(La tercera) En las exposiciones se ocupó frecuentemente la palabra «dignidad». No hubo interrupciones. Los invitados entraron juntos y se sentaron uno al lado del otro. Cada uno en su estilo, desde la humita del Gran Maestro de la logia, Luis Riveros, al kipá del representante judío y el traje eclesiástico de los obispos. Estos últimos tenían sobre la mesa el libro de Steve Jobs (el fallecido cofundador de Apple), el cual fue citado por el momento en el cual el magnate informático ubicó a su madre biológica, quien lo dio en adopción, para agradecerle no haberlo abortado.
La sesión, encabezada por el presidente de la comisión, Juan Luis Castro, permitió escuchar más posturas. Fue la institución masónica, de orientación filosófica y agnóstica, la que comenzó el debate, siendo la única postura que apoyó las tres causas para interrumpir el embarazo. No obstante, ocupó el mayor tiempo en los casos de violación para precisar sus argumentos.
«Se trata de un embarazo no deseado, producto de un abuso, de una violación (...) estoy de acuerdo con ello, sin embargo, debe reglamentarse con cuidado, para evitar todo tipo de aborto», manifestó Luis Riveros.
Por parte de la Iglesia Católica asistieron el arzobispo de Concepción, Fernando Chomali, y el obispo de Rancagua y vicepresidente de la Conferencia Episcopal (Cech), Alejandro Goic. Este último manifestó que «venimos con humildad (...) al promover la vida humana rechazamos el aborto y la desigualdad social, la pena de muerte y la usura, la eutanasia y la discriminación. Nuestra opción es pro-vida, no es solamente pro-parto».
El rabino Daniel Zang dijo que «la tradición judía es directa, nadie puede priorizar la vida de otro por la propia; si la vida de una madre está amenazada, involuntariamente, tiene obligación de defenderse (...) la pastilla del día después no es considerada abortiva; en caso de inviabilidad fetal sólo se debe considerar cuando esté en riesgo la vida de la madre».
El pastor evangélico Emiliano Soto, en tanto, sostuvo que «el aborto terapéutico es un desafío para nuestra fe, el Estado tiene que normar condiciones de vida en dignidad y derechos».