(El Universo/InfoCatólica) La acogida fue tal, comenta la misionera (consagrada hace seis años), que el padre Vicente López, vicario de Durán, decidió replicarlo en otras parroquias. A la edición del 2013 respondieron tres, y para este año 12 de las 16 que integran la vicaría durandeña.
Incluso, agrega Letty, colaboradora de Santa María Reina de las Familias, en el concurso interviene la vicaría de Naranjal, que junto con la de Milagro (y la de Durán) son parte de la Diócesis de San Jacinto.
La hermana María Nela dice que en principio la intención era contrarrestar la pagana celebración de Halloween (31 de octubre). Así, en lugar de los que niños vistieran disfraces terroríficos, se los invitó a conocer la vida de los santos y por qué llegaron a los altares.
Respetamos los gustos, pero queríamos que sepan que los cristianos honramos a los santos; que el 1 de noviembre no es un día más, sino uno especial, explica Letty. Y añade: Fortalecer nuestra fe, fraternizar a nuestras parroquias y evangelizar era la meta.
Y es que, coinciden las entrevistadas, el certamen no es solo vestimenta. Los niños encarnan al santo y al subir al escenario hablan de sus vidas.
Los participantes llegan a 30 y son niños de la catequesis (de primera comunión y confirmación) y sus edades fluctúan entre los 8 y 14 años.
La actividad se empieza a trabajar desde abril. Primero con invitaciones a las parroquias. Luego, el grupo bíblico Apóstoles de la Palabra y la vicaría seleccionan a los santos que se representarán. De allí viene la participación familiar, que es el otro propósito del concurso.
Hay vivencias impactantes de hogares desintegrados vueltos a unir, expresa Letty, y cuenta la de un padre que dejó a la familia y como tenía que llevar y traer a su hija a los ensayos, empezó a frecuentarla.
Como en todo concurso, en el de la Fiesta de Todos los Santos hay un jurado. Hoy se realiza por primera vez en Guayaquil, en la iglesia San Esteban Diácono, ubicada en la ciudadela Guangala (en el sur).
La fiesta de Todos los Santos se remonta al siglo IV, cuando en Antioquía se la tributaba a los mártires. Luego, en el siglo VI llegó a Roma y cien años después el papa Bonifacio IV la fijó el 13 de mayo, en coincidencia con la dedicación del Pantheon a la Virgen y a los mártires. Finalmente, en el año 835, el papa Gregorio IV transfirió la festividad al 1 de noviembre.