(EP/InfoCatólica) No obstante, el obispo ha considerado que son los propios novios los que tendrían que repensar su actitud y hacer una reflexión sincera sobre su postura. «El sí de los esposos debe ser un acto libre y responsable», ha subrayado.
Mons. Rubio ha recordado que el matrimonio, instituido por Dios en el Paraíso terrenal cuando unió como esposos a Adán y Eva, no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales.
Esta diversidad, ha dicho, no debe hacer olvidar sus rasgos comunes y permanentes. «Dios, que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano», ha expresado en su carta.
Sacramento y gracia
El obispo segoviano ha incidido en que Cristo elevó la institución natural del matrimonio a la categoría de sacramento y en que la misión de engendrar hijos y educarlos, así como el amor que envuelve la unión de los esposos y todo el ámbito de la familia, han quedado apoyados en la gracia del sacramento cristiano.
En consecuencia, ha añadido, «los esposos reciben las gracias y ayudas especiales que necesitan en su vida para cumplir los deberes que les impone su vocación de engendrar y educar a los hijos que Dios les dé».
«Casarse es establecer un vínculo de carácter permanente regulado jurídicamente; vivir con gozo una fecundidad generosa; contribuir a la transformación del mundo y al bien de la sociedad mediante la realización en el amor; expresar de un modo concreto la vocación cristiana a la santidad», ha remarcado.
Mons. Rubio ha hecho hincapié en que los esposos están llamados a un amor total y para siempre, a ser signos visibles de la alianza entre Cristo y la Iglesia, a colaborar en el crecimiento de la comunidad familiar y eclesial, así como a evangelizar y ser testigos, en su ambiente, del amor de Cristo.