(RV) Con un corazón lleno de reconocimiento y de gratitud, finalizados los trabajos del Sínodo, el Papa se dirigió a todos los participantes: «Puedo decir serenamente que, con un espíritu de colegialidad y de sinodalidad, hemos vivido verdaderamente una experiencia de «sínodo», un recorrido solidario, un «camino juntos» –expresó. Y siendo un «camino» –como todo camino– hubo momentos de profunda consolación, escuchando el testimonio de pastores verdaderos y los testimonios de las familias que han participado del Sínodo. Y también hubo momentos de desolación, de tensión y de tentación.
Seguidamente Francisco dibujó un mapa de posibles tentaciones: La tentación del endurecimiento hostil; del «buenismo destructivo». La tentación de transformar la piedra en pan y el pan en piedra; la tentación de descender de la cruz; de descuidar el «depositum fidei», considerándose no custodios, sino propietarios y patrones, o, por otra parte, ¡la tentación de descuidar la realidad utilizando una lengua minuciosa y un lenguaje inflado para decir tantas cosas y no decir nada!».
El Sucesor de Pedro afirmó que las tentaciones no nos deben ni asustar ni desconcertar, ni mucho menos desanimar. Si Jesús fue tentado, sus discípulos no deben esperarse un tratamiento mejor. Esta es la Iglesia –dijo el Papa–, que no tiene miedo de arremangarse las manos para derramar el olio y el vino sobre las heridas de los hombres, necesitados de Su misericordia. Esta es la Iglesia que busca ser fiel a su Esposo y a su doctrina; que tiene las puertas abiertas para recibir a los necesitados, los arrepentidos y ¡no sólo los justos o aquellos que creen ser perfectos!
Y concluyó sosteniendo que el Papa «no es el señor supremo sino más bien el supremo servidor; el garante de la obediencia, de la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y al Tradición de la Iglesia poniendo aparte todo arbitrio personal, aunque –por voluntad de Cristo mismo– sea «el pastor y doctor supremo de todos los fieles» (Can. 749) y además goce «de la potestad ordinaria que es suprema, plena, inmediata y universal de la iglesia» (Cf. Cann. 331-334)».
El Vicario de Cristo explicó que «todavía tenemos un año para madurar con verdadero discernimiento espiritual, las ideas propuestas y encontrar soluciones concretas a las tantas dificultades e innumerables desafíos que las familias deben afrontar; para dar respuesta a tantos desánimos que circundan y sofocan a las familias, un año para trabajar sobre la «Relatio Synodi» que es el resumen fiel y claro de todo lo que fue dicho y discutido en esta aula y en los círculos menores».