(EWTNnews) «Irónicamente, una estrategia pastoral que minimiza el pecado en nombre de la piedad no puede ser piadosa, porque es falsa», dijo el arzobispo en un artículo para el portal digital estadounidense First Things en su edición de diciembre de 2015.
La piedad auténtica es evangélica y cree que «la gracia de Dios tiene el poder de convertirnos». Esto es de suma importancia, sostuvo el arzobispo, para que la Iglesia formule una respuesta pastoral a los divorciados vueltos a casar.
«Los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil siguen siendo bienvenidos como miembros de la comunidad de los creyentes. Pero la Iglesia no puede hacer caso omiso de la Palabra de Dios sobre la indisolubilidad del matrimonio ni mitigar las consecuencias de las decisiones que las personas adultas toman libremente», dijo el Arzobispo Chaput.
El arzobispo recordó el relato que hace el Evangelio de San Juan del encuentro de Cristo con la mujer sorprendida en adulterio y a punto de ser lapidada. «Todas las personas necesitan la misericordia de Dios, incluso aquéllas que se califican a sí mismas de virtuosas», explicó el arzobispo.
«Sólo Jesús puede liberarnos. Sólo Él podía haber tirado la primera piedra con todo derecho. Pero no lo hizo, sino que dijo: Yo tampoco te condeno; vete y no peques más».
No tenemos derecho a seguir pecando
«Dios no nos adeuda el perdón, ni la redención, ni ninguna otra cosa. Y tampoco la misericordia de Dios nos concede el derecho a seguir pecando», dijo, y repitió: «Lo que pide es la respuesta correspondiente a esa frase de «vete, Y NO PEQUES MÁS»
«Al perdonar a la mujer, Jesús hace por la gracia lo que las leyes morales no pueden hacer: le da una nueva vida en amistad con Dios», añadió el arzobispo Chaput.
También reflexionó sobre las propuestas de admitir a la Comunión sacramental a personas divorciadas y recasadas civilmente que no han hecho ningún cambio en sus vidas y que «no tienen posibilidad alguna» de anular su primer matrimonio.
«De acuerdo con esas propuestas, las parejas que llevan una vida sexual activa con personas con las que no están realmente casadas a los ojos de la Iglesia podrían recibir la Eucaristía incluso sin confesarse de sus pecados y sin intentar ser castos y vivir como hermanos», dijo.
Tales propuestas se presentan como «expresiones de misericordia» y basan su fuerza en «el hecho de que muchas de las personas a las que tratan de ayudar son gente decente y bienintencionada que entabla nuevas y complejas relaciones sentimentales, a menudo con hijos de por medio».
El arzobispo Chaput negó las afirmaciones de que la Iglesia practica castigos y excluye a los que están unidos por un vínculo no conforme a la ley moral. Dijo que la Iglesia «no puede aprobar que los seres humanos se mantengan en unos modelos de comportamiento que les separa de Dios y al mismo tiempo permanecer fiel a su propia misión.»
El arzobispo dijo que la misericordia de Cristo no es un «juicio que vaya contra todos los demás juicios» El daño que hace el pecado «no es fácil de reparar... y el adulterio es un ejemplo perfecto». Sin embargo, el encuentro entre Cristo y la mujer nos recuerda que «al margen de la gracia de Dios, todos nos torcemos por culpa de los deseos distorsionados de nuestro corazón».
La verdad es ensencial
Dijo que la verdad es esencial para el Sacramento de la Reconciliación. Cuando se recibe con sinceridad, el sacramento es «un sendero recto hacia la conversión y la santidad».
«Acercarse a Dios con sinceridad lleva consigo el alejamiento del pecado y el error», continuó.
«La Iglesia puede ser veraz sin ser misericordiosa, como los escribas que deseaban apedrear a la adúltera que violó la ley mosaica. Pero la Iglesia no puede ser misericordiosa sin ser veraz».
«Un enfoque pastoral que hace caso omiso de la verdad por culpa de una desesperación pastoral mal disimulada y del deseo de `acomodarse a los tiempos´ hará que la fe disminuya, no que aumente», dijo el arzobispo.
«Lo que se deriva de la falta de veracidad en la enseñanza y la práctica de los sacramentos no es que la vida evangélica se viva con mayor pasión, sino que ésta se vaya por la pendiente», continuó, y apuntó que esto ha ocurrido en partes de Europa que se han alejado de las enseñanzas católicas.
El arzobispo Chaput destacó la exhortación del Papa Francisco a que los cristianos acompañen a los demás en «la enmarañada realidad de sus vidas.»
«Éste es un aspecto clave de la misericordia y una expresión vital del amor cristiano. Las ataduras del pecado son fuertes, y a menudo la gracia de Dios las deshace lentamente», dijo. «A veces, la palabra más importante que el otro necesita oír llega mejor si se susurra suavemente y con paciencia. Debemos estar cerca de los que amamos si queremos cumplir con nuestro propósito de hacerles partícipes de la plenitud del Evangelio».
Era terapéutica
El arzobispo afirma que vivimos en una «era terapéutica» que malinterpreta estos esfuerzos y trata de hacer que la gente «se acepte tal como es sin discernir nada».
«Eso no es misericordia. La misericordia de Dios siempre nos mueve hacia adelante y hacia arriba. Ningún pecado nos hace quedar al margen del perdón de Dios. Su misericordia dura para siempre», dijo. Y añadió: «Lo opuesto a la misericordia sería decir ´ven´ y luego dar a entender que no necesitamos movernos, que no necesitamos acabar con nuestra actual alianza con el pecado y dirigirnos hacia la obediencia a la virtud divina que nos da la vida, a la ley de Jesucristo.»
«Los cristianos somos enviados al mundo con la marca de la misericordia de la Cruz impresa en nuestras vidas», dijo. Esta misericordia es la predicación de «la buena noticia de la salvación en Jesucristo». Esto no es «aceptación», sino algo más poderoso: redención»
«En este Año de la Misericordia, la Iglesia nos invita a encontrarnos de nuevo con el amor de nuestro Redentor, abre sus puertas al mundo e invita a todos a entrar y unirse al banquete del Cordero de Dios», concluyó el arzobispo.
Traducido por Alberto Mallofré, del equipo de traducción de InfoCatólica.