(AICA/InfoCatólica) En la Santa Misa se proclamará a san Gregorio de Narek, doctor de la Iglesia. En el discurso dirigido a los obispos, el Santo Padre recordó que el domingo todos juntos «elevarán la oración del sufragio cristiano por los hijos e hijas de su amado pueblo, que fueron victimizados hace cien años» e invocarán la Divina Misericordia «para que nos ayude a todos, en el amor por la verdad y la justicia, a curar todas las heridas y acelerar gestos concretos de reconciliación y de paz entre las naciones que aún no llegan a un consenso razonable en la lectura de tales tristes acontecimientos».
El papa Francisco saludó a través de los prelados a todo el clero y los fieles laicos de la Iglesia Armenia Católica, tanto a los que han acudido estos días a Roma como a «aquellos que viven en los países de la diáspora, como los Estados Unidos, América Latina, Europa, Rusia, Ucrania, hasta la Madre Patria».
«Pienso con tristeza en particular en aquellas zonas, como la de Alepo, que hace cien años fueron puerto seguro para los pocos supervivientes. Estas regiones, en los últimos tiempos, han visto en peligro la permanencia de los cristianos, no sólo armenios», añadió.
«Su pueblo, reconocido por la tradición como el primero en convertirse al cristianismo en el año 301, tiene una historia bimilenaria y conserva un patrimonio admirable de espiritualidad y de cultura, junto con la capacidad de levantarse tras las muchas persecuciones y las pruebas a las que se ha visto sometido», señaló el Pontífice-, y añadió:
«Los invito a cultivar siempre un sentimiento de gratitud al Señor, por haber sido capaces de manteneros fieles a Él, incluso en los momentos más difíciles. También es importante pedir a Dios el don de la sabiduría del corazón: la conmemoración de las víctimas de hace cien años, nos pone, de hecho, ante las tinieblas del “mysterium iniquitatis”.
Como dice el Evangelio desde lo más profundo del corazón humano pueden desencadenarse las fuerzas más oscuras, capaces de llegar a programar sistemáticamente la aniquilación del hermano, a considerarlo un enemigo, un adversario, o incluso un individuo privado de la misma dignidad humana. Pero para los creyentes la cuestión del mal llevado a cabo por el hombre introduce también al misterio de la participación en la Pasión redentora: no pocos hijos e hijas de la nación armenia fueron capaces de pronunciar el nombre de Cristo hasta el derramamiento de la sangre o a la muerte por inanición en el éxodo sin fin al que se vieron obligados.
Las dolorosas páginas de la historia de su pueblo continúan, de alguna manera, la pasión de Jesús, pero en cada una de ellas existe el germen de su Resurrección. ¡Que no ceda en ustedes, pastores, el compromiso de educar a los fieles laicos a saber leer la realidad con ojos nuevos, para que puedan decir todos los días: mi pueblo no es sólo el de los que sufren por Cristo, sino sobre todo, el de los resucitados en Él. Por eso es importante recordar el pasado, pero para sacar de él linfa nueva para alimentar el presente con el anuncio gozoso del Evangelio y con el testimonio de la caridad.
Los animo a apoyar el proceso de formación permanente de los sacerdotes y personas consagradas. Son vuestros primeros colaboradores: la comunión entre ellos y vosotros se fortalecerá con la fraternidad ejemplar que se refleje en el Sínodo y con el Patriarca».
Aliviar el drama de sus antepasados
El Papa manifestó su gratitud a aquellos que se habían esforzado para «aliviar de alguna manera el drama de sus antepasados» y citó en particular al papa Benedicto XV «quien intervino con el sultán Mehmed V para detener las masacres de armenios» y «fue un gran amigo del Oriente cristiano: estableció la Congregación para las Iglesias Orientales y el Pontificio Instituto Oriental, y en 1920 inscribió a San Efrén el Sirio entre los Doctores de la Iglesia Universal».
«Me complace que nuestro encuentro tenga lugar poco antes de que yo cumpla con alegría el mismo gesto con la gran figura de San Gregorio de Narek. A su intercesión -concluyó- encomiendo especialmente el diálogo ecuménico entre la Iglesia Armenia Católica y la Iglesia Armenia Apostólica, conscientes del hecho de que hace cien años, como hoy, el martirio y la persecución ya han cumplido "ecumenismo de la sangre". Sobre vosotros y sobre vuestros fieles invoco ahora la bendición del Señor, y os pido que no se olviden de rezar por mí!».