(Agencias) «Traten de participar con ellos en los principales momentos formativos, teniendo siempre cuidado también de la dimensión personal», ha pedido a los obispos el Santo Padre.
Asimismo, ha señalado que el dinamismo del sacramento del orden, la vocación misma y la misión episcopal, así como el deber de seguir atentamente los problemas y las cuestiones concretas de la sociedad a evangelizar «piden a cada obispo tender hacia la plenitud de la madurez de Cristo».
«Cada obispo está llamado a manifestar con la vida y el ministerio episcopal la paternidad de Dios, la bondad, la misericordia, la dulzura. Y junto a la autoridad de Cristo que vino para dar vida, hacer de todos los hombres una sola familia, reconciliada en el amor del Padre», ha recordado.
Recordando la diversidad de los territorios de misión, Francisco destacó el privilegio y la responsabilidad que implica el estar en primera fila en la evangelización. Y en este sentido destacó que «a imagen del Buen Pastor» los obispos son enviados a cuidar del rebaño, ir a la búsqueda de las ovejas «especialmente aquellas alejadas o perdidas» y a «buscar nuevas modalidades para anunciar, para salir al encuentro de las personas», «para que los creyentes tibios o no practicantes descubran nuevamente la alegría de la fe».
«En primer lugar, corresponde al Obispo la tarea de alentar, acompañar y estimular todos los intentos y esfuerzos que ya se realizan para mantener viva esperanza y fe», dijo Santo Padre invitándolos además a prestar particular atención en la preparación y acompañamiento de los presbíteros. «Sepan ofrecerles un ejemplo concreto y tangible».
En las palabras del Santo Padre el llamado a vigilar «atentamente para que todo lo que se realiza para la evangelización» «no sea dañado o frustrado por divisiones ya presentes o que se pueden crear. Las divisiones son el arma que el diablo tiene más a mano para destruir la Iglesia desde adentro. La otra es el dinero. Las diferencias debidas a las varias etnias presentes en un mismo territorio no deben penetrar en la comunidad cristiana hasta prevalecer sobre su bien». Porque «la Iglesia está llamada estar más allá de toda connotación tribal-cultural y el Obispo, visible principio de unidad, tiene la tarea de edificar incesantemente la Iglesia particular en la comunión de todos sus miembros».