(RV) El Santo Padre invitó a hacer un examen de conciencia, y responder a algunas preguntas: «¿cómo es nuestra forma de vivir? ¿Vivimos como hijos o como esclavos? ¿Vivimos como personas bautizadas en Cristo, ungidas por el Espíritu, rescatadas, libres? O ¿vivimos según la lógica mundana, corrupta, haciendo lo que el diablo nos hace creer que es nuestro interés?.»
El Papa afirmó que «siempre hay en nuestro camino existencial una tendencia a resistirnos a la liberación; tenemos miedo de la libertad y, paradójicamente, preferimos más o menos inconscientemente la esclavitud». Además destacó que la esclavitud nos impide vivir plena y realmente el presente, porque lo vacía del pasado y lo cierra ante el futuro, a la eternidad. La esclavitud nos hace creer que no podemos soñar, volar, esperar, recalcó.
Como Obispo de Roma, también se detuvo en el hecho de vivir en Roma que como él dijo «representa un gran don para un cristiano». Por eso invitó a responder a las siguientes preguntas en esta ciudad, centro de la comunión eclesial: «¿somos libres o somos esclavos, somos sal y luz? ¿Somos levadura? O ¿estamos apagados, sosos, hostiles, desalentados, irrelevantes y cansados?»
Ayudar a los pobres y no defenderse de ellos
El Papa recordó a los más necesitados. Es «necesaria una gran y cotidiana actitud de libertad cristiana para tener el coraje de proclamar, en nuestra Ciudad, que hay que defender a los pobres, y no defenderse de los pobres, que hay que servir a los débiles y no servirse de los débiles».
Y así aseguró que cuando una ciudad ayuda a los pobres a promoverse en la sociedad, ellos revelan el tesoro de la Iglesia y un tesoro en la sociedad. Al contrario, aseguró que cuando no se está pendiente de ellos, la sociedad se empobrece hasta la miseria, pierde la libertad. Concluyendo su homilía, el Papa, insistió en pedir perdón y en dar las gracias, y en recordar que existe una «última hora» y que existe «la plenitud del tiempo».