servir a Dios. Lo encontró en los niños en la catequesis, en los jóvenes trabajadores o universitarios con sus problemas, en los pobres, enfermos y ancianos en sus necesidades materiales y espirituales. Trabajó primero en Villarica, luego en Asunción.

Logró un olvido total de si misma para entregarse a Dios y al prójimo. Su amor por los pobres y por los que sufren fue excepcional.

Felicia amaba de corazón el apostolado. Pero llegó el día en que Jesús la llamó para Sí en la vida contemplativa. Para ofrecerlo todo a Dios, a los 30 años, ingresó en el Carmelo de la Asunción (Paraguay). Tomó el hábito de Carmelita Descalza el 14 de agosto de 1955. Su camino fue ofrecerlo todo. Como Santa Teresita de Lisieux y otras grandes hijas del Carmelo, la Hna. Felicia descubrió el secreto de la vida escondida para Jesús, vida sumamente fecunda que desborda en bendición para toda la humanidad. Cuentan que cierta Hermana había exclamado: «Apresurémosnos, porque el tiempo es oro», a lo que la sierva de Dios respondió con toda dulzura para no ofenderla: «No, hermana, el tiempo no es oro, es apostolado».

Vibraba en ella el amor apremiante de Cristo, la ternura filial a su «Madrecita», La Virgen María, la participación activa en la Eucaristía y en la misión evangelizadora de la Iglesia Católica.

Las Madres Carmelitas Descalzas de Asunción recuerdan: «En los cuatro años que la querida Hermana vivió entre nosotras se caracterizó por su gran espíritu de sacrificio, caridad y generosidad, todo envuelto en gran mansedumbre y comunicativa alegría»

La hepatitis infecciosa que ya había llevado a la tumba a una de sus hermanas, la obligó a internarse en un Sanatorio de la ciudad, en enero de 1959, por un mes y algo mas.

Aunque pide por su salud porque cree que todavía podrá servir a su Amado en la tierra, ella se pone totalmente en sus manos.

Enfermó de púrpura, una especie de derrame interno que producía en distintas partes del cuerpo y de la cara unas manchas de sangre; su médula ósea no elaboraba ya glóbulos rojos.

Tenía un gran anhelo por encontrarse con su Divino Esposo. La Hna. Felicia recibió con mucha devoción el sacramento de los enfermos con todo su conocimiento.«He aquí Jesús, a tu pequeña esposa».

Murió el 28 de marzo del 1959, domingo de Pascua. Aproximadamente a las cuatro de la mañana, y con todos los familiares presentes, entra en agonía. Estaba rozagante, recuerda alguien. Pidió a la madre Priora y a otras dos Madres allí presentes, le leyeran el «Muero porque no muero» de Santa Teresa de Jesús (fundadora de la orden). Recostada en los almohadones parecía dormir. De pronto se yergue y con una energía no común exclama:

Papito querido, ¡qué feliz soy!; ¡Que grande es la Religión Católica!; ¡Que dicha el encuentro con mi Jesús!; ¡Soy muy feliz!"

Y sin borrársele la sonrisa:

Jesús te amo. ¡Que dulce encuentro! ¡Virgen María!

Luego una frase de despedida y consuelo a su madre y hermano y plácidamente su alma voló al cielo. En su rostro quedó estampada la dulce y característica sonrisa que le había animado en vida. Chiquitunga tenía 34 años de edad.

El 13 de diciembre de 1997 se inició su Proceso de Beatificación.

 

 

1 comentario

Beatriz Mercedes Alonso (Córdoba - Argentina)
¡Excelente noticia! ¡Demos gracias a Dios!
11/06/17 3:28 AM

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